martes, 29 de octubre de 2013

DIARIO DE UN LOCO

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Nikolai Gogol (versión de L. Luque y J .L. García-Pérez) Director: Luis Luque Intérprete: José Luis García-Pérez Duración: 1.15'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




Tendrán aquí el enlace a mi crítica de la Guía del Ocio el viernes 8 de noviembre (sí, paciencia). Como no quiero hacerles esperar tanto, les adelanto que no deberían perderse el Diario de un loco. A Luque le había visto La escuela de la desobediencia (me perdí Ahora empiezan las vacaciones), tierna, provocadora, deliciosa; y a García-Pérez los Viejos tiempos dirigidos por Moya, en los que estaba simplemente formidable. Esto que han urdido ahora juntos es un rato de gran teatro.


Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Sorprendente modernidad de Gogol. Algunas de sus obras, como ésta, producen tal efecto de vanguardia en germen que, en cuanto uno recuerda su ubicación cronológica (1809-1852) se pregunta si no se tratará de un espejismo producido precisamente por lo contrario: por un eventual regusto arcaico. En este relato es la voz de un enfermo mental la que habla, algo de lo que ignoro si hay precedentes. La descripción de la vida anodina de un humilde funcionario es, al comienzo, familiar para cualquiera que haya pasado por la novela rusa. Pero el parecido termina pronto. Gogol narra con maestría –y la versión escénica de Luque y García-Pérez reproduce exquisitamente- el progresivo deterioro mental de este pobre hombre: de los pequeños complejos a la fabulación, de la manía a la psicosis desatada.

  Convertir un cuento en un monólogo es complicado. No es frecuente que salga bien. Aquí, Luque ha conseguido que todo empuje en la dirección correcta: escenografía, música, iluminación y vestuario se han combinado en un conjunto coherente que refuerza la expresión del actor. Y José Luis García-Pérez está espléndido. Quizá abuse al comienzo un pelín de una cierta ronquera, pero luego se le olvida y se va creciendo. A partir de la primera media hora, el público deja de respirar. Muy recomendable.

Y algo que no cabía allí.

Dos cosillas, que poco afectan a la valoración general de la función, pero que creo que es bueno que alguien diga. Y otra más.

Una: Hay un par de patadas a la gramática, que no sé si se deben a la versión o a la interpretación. "Preveyendo" por una parte; y "alrededor mía" y "delante mía" por otra. No cuesta nada arreglarlo, y todo lo demás está demasiado bien para dejar estos flecos.

Dos: García-Pérez se tropieza un poco con los sonidos /k/, /s/ y /z/ amontonados. No recuerdo las palabras exactas, pero son las del tipo "excelencia", "acceso" o "asceta". No deja de ser un estupendo actor por este detalle, pero seguro que se lo quitaría con facilidad.

Tres: Hay un precioso elemento de vestuario. Una capa que no les voy a explicar de dónde sale ni cuándo aparece, porque les destripo el efecto dramático. Un hallazgo de Paco Delgado
P.J.L. Domínguez
           

domingo, 20 de octubre de 2013

MASTER CLASS

Sala: Teatros del Canal Autor: Terrence McNally (no consta autor de la versión castellana) Director: Agustín Alezzo Intérpretes: Norma Aleandro, Lucila Gandolfo, Carolina Gómez, Marcelo Gómez, Santiago Rosso y Hugo Argüello. Duración: 1.50' (entreacto de 15') 
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Con un poco de retraso, aquí tienen el enlace a mi crítica en la Guía del Ocio.

Y lo que no cabía allí:


Uno. Mencionare  a un técnico, que casi nunca salen en las criticas: el de mi función colocó todos los volúmenes de la música en su nivel justo. Les parecerá moco de pavo, pero no es así. El tipo que está en la mesa, rara vez oye las cosas como las está oyendo el público.

Dos. La escenografía no está firmada en el programa de mano. Supongo que ha sido decisión de dirección la de colocar al público en tres lados, y me parece un acierto: ha debido de funcionar bastante mejor que en los lugares en los que se ha hecho a la italiana.

Tres. No me resisto a reproducir (de memoria) uno de los fogonazos de ingenio del texto: "Cuando una es fea y gorda, más vale tener en reserva un Re sobreagudo para intercalarlo en la vida".

