miércoles, 27 de marzo de 2019

LA GEOMETRÍA DEL TRIGO

Sala: Teatro Valle-Inclán Autor y director: Alberto Conejero Intérpretes:  José Bustos, Zaira Montes, Eva Rufo, José Troncoso, Consuelo Trujillo y Juan Vinuesa Duración: 1.20', creo recordar
(la función ya no está en cartel)





SI VA MUY LENTO CON EXPLORER, INTÉNTELO CON CHROME

Prometí La geometría del trigo allá por El sueño de la vida, que ya es decir. En otras circunstancias, la dejaría correr, porque tengo docenas y docenas de cosas ahí arrumbadas en el baúl de los olvidos, pero creo que merece la pena escribir algo. Suelo poner título a la crítica en papel, pero no a las del blog; quizá debiera. Ésta, recurriendo a un estilo de otra época, podría encabezarla

EN DEFENSA DE CONEJERO

Uno.- No somos ni primos ni nada, quede claro. Ya detallé en El sueño de la vida lo que me gusta y lo que no me gusta de lo que ha hecho. Pero me parece de justicia resaltar que La geometría del trigo es un teatro impecable. ¿Y por qué esta necesidad de repetirlo ahora, a tanta distancia? Porque admito siempre que a alguien pueda no gustarle lo que a mí me parece excelente. (Llevo peor lo contrario, ya me conocen: veo cosas inmundas que se llevan elogios desmedidos y me quedo perplejo). Admito, digo, una crítica negativa que no comparto, pero en este caso concreto sólo he oído dos cosas: "Lorca otra vez" y "hemos oído esta historia tantas veces...".

Ya lo saben, me voy haciendo viejo. Una de las mejores (y peores a la vez) cosas de la edad, es que uno ya lo ha oído casi todo. Incluso se ha oído a sí mismo decirlo casi todo. Así que reconoce los trucos con facilidad. ¿Quieren uno? Bueno, sólo les resultará útil si son muy jóvenes, si no, ya se lo sabrán. Es el manido ¿qué necesidad había? Funciona SIEMPRE para demoler lo que haya que demoler. ¿Qué necesidad había de montar otra vez La vida es sueño? ¿Qué necesidad había de hacer un remake de Lo que el viento se llevó? Funciona siempre, porque la respuesta siempre es NINGUNA. Nunca hay ninguna necesidad. Pero si sale bien, nadie se hace la pregunta.

Confieso que yo también la he usado muchas veces. Pero ya les tengo dicho que el oficio de crítico consiste -fundamentalmente- en montar un aparato más o menos lógico alrededor de una opinión, que es algo que sale de las tripas y no tiene vertebración lógica. Es posible que sea el grito intuitivo de una racionalidad en estado de sopa primigenia, ahí, en el fondo de los abismos cerebrales. Pero, desde luego, su aspecto es el de un magma invertebrado. Así que uno se agarra a lo que puede, incluido el ¿qué necesidad había? Me tengo prometido no repetirlo nunca más.

"Lorca otra vez" (refiriéndose al carácter rural y pasional de la trama), "hemos oído esta historia tantas veces" (claro, chico encuentra chico, chico pierde chico) y "sí, está bien, pero bueno, lo de siempre" (refiriéndose, digo yo, al teatro de texto puro y duro con trama convencional), son muletillas exactamente del mismo tipo. No dicen nada en contra. Ya les dije por qué hace poco, en la crítica de El idiota. Como son perezosos en esto de los enlaces, les voy a copiar el párrafo que viene al caso:
Hay un par de avezados espectadores que me han sustentando su juicio negativo sobre este Idiota en consideraciones del tipo "es una cosa antigua". Hace unos veinte años, yo estaba sinceramente convencido de que el teatro de texto estaba muerto. No era memo (no más que la media, creo), era joven. Recuerdo a mis mayores mirándome con conmiseración. Tenían razón. Ni el teatro de texto ni Vera están muertos. Siempre habrá lugar para eso que las actrices mayores llaman en las entrevistas "el teatro de siempre", es un género indestructible. Pero está, además, la cuestión del tiempo y la perspectiva. El otro día, por pura casualidad, me endilgué uno de los conciertos para piano de Rachmaninov (ahora parece que hay que escribir Rajmáninov, paciencia). Les aseguro que hacia 1985 los espíritus más despiertos de la vanguardia musical lo consideraban, más o menos, un idiota, como a Myshkin. ¿Por qué? Porque siguió escribiendo como Tchaikovski (¿cuál será la grafía ahora?) en pleno siglo XX, haciendo caso omiso de los sucesivos últimos gritos. Treinta años después, cada vez importa menos que Rachmaninov muriera en 1943 y Tchaikovski en 1893. Cuanta más distancia tomamos, más cercanos parecen. Dentro de doscientos años serán estrictamente contemporáneos. 
    El tiempo y la perspectiva. Vamos con cada una de las muletillas:

