martes, 23 de octubre de 2018

UN ROBLE

Sala: Teatro Pavón (ambigú) Autor: Tim Crouch (traducción de Luis Sorolla) Director: Carlos Tuñón Intérpretes: Luis Sorolla y Pilar Gómez (el segundo intérprete cambia en cada función) Duración: 1.30' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Israel Elejalde y Luis Sorolla. Si entienden lo que farfullo más abajo verán que Elejalde sólo hizo un función (y no la mía). La foto es de Luz Soria para El País.
¿Hay aquí más de Tuñón o más de Sorolla? Se preguntarán si la cuestión es pertinente. Les enumero los hechos objetivos. 1) A Tuñón le he visto otras dos cosas, ambas excelentes: La cena del rey Baltasar y Animales nocturnos. 2) A Sorolla le he visto otra mamarrachada bastante emparentada con ésta: Un cuerpo en algún lugar. 3) Sorolla es el autor de la traducción.

[Empiezo a preocuparme con lo de Kritilo. El término "mamarrachada" me asaltó durante la función... ¡y me lo encuentro en su crítica! Les propongo un acertijo: ¿seremos una sola persona con dos blogs para despistar? O quizá... ¿Han visto ese capítulo de Padre made in USA en el que el extraterrestre se desdobla en dos personalidades? Tiene una frase ahí que ha excitado mi peor envidia: su contenido se deshilacha en su redundancia. Eso es dar en el clavo. Y si saben leerla, son tres períodos de cinco sílabas con acento siempre en la cuarta. Me pierde la forma]

Sin haber preguntado a nadie ni tener más información que la que acabo de soltarles, me parece posible que sea ésta una de esas iniciativas en las que el intérprete impulsa una producción para la que busca hasta director. Les voy a copiar lo que dije a propósito de eso en la crítica de Tierra baja:

Algo dije –con la Ifigenia de Hervás y el Primer amor de Arquillué- respecto a los proyectos sustentados en la iniciativa de un intérprete que se tira desnudo a un pozo, cuya profundidad desconoce, para encontrar un surtidor. Es atacado por una obsesión, para eso es artista, y termina arrastrando a todo el que tiene que arrastrar para materializarla: no es lo mismo pintar un cuadro que subirse a un escenario, para esto hay que implicar a mucha gente. He visto desastres con ese mismo guión, pero si la operación sale bien, huele de lejos a implicación, verdad y vida.

El fragmento que hace al caso es "he visto desastres con ese mismo guión". Todo esto es sólo una hipótesis, pertinente únicamente para asignar el castañazo a quien se lo haya dado: Sorolla con su iniciativa (si tal era), Tuñón (en el caso de que su mano haya intervenido de forma decisiva) y ambos, si estamos ante un montaje convencional en el que el primero interpreta y el segundo dirige.

Tanto me aburrí, que a partir de cierto momento me concentré en descubrir las virtudes del texto. Creo que las tiene. Allá por los noventa nos hubiera parecido el colmo de la posmodernidad: un relato (el de la niña muerta en un accidente de tráfico), metido en otro (el del destrozado padre que asiste al espectáculo de hipnosis del autor del atropello), metido en otro (el lío del hipnotizador alternando su papel con la irrupción de su yo real dando instrucciones al segundo intérprete). Alto. Las cursivas de lío y yo real precisan explicación. El papel del padre lo interpreta un actor (actriz en mi función) que no sabe nada de la función a priori y que va improvisando con las muletas de textos escritos que debe leer en voz alta y con las indicaciones del hipnotizador (en la ficción) / conductor-apuntador-regidor de la representación (en la realidad). Estas indicaciones se dan en voz alta ("ahora di estoy bien" o "ahora siéntate") o a través de un pinganillo, con el chivato fuera de escena y la actriz asumiendo el papelón de largar un texto que le están dictando a la oreja.

Entenderán que estas cosas pongan en fibrilación a los espíritus contraídos que disfrutan con el retruécano. Como el mío. Creo que el texto leído debe de hacer disfrutar de lo lindo a este tipo de receptor.

Otra cosita es su representación. Si han entendido la descripción de más arriba, se harán cargo de que en muchos momentos el alma atribulada del espectador anda cavilando si en tal momento es Sorolla quien habla a Pilar Gómez (la actriz improvisadora que me tocó) para darle indicaciones extradiegéticas o si es el hipnotizador el que habla al padre. Sumen, además, que como resultado de la hipnosis el personaje del padre acaba no estando muy seguro de quién fue el autor del atropello mortal, si el otro o él mismo. Y que, como siempre, todo lo pretendidamente real deja de serlo en un escenario. O sea: un pollo de tomo y lomo con incontables capas de decodificación. Con una que todo lo tapa, que es el trance en el que se halla la improvisadora. O sea: con todo el mundo más pendiente de cómo sale del berenjenal en el que la han metido que de la ficción escénica. Posmoderno a tope, si me permiten la expresión noventera acorde con el término.

Me permito dudar de la posibilidad de que esto se pueda montar bien. Y la primera conclusión es que lo primero a eliminar es el improvisador. "Hala, no ha entendido nada". Yo diría que sí lo he entendido, pero me pregunto si la función no ganaría varios enteros de golpe si el segundo intérprete fuera convencional y todo estuviera ensayado previamente. INCLUSO, al loro, si después en la representación se FINGIERA que se improvisa. ¿Restaría complejidad a la propuesta? Sí, pero me temo que lo restante ya es tan complejo que este añadido impide siquiera manejarlo convenientemente. Desde luego, es una fantástica idea de marketing. Un intérprete conocido que arrastra a cada función a sus seguidores. Y, sobre todo, un producto que parece expresamente cocinado para hacer las delicias de los profesionales de la interpretación. Durante la mayor parte del tiempo parece... No, no "parece", ES un taller de improvisación.

Al margen de que se pueda o no se pueda montar bien -y algún vídeo que hay por ahí con el montaje del autor no me sugiere nada bueno- lo del Pavón es un desastre. Lleno de tiempos muertos y con un intérprete que no tiene ni un solo cambio de registro (¡con el panorama interpretativo que acabo de describir a trompicones!), bracea constantemente y abusa del tic de detenerse ante una palabra o, incluso, de pronunciar la primera sílaba, pararse, y soltarla entonces entera. Aunque quizá lo peor no sea eso, sino la actitud constante de intentar revestir de trascendencia la menor cosilla. Hacía lo mismo en Un cuerpo en algún lugar. Si algo creo entender de las críticas a Crouch cuando representa, es que su estilo reviste una cierta liviandad humorística que aquí brilla por su ausencia. Por cierto: el montaje del propio autor tiene elogios ditirámbicos allá por donde pasa. Ya saben: si uno dice que no le gusta un intento de exploración dramatúrgica alternativa es que es un carca. Pues no. Como en todo, hay experimentos delirantes coronados por el éxito y otros que ni a tiros.

Que no se me olvide Pilar Gómez, una actriz superlativa a la que me gustaría ver más, pero siempre les digo mismo: es un oficio injusto. El talento no garantiza el trabajo. Consiguió salir bien parada de este embolado el lunes, como consiguió brillar en el montaje peor que dudoso que fue Emilia. Como ya sugería más arriba, el riesgo de esta propuesta es que la performance del improvisador termine por comerse a todo el resto, porque tiene atractivo tanto circense como sádico. Si el improvisador funciona, casi peor para el conjunto. Es como si el marcador quedara Pilar Gómez 1 / Un roble: 0.
P.J.L. Domínguez
          

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