Cuatro. Decía en la crítica que el texto demanda una actriz inmensa. Por muchos motivos: en primer lugar, es ella, ella y ella durante una hora y cincuenta minutos. Además, es un texto de matices, si se pierden, la cosa no va a ningún sitio. Por si fuera poco, la protagonista debe pasarse sus buenos ratos sin abrir la boca, gesticulando, mientras oímos los audios de la Callas. En fin, un infierno para cualquiera con menos talento.

Cinco. Y ahora, perdonen que me desvíe, pero hace años que quiero hacer un par de preguntas. El único baño de caballeros cercano a la sala verde de los Teatros del Canal... ¿Cumple la norma? ¿Cómo consiguieron que les visaran el proyecto?
P.J.L. Domínguez
           

UNA BODA FELIZ

Sala: Teatro Marquina Autor: Gérard Bitton y Michel Munz (versión de Juan Solo) Director: Gabriel Olivares Intérpretes: Antonio Molero, Agustín Jiménez, Francesc Albiol, Juan Solo y Celine Tyll. Duración: 1.30' 
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Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

La homosexualidad fingida genera carcajadas por estos lares al menos desde No desearás al vecino del quinto, la película española más vista hasta aquel momento: 1970. En 2010, un embuste parecido, pasado por el tamiz de la más pura tradición francesa de la comedia de bulevar, dio a Bitton y Munz el enorme éxito de Le gai marriage, bien traducida aquí por Juan Solo. El motor de la comedia es, naturalmente, la madeja de mentiras que al protagonista se le complica por momentos, tras amañar un matrimonio con un amigo tan heterosexual como él mismo. La función tiene ahora mismo dos parientes estrechos en la cartelera: uno por parte de embuste, La verdad sospechosa, y otro por parte de boda, las Campanadas de La Cubana.

  Como en el elenco original de La cena de los idiotas, y en un personaje parecido, es Agustín Jiménez, excelente actor de carácter, el que lleva el mayor peso de comicidad de la pieza. Aunque todos tienen su momento de gloria, como el mutis reinona de Albión. Se echa de menos que la cosa se pase un poco de vueltas al final, el texto pide a gritos que la dirección se desparrame. Me hubiera encantado ver a Celine Tyll tan desmelenada como la Joan Cusack del célebre “¡Es un capítulo de Expediente X!”en In and Out. Pero, en conjunto, el respetable se ríe sin parar, que es de lo que se trata. 

Por incidir en lo publicado, yo creo quCeline Tyll tiene narices (interpretativas) más que suficientes para habernos regalado un explosivo e hilarante ataque de nervios a cuenta de las sucesivas patrañas que su novio le ha ido colando, y que producen al final una situación que, si fuera real, fundiría las neuronas de cualquiera. Una pena que no se lo hayan pedido. Se agradece, por el contrario, que Molero y Solo se mantengan contenidos durante casi toda la función. Como les digo siempre, estos papeles de comedia que deben mantenerse serios y no conviene apayasar, son muy ingratos.
P.J.L. Domínguez

           

viernes, 18 de octubre de 2013

EL CABALLERO DE OLMEDO

Sala: Teatro Fernán-Gómez Autor: Lope de Vega Director: Mariano de Paco Dirección estética: Felype de Lima Intérpretes: Javier Veiga, Marta Hazas, José Manuel Seda, Enrique Arce, Encarna Gómez, Jordi Soler, Andrea Soto y Alejandro Navamuel. Duración: 1.25' 
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Marta Hazas y Javier Veiga. Detrás, los toros, las lanzas y los dramáticos
efectos de iluminación.
ATENCIÓN: ÉSTA NO ES LA CRÍTICA DE EL CABALLERO DE OLMEDO QUE DIRIGE LLUIS PASQUAL EN 2014. LA TIENEN EN ESTE ENLACE.

A veces esto está bien, aquello está bien... y el conjunto es para salir corriendo. Bueno, empecemos por lo que es evidente que no funciona. El vestuario está, más que de El caballero de Olmedo, cerca de Juego de tronos: con todos esos cuellos de piel, parece que Ned Stark, el señor de Invernalia, va a aparecer en cualquier momento. Les pongo una foto, por si no lo tienen en mente.