    1) "Lorca otra vez". ¿A alguien se la ha ocurrido usar con intención despectiva la frase "Shakespeare otra vez" para referirse a House of cards? No, ¿verdad? Pues eso. Vayan preparándose para "Lorca otra vez" durante unas cuantas generaciones. Es lo que tienen los genios, que siguen iluminando el camino durante muchísimo tiempo. Claro que Conejero es un lorquiano (La piedra oscura, El sueño de la vida), pero eso no inhabilita a nadie. Es lógico que Lorca, bajo determinadas circunstancias, provoque hastío. Qué me van a contar a mí, que lo veo invocado en la cartelera sopocientas veces cada viernes. Hasta perdices cansan. Les confieso que si el título, la sinopsis o el comentario adjunto dice "Lorca" voy con pereza. Y si luego la cosa funciona, me maravillo como todo hijo de vecino.

   2) "Hemos oído esta historia tantas veces". Sí, claro. Como Macbeth, Edipo o Caperucita roja. Si nos acercamos un poco, como Brokeback mountain. Salir del armario en el medio rural (¿El medio rural? Mira que nos volvemos chinos buscando perífrasis pijocultas). Tom en la granja. Salidas del armario y tensión entre el agro y la urbe. Juguetes rotos (puñeta, otra que no colgué, ahora mismo lo hago). Excurso: esto de los parentescos es siempre sorprendente y fructífero. (Acabo de darme cuenta de que el escenógrafo tanto de Tom en la granja como de Juguetes rotos fue Alessio Meloni. Queda un poco cabalístico). Las tramas son unas pocas peripecias tasadas (alguien que no recuerdo las tasó una vez) revueltas así o asá. No hay más. Llevamos miles de años girando alrededor de las mismas cosas, eso tampoco es un argumento válido contra nadie.

    3) "Lo de siempre". Ya lo he dicho más arriba, el tiempo y la perspectiva. Me pasaron el otro día en La Dos Mayores con reparos, adaptación al cine de una comedia de Juan José Alonso Millán (que allí estaba en el coloquio, tan pichi a sus 82, historia viva de nuestro teatro) perfectamente convencional y estrepitosamente viva. Pues eso. La peli es del 67, vamos a quedar a tomar algo en 2071 en algún VIPS del purgatorio y vemos si ha envejecido mejor La geometría del trigo o Un roble, por ejemplo. O Los cuerpos perdidos, que me la topé ayer por casualidad, y ha envejecido tan rápido en cuatro meses que ya no recordaba ni el título. 

Dos.- Otra cosita que precisa defensa. El personaje de Eva Rufo (superlativa en Espejo de víctima) es la novia catalana del hijo del criptogay rural. Hijo que nunca conoció a su padre, porque la madre huyó despavorida con él a Barcelona en cuanto se enteró de que su marido se veía con otro. De ahí que sea catalana. Algunas cosas las dice en catalán, él responde a veces en catalán. Y aquí se pone en marcha un mecanismo diabólico. Vamos primero con lo que a mí me parece de sentido común. 

