domingo, 17 de marzo de 2019

EL OMBLIGO DE LA REINA

Sala: Nave 73 Autora y directora: Celia Morán Intérpretes: Aída Mercadal, José Juan Sevilla, Juan Carlos Mestre, Julio Armesto y Olga Redondo Duración: 1.20'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Son José Juan Sevilla y Aída Mercadal. No sé si la foto es de Pili de Grado o de David Izquierdo.
SI VA MUY LENTO CON EXPLORER, INTÉNTELO CON CHROME

La historia está bien. La escritura está bien. La música está bien (resulta que es del mismo Cediel de Matrioska y otra vez me pasó lo mismo: pensé "caray, está bien la música" antes de verlo en los créditos). El concepto escenográfico y de vestuario están bien. ¿Por qué no funciona? ¿Por qué, a ratos, cruza decididamente la línea de la dignidad y reviste el aspecto del teatro aficionado?

La foto de más arriba tiene parte de la respuesta. ¿Por qué las escenas de Sevilla y Mercadal funcionan todas? Porque son los únicos intérpretes en escena. Maticemos. No sé si los demás lo son, lo que sé es que no lo demuestran en esta función. O sea: hay un serio problema con el elenco. No solo. Tampoco se percibe una dirección suficientemente firme como para orillar en la medida de lo posible las eventuales carencias interpretativas. Así que, junto a escenas bastante logradas, otras descarrilan por el camino de la "naturalidad de compadreo". Esto es: jugamos a que somos graciosos con nuestra gracia natural (no hay NADA natural en el teatro) y sabemos que este amable público nos la ríe. Mal.

El mayor mérito de Morán radica en haber encontrado un enfoque atractivo al supermanidísimo asunto de la igualdad, que debe de ser ahora mismo uno de los tres temas más puestos en escena (los otros dos son la familia, desde hace dos mil años, y las relaciones de pareja, más o menos desde el portazo de Nora). La trama de desigualdades propuesta tiene su aquel, porque hay de todo: una protagonista con algún tipo de discapacidad intelectual (no sé si sigue siendo correcto decirlo así, al ritmo que vamos, habría que establecer un sistema de alarmas); un ser imaginario (no se me ocurre discriminación mayor que verte negada hasta la existencia real); un padre que no está muy claro por qué acera discurre; un ama de casa (y ya está casi todo dicho) con sobrepeso (ojo: con sobrepeso para los estándares reinantes, a mí me parece perfecto que esté así, no veo el "sobre" por ningún lado); una muñeca inteligente (piensen en Blade Runner) que además es transgénero (¿se sigue diciendo así?). Si fuera un ejercicio en una escuela de dramaturgia, los alumnos irían a quejarse al director por juzgar el envite imposible. Pero, con todo este jaleo desatado, la fábula se desarrolla con verosimilitud. Lástima que no haya un poco más de dirección. Con dos vueltas, quedaba niquelado.

¡Ah!, el cartel es precioso. Se lo he puesto más arriba, lo firma Fran Dueñas.
P.J.L. Domínguez

          

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ánimo, comente. Soy buen encajador.