El héroe se sostiene con la túnica (o como se llame) puesta; cuando se la quita, el jubón (o como se llame) le ciñe a la cintura la gonela (o como se llame), que se le acampana y le da un curioso aire a Las labradoras de Murcia, o similar. La heroína, un poco damisela encerrada en la torre, toda de blanco con ancho cinturón dorado; en fin, podría pasar. La que no pasa es la pobre Fabia, que mientras hace de sí misma parece que ha salido de un catálogo de tejidos distinto al resto, y que cuando comparece como virtuosa maestra de la falsa vocación de Doña Inés, ¡oh, sorpresa!, resulta que se ha escapado de un desfile de Agatha Ruiz de la Etc. y lleva un corazoncito tridimensional cosido en el pecho. Como lo oyen. Rojo.

En fin, repasado el vestuario, vamos con lo que estaría bien si no lo tuviéramos que ver todo junto. La escenografía, bien, da juego. Fíjense que, por una vez, casa hasta con el maldito escenario del Fernán-Gómez. Les pongo una foto en la que se aprecia que consiste en una simple tarima escalonada (los actores no paran un momento y no se tropiezan nunca; no es poco mérito). La foto está ahí no sólo por ese motivo. Está también para que aprecien el fondo, el desparrame de luz roja, los toros (!) y las lanzas. Paciencia, ahora vamos con todo. El fondo es una tela muy arrugada que se ilumina desde abajo para conseguir todo tipo de efectos dramáticos. Aquí la ven iluminada en rojo, en la imagen de arriba del todo algo ven de la fase azul. En la que sigue, aprecian bien de qué se trata.


La  música es, nada menos, que de Tomás Marco. Música "original" dice el programa de mano. Si es así, se trata de un alarde de producción. Hermosa en sí misma, colocada casi todas las veces como quien le pone a un Cristo dos pistolas.

Es evidente que la iluminación, de Fischtel, se ha cuidado hasta el extremo, tanto al sacar partido de ese fondo, como en el innumerable rosario de efectos que se suceden. Por ejemplo: ante determinados hechos, la acción se congela, Fabia gesticula de forma abracadabrante y, zas, efecto de luz. El maligno anda suelto y tal. No hacía ninguna falta.

No menos habilidad se ha desplegado en la utilería: primorosas máscaras de toro que los actores se ponen cuando no les toca escena. Y lanzas. Omnipresentes lanzas. No están mal cuando el texto pide una verja, por ejemplo. El resto del tiempo molestan bastante. Molestan tanto como las primorosas máscaras de toro, el fondo, la excelente música, los millones de efectos de trabajada iluminación, las idas y venidas sin cuento de los actores sin parlamento arriba y abajo por los escalones (y por detrás), la madeja de lana roja, la cinta roja, la tela roja (ya lo hemos entendido, por Dios) y, ya está dicho, el vestuario de Juego de tronos. El conjunto es horroroso, y cualquier cosa menos El caballero de Olmedo. Cuidado, que para gustos se hicieron los colores (también el rojo), y puede que haya quien vea esto perfecto. A mí me parecía oscilar entre puesta en escena de tragedia griega en los setenta (Minotauros y lanzas que baten el compas) y vestíbulo de discoteca en los ochenta (telas iluminadas desde abajo).

Aquí ven las máscaras de toro y, en parte, el efecto acampanamiento de la gonela
del protagonista. A ratos es peor. Juraría que en mi función llevaba un juboncillo que terminaba en la cintura, pero puedo equivocarme.Ven también dos caballeros de Invernalia detrás.



Esto de amontonar todo tipo de elementos incongruentes lleva a un par de situaciones grotescas con los toros. En una, los hombres pelean mientras las bestias observan. El efecto es cómico. En otra, la separación de la pareja se simboliza con un grupo de toros en medio, que se van incorporando a medida que la pareja se va separando. Cómico. Claro, que no menos arbitrario es el inicio, en el que Fabia recorre el escenario dando vueltas en las manos a la madeja de lana mientras repite "que de noche le mataron al caballero / la gala de Medina, la flor de Olmedo". Esto también se repite a coro por todo el elenco como un millón de veces. El paseo de Fabia recuerda (gracias a los dioses, es más corto) a aquel horrible inicio del Tito Andrónico de Animalario. El espectador no puede dejar de pensar: "pero si ya sé lo que va a ocurrir exactamente hasta que termine el recorrido". 