En este país se hablan varias lenguas, y hay millones de personas (sí, millones, no es una hipérbole) que mezclan constantemente en su vida cotidiana dos lenguas: el castellano y otra. Si no lo ha visto nunca, créame. MEZCLAN. Incluso cuando hablan con una misma persona. Anoche vi un programa de entrevistas en ETB que se desarrolla, en principio, en vascuence (no me impidan usar esa eufónica palabra porque la usó el franquismo; durante el franquismo también se decía "paraguas" y nadie le pone pegas). Pues bien, los entrevistados introducían aquí y allá,  con toda naturalidad, expresiones en castellano. Esto ocurre siempre que dos lenguas coexisten, vayan a Nueva York y oigan hablar a los latinos. No es ya que se entremezclen frases, es que hay maravillosas frases Frankenstein que hacen picadillo la sintaxis, la gramática y el léxico de cada lengua para producir hamburguesas de exquisita factura exótica, prodigios de expresividad. Si un texto se pretende realista, lo artificioso no es introducir fragmentos en otra lengua, sino eliminarlos. ¿Me siguen? Quiero decir, simplemente, que si los personajes de La geometría del trigo hablan con acento meridional (con cuál es otro cantar, al 90% del público le basta y sobra con ese dato genérico) lo realista es que la novia catalana hable a veces en catalán, sobre todo en contextos de intensa emotividad. Mi bisabuelo decidió no hablar en vasco a sus hijos para evitarles discriminaciones futuras -aunque lo aprendieron igual- pero cuando se enfadaba se le escapaba.

Pues bien. Estamos en que, en este contexto realista, los novios se dicen algunas cosas en catalán. Demos un pasito p'alante. Olvidemos que un hablante culto de castellano entiende el catalán a bastante más del 50%. Olvídemoslo, de verdad. El dramaturgo coloca eso en otra lengua perfectamente consciente de que parte del auditorio no lo va a entender. Es un recurso dramático tan elemental -ahórrenme tener que decir "lícito"- como el vestuario o la música. "Aparece un personaje que habla en otra lengua que los demás no entienden". Puro realismo. Y aquí se desata la maquinaria diabólica. Gente a la que le parece muy mal que alguien diga cosas que ellos no entienden. Pregunta: ¿y si hablara en sueco? ¿Si fuera la novia sueca del hijo? Respuesta: a todo el mundo le parecería de perlas. "Llega la novia sueca y le dice cosas en sueco que no entendemos". Recurso dramatúrgico. Ah, pero es en catalán, y es ofensivo que alguien diga cosas en catalán que yo no entiendo.

Voy a ser comedido en estos tiempo de tremendismo. Esa reacción es una forma suave de xenofobia. Suave, he dicho. Si la ha experimentado, le recomiendo amigablemente que reflexione al respecto. Del mismo modo que es perfectamente normal que en el metro de Madrid oigamos hablar euskera, catalán o gallego, es igual de normal que -alguna vez- un personaje diga algo en esas lenguas en la ficción, viven aquí, con nosotros, en el mismo país. Lo verdaderamente RARO es que, durante decenios, eso no ocurriera en el cine, la tele o el teatro. O no pasaran casi nunca: tengo un vago recuerdo de Saza renegando en catalán en La escopeta nacional. ¿Recuerdan que hasta hace unos treinta años no había gays en ninguna parte? Pues es un fenómeno idéntico. ¿Que no entiende lo que dicen? No se preocupe, el dramaturgo no es idiota. Él sabe si se va a entender o no. El efecto está calculado de antemano. Just relax.


Troncoso, de espaldas, transmutado. Hasta las manitas están en personaje.
Tres.- No voy a extenderme en la crítica propiamente dicha, que ya ha pasado mucho tiempo y eso -tiempo- es precisamente lo que me falta. Pero quiero destacar algo que sólo los que tenemos una cierta edad (qué triste eufemismo) podemos apreciar. El personaje de José Troncoso parece salido del túnel del tiempo. Yo vi a los homosexuales del franquismo con estos ojos que se ha de comer la tierra. ¿Qué edad tiene Miguel Ángel Milán, el figurinista? Por las fotos que veo por ahí, no los vio. ¿Cómo ha podido calcar de esa manera lo que este hombre llevaría puesto? Y más aún: ¿Qué edad tiene Troncoso? No los vio. ¿Cómo puede reproducir de esa manera la gestualidad, la forma de hablar? Es el oficio de ambos, me dirán. No me importa, alguien se lo ha contado o es un profundo olfato de artista el que los guía.
P.J.L. Domínguez

          

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