Por resumir lo dicho hasta ahora, ésta es una función completamente arruinada por los elementos ajenos a la interpretación. De uno en uno, y para otra pieza, podrían ser hasta hermosos. Todos juntos y en Olmedo, un desastre. ¿Hay interpretación? Bueno, algo queda, entre iluminación dramática y utilería bovina. ¿Y cómo va? Pues entre nubes y claros. Las dan todas en su sitio Jordi Soler y Andrea Soto, papeles breves. A los protagonistas (que estaban estupendos en Amigos hasta la muerte) se les adivina la loable intención -me parece- de intentar un registro más bien ligero, sin melodrama. Hay momentos en que el verso fluye liviano de esa manera, pero la cosa no cuaja. A Fabia la ponen a hacer de todo, y hace lo que puede, pero se desquita en el rato del fingimiento, que coloca de perlas con corazoncito de trapo y todo. Entregados Arce y Seda, más flojo el compañero de fatigas de este último.

P.J.L. Domínguez
Les dejo enlaces a otros comentarios:

           


sábado, 12 de octubre de 2013

EL CRÉDITO

Sala: Teatro Maravillas Autor: Jordi Galcerán Director: Gerardo Vera Intérpretes: Carlos Hipólito y Luis Merlo Duración: 1.10' 
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Si quieren ver fotos que dan más idea del aspecto de la función, las tienen aquí.

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Las comedias de Galcerán se suceden, como en los tiempos en los que el teatro lo era todo, en estrecha sintonía con la actualidad. El método Gronholm llegó cuando no sólo teníamos trabajo, sino hasta entrevistas para conseguir otro mejor. Burundanga, en el último minuto del terrorismo. Fuga, aunque escrita bastante antes, se estrenó en castellano cuando comenzábamos a ver en el horizonte la ola de corrupción que hoy nos ahoga. Pocos títulos podrían encontrarse más al día que éste de ahora, pero no hay que engañarse: la dichosa escasez, eso que los tertulianos llaman “el grifo” del crédito, no es más que el paisaje de la comedia.

  Galcerán aplica esta vez a la pieza para dos actores –el formato rey de la comedia de ingenio- la técnica de llevar al espectador de sorpresa en sorpresa. El resultado no es una cumbre del género, pero entretiene, con un aire en su argumento que recuerda, ya lo ha señalado alguien, a Black Mirror.


    Vera –que tiene una maravillosa Maribel y la extraña familia también en cartel- ha acertado en tono y ritmo y deja explayarse a su aire a Luis Merlo y Carlos Hipólito. Ambos sostienen el pulso sin interrupción de principio a fin, con algún momento memorable, como el que yo llamaría El Hipólito desencadenado. A juzgar por el entusiasmo del público, tenemos función para rato.

Y lo que no cabía allí:

Digo en la crítica que Vera ha dejado bastante a su aire a los actores, y eso es siempre aventurarse mucho si uno no ha visto los ensayos, pero es la sensación que me da. Hay cosas que hay que amarrar más, que son más estilizadas (y la Maribel del mismo Vera es muy buen ejemplo de eso), y otras que ganan dejando al intérprete que sea él mismo. Hay que ser un buen director para decidir cuándo meterse por un camino o por el otro. 

Merlo venía de bordar su papel en Deseo de Miguel del Arco (una función que creo que ha tenido menos éxito del que merecía), un papel abiertamente dramático, en atrevido contraste con el que el gran publico le conoce en la tele. Hipólito es, sin medias tintas, uno de nuestros más grandes actores. Así que merecía la pena ponerlos a echar un pulso dirigiéndolos con suavidad. Ha salido bien la cosa.

El aire de familia del argumento con Black Mirror lo señalaba Begoña Barrena, y yo tuve la misma impresión. Creo que podría contarles perfectamente la premisa de la función sin destriparla (porque aparece muy al principio), pero me dice JM que ni se me ocurra, así que me limitaré a revelar que Merlo amenaza con algo más bien grotesco a Hipólito si éste no le concede el crédito. Ése es el arranque...
P.J.L. Domínguez
           


CERDA

Sala: La Casa de la Portera Autor y director: Juan Mairena Intérpretes: Dolly, Inma Cuevas, David Aramburu, Soledad Rosales y María Velesar Duración: 1.10' 
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No sé quién es el dueño del seudónimo Juan Mairena, si es que de seudónimo se trata. Supongo que cualquiera que haya mantenido diez minutos de charla ante la puerta de la Casa de la Portera lo sabrá, pero yo tengo mis limitaciones: de casa al teatro y del teatro a casa. Raramente me entero de nada más que de la representación. Con ese nombre como referencia sólo encuentro Cerda y Desmontando a Blancanieves, pero es de suponer que, quizá bajo otra identidad, ande rondando la actividad escénica desde algún otro frente, porque de esto sabe un rato.

Especifico: sabe un rato de escribir teatro. Ha escrito y dirigido Cerda. Vamos, que es su papá y su mamá. Y Cerda está infinitamente mejor escrita que dirigida. Es un texto que a ratos se va para acá (comedia petarda), a ratos para allá (absurdo puro) y a ratos para acullá (lirismo dramático). Que acumula referencias de Blade Runner, Santa Teresa, Gertrude Stein (una  cerda es una cerda es una cerda...), Esperanza Gracia (la de los horóscopos de la tele), la cultura infantil (monjamonjamonjamon...) o una de las más ingeniosas glosas de Hamlet nunca oídas: "Ser o no ser, ésa es la cuestión... sobre todo si la deciden otros" (cito de memoria). Lo sorprendente es que todo esto casa en un conjunto coherente que va llevando al espectador por una pendiente de sorpresas: no hay manera de pillarle el género. Es, por tanto, un verdadero bombón (envenenado) para cualquier director que quiera hincarle el diente.

Pero esa compleja coherencia del texto no encuentra contrapartida en la dirección. No se puede dirigir el melodrama como melodrama, la comedia petarda como comedia petarda, el chiste de Muchachada Nui como Muchachada Nui... en una simple yuxtaposición de escenas. Ahí está precisamente la dificultad de poner en escena esta pieza. Si suman que el elenco es notablemente irregular, comprenderán que Cerda se queda bastante por debajo de sus posibilidades. Algo que no hace más que incidir en el elogio al texto, porque lo cierto es que, a pesar de todo lo dicho, la función se ve con agrado, mantiene uno el interés y suelta alguna carcajada.


Inma Cuevas y Dolly.
Están muy bien Dolly -as herself, seguro que más dirigida daría sorpresas- y, sobre todo, Inma Cuevasque estuvo en su día en aquella maravilla de Los últimos días de Judas Iscariote que las da todas: igual se pone mística, que absurda, que lúbrica. Todo con convicción.
P.J.L. Domínguez


Debo decirles que todas las críticas que he leído son más benévolas que la mía y que la función ha suscitado un notable entusiasmo desde hace varios meses. Tienen una selección en la página de La Casa de la Portera.


           

viernes, 11 de octubre de 2013

ROBERTO ZUCCO

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Bernard-Marie Koltès (versión de Cristina Genebat)) Director: Julio Manrique Intérpretes: Pablo Derqui, Laia Marull, Andrés Herrera, María Rodríguez, Xavier Boada, Rosa Gámiz, Xavier Ricart y Oriol Guinart. Duración: 2.00' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




  Vaya por delante que tengo mis más y mis menos con el texto. Desde luego, miren ustedes donde miren, leerán que es una de las cumbres de la dramaturgia del siglo XX. En fin, no negaré que es un gran texto, pero no sé yo si una cumbre. En lo relativo a la carga poética de fondo, Roberto Zucco es un epígono (y un epígono dulcificado) de los antihéroes de Genet, cada día lo tengo más claro. Desde luego, no soy el primero que ve el parentesco (pongan los apellidos de ambos autores en Google y encontrarán de todo: aquí tienen a alguien que lo dice bien clarito), pero me extraña que la crítica teatral no lo mencione con mayor frecuencia. Que esta inversión de los valores corrientes en un ejercicio de glorificación de la violencia y mitificación del violento se admire sin citar el original. Y no me refiero a la mayor o menor cercanía del teatro de uno y otro, sino al universo referencial que hay detrás de esta obra, y que es idéntico al de novelas como Notre-Dame-des-Fleurs, Journal du voleur o Querelle de Brest. La voz dedicada a Koltès en la wikipedia en francés habla de las influencias de Rimbaud o Claudel, pero ni una palabra sobre Genet. Sin embargo, la wikipedia en inglés califica de  "evidente" su influencia.


  ¿Quieren una hipótesis descabellada sobre estos extraños fenómenos? Koltès fue, como repite todo el mundo, un homosexual en un mundo heterosexual (no sé si la frase es suya o de algún crítico temprano). Su antihéroe es heterosexual. Genet se ha mantenido, aún hoy, en el cajon queer. Sus antihéroes son homosexuales. Lo que se llama cultura gay. Les parecerá una tontería, pero esas cosas crean barreras mentales a la hora de relacionar esto con aquello. Por cierto, algo habría que decir también sobre Pasolini a cuenta de toda esta historia, pero estamos escribiendo una crítica, y no un ensayo.

  Eso respecto al fondo. Respecto a la forma, y que me perdone la crítica mundial, estoy de acuerdo con la señora que les decía a sus amigas a la salida del Matadero "le sobra un poquito". Siempre tengo la sensación de que le sobra un poquito. Pero claro, ¿quién es el guapo que se atreve a meter una buena tijera a Koltès? Me parece más redonda De noche, justo antes de los bosques, e incluso Combate de negro y perros, que no se hace precisamente corta. Pero el Zucco se me antoja siempre un poco desflecado. Me consuela un poco leerle a Ordóñez que a él no le gustó durante mucho tiempo. Y, desde luego, no soporta una mala interpretación. Hay cosas que pasan por encima de lo que sea (no sé, Melocotón en almíbar, por ejemplo) y otras que, como no estén primorosamente representadas, apaga y vámonos. Koltès y Genet son gemelos en esto. Baste como muestra el insufrible Zucco de Pasqual en el María Guerrero allá por 2005 ó 2006, o el tedioso Balcón de Facio en el Matadero en 2010.


La imagen no es un montaje, es una foto real de cómo los distintos ambientes de
cada escena están compactados en un único bloque.
  Nada más lejos de la excelente lectura que Julio Manrique realiza, y que ya se llevó a la crítica de calle en Barcelona (ver enlace anterior a la de Ordóñez). Una lectura... compacta, diría yo, de la que la escenografía de Sebastià Brossa -con todos los ambientes amontonados- es la plasmación visual. Es como si todos los elementos en juego, sobre todo la interpretación, se hubieran concentrado en el objetivo de que ninguno de los flecos mencionados quede colgando. No hay tiempos muertos, apenas hay respiro entre escena y escena. Uno engulle tanto la peripecia como las salidas por la tangente lírica como las ocas cebadas para producir foie: sin pensárselo. Creo que es la única manera de que el espectador asuma el texto en su conjunto, sin perderse en los meandros, y creo que Manrique lo ha hecho a la perfección. Ese fluir sin fisuras se agrieta quizá un poco en la complicada escena con rehén -algo pariente de Splendid's de Genet- donde habría que sentir una aceleración que pase por encima de una escritura que baila entre lo verosímil y lo poéticamente incendiado.

La mirada de Pablo Derqui
En resumen, es éste un Roberto Zucco que da lo mejor del texto, algo que no sería posible sin unos excelentes intérpretes. A comenzar por Pablo Derqui, que da la medida del personaje con una simple mirada. Todos lo hemos visto histriónico en Isabel, en un personaje al que todo tenía que írsele de boquilla. Éste es su exacto opuesto, alguien que, como la funcionaria asesina "con su sierra sabe qué hacer". No le hacen falta alardes. Gran actor, gran Zucco.

  El resto no le va a la zaga. Maravilloso monólogo final de Laia Marull. No menos maravillosa lección de interpretación -repetida personaje tras personaje- de Xavier Boada. No menos maravillosa pareja de hermanos de María Rodríguez y Andrés Herrera. Rosa Gámiz, excelente como madame del burdel y madre del asesino. Y, como decía más arriba, la escenografía es un personaje añadido que ayuda lo suyo.
P.J.L. Domínguez

miércoles, 9 de octubre de 2013

CAMPANADAS DE BODA

Sala: Teatro Nuevo Alcalá Autor y director: Jordi Millán Intérpretes: Xavi Tena, Toni Torres, María Garrido Meritxell Durò, Annabel Totusaus, Alexandra González, Babeth Ripoll, Bernat Cot, Montse Amat, Oriol Burés y Àlex Esteve. Duración: 2.25'
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Primero de los dos espectáculos incluidos en el precio de la entrada.
Imagen que quizá les dé una pálida idea del despiporre que se monta después.

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Con los tiempos que corren, quizá sea oportuno señalar que Campanadas de  boda son dos espectáculos por el precio de uno. En el primero, Hortensia y Margarita –dueñas en Madrid del emporio florista Las Catalanas y, respectivamente, madre y tía soltera- organizan el bodorrio de Violeta con una estrella de Bollywood. Bodorrio a la altura de su relevancia social. O sea: que el escenario es tomado por limpiadoras, modistos, peluqueras, la tuna (sí, la tuna), auxiliares de toda índole… además de los más o menos estrafalarios miembros de la familia, desde la brasileña exuberante hasta la tía ultraconservadora. Todos a la vez, todos progresivamente más desaforados y todos coordinados en un prodigioso timing que nadie mejor que La Cubana es capaz de articular. Costumbrismo deliciosamente pasado de vueltas, no por ello menos reconocible por cualquiera que se haya visto en trance parecido.


    Pero llega la boda… y lo que era una función de teatro se convierte en un desmadre que no debo destripar. Sólo diré que el teatro es ocupado, que se repite la interacción con el vídeo de Cegada de amor y que los bocadillos de Cómeme el coco negro son sustituidos por pamelas. Están todos superlativos, pero son Totusaus y González los motores principales. Impresionantes vestuario, escenografía y alarde de vídeo. De la música, me quedo con “De teja y mantilla”, por Meritxell Duró.

Y esto lo que escribí el día que colgué el enlace:

Si me siguen estos últimos días, verán que voy con retraso y que estoy colgando las críticas de la Guía mondas y lirondas, sin más comentario. Paciencia, espero volver pronto al habitual trote cochinero. Pero esta vez, algo tengo que añadir: si tienen penas, sinsabores, amarguras... no se pierdan Campanadas de boda. Les aseguro que durante dos horas y media se les olvidará todo lo que les atribula.
P.J.L. Domínguez


           

           

LA VERDAD SOSPECHOSA

Sala: Teatro Pavón Autor: Juan Ruiz de Alarcón (versión de Ignacio García May) Director: Helena Pimenta Intérpretes: Fernando Sansegundo, Joaquín Notario, Rafa Castejón, Juan Meseguer, Marta Poveda, Nuria Gallardo, Pepa Pedroche, David Lorente, Pedro Almagro, Juanma Navas, Óscar Zafra, Alberto Gómez, Anabel Maurín y Mónica Buiza Duración: 1.55' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Algo aprecian en la foto de la escenografía de Andújar.

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:


  Helena Pimenta, y casi todo el elenco de La verdad sospechosa, vienen del monumental éxito de La vida es sueño. Semejantes fiestas provocan a veces tremendas resacas, aunque sólo sea porque debe de resultar terrible sentir la exigencia del público después de rozar el cielo. 

Pues bien, nadie ha perdido el pulso. “Calderón, aprobado; vamos con el siguiente”, parece haber sido la actitud. Y Pimenta ha aplicado a Ruiz de Alarcón, como antes al otro, en primerísimo lugar el arte de descifrar. Sale uno, otra vez, con la sensación de no haber asistido a una simple representación, sino a una nueva revelación del texto. Se las ha arreglado, con la colaboración de García May, para asainetearlo por una parte –deliciosas escenas de los embustes del protagonista o de Jacinta pidiendo casamiento a gritos-, pero también, paradójicamente, para resaltar su fondo de comedia amarga. 

Decisiva también la escenografía de Andújar: aporta riqueza espacial y, pueden ser figuraciones mías, una cierta brisa de desesperación. Los intérpretes están en un punto altísimo de su integración en la compañía. Sin espacio para todos, mencionaré a Sansegundo (ya fue un magnífico Clotario), al simpar Notario y a Poveda, tan rotunda Rosaura entonces como desorientada Jacinta ahora. Castejón, Lorente… no hay puntada sin hilo.
P.J.L. Domínguez