miércoles, 13 de febrero de 2019

MATRIOSKA

Sala: Nave 73 Autor: Gabriel Fuentes Director: Óscar Pastor Intérpretes: Manuela Morales, Elena Rey, Charo Gabella, José Juan Sevilla, Dolores Cardona, Lía Pastor y Leire Izquierdo  Duración: 1.00'  
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que ya no está en cartel)


No encuentro una sola imagen del montaje en Nave 73. Echaré otro vistazo en los próximos días.
SI VA MUY LENTO CON EXPLORER, INTÉNTELO CON CHROME

(no sean gandules y léanse eso primero, que si no, no se enteran)

1.- Tiene una virtud Matrioska, y es que dura lo que tiene que durar. Una hora exacta. Alguna vez les he hablado de esa obsesión por inflar los tiempos, por ese consenso tácito y absurdo de que las cosas son más serias cuanto más duran. Pónganse un par de piececitas del Álbum de la juventud de Schumann y me dicen si les parecen peores que cualquier infinito ladrillo de Bruckner (lo que más aprecio de haber dejado de ser músico es que puedo decir tranquilamente que paso total de alguien, por ejemplo, de Bruckner, sin que me importe que me llamen ignorante). Mi preferida es la que escribió cuando se enteró de la muerte de Mendelssohn. Les dejo un enlace a una grabación semichunga, porque en las que encuentro profesionales corren todos que se las pelan (a pesar de que la partitura pone NICHT SCHNELL muy clarito). Volviendo al hilo, estarán tan acostumbrados como yo a ver cosas que dan para x y terminan durando 18x. Perdonen la nomenclatura matemática, llevo unos días de intensa dedicación a la ESO.

Hay un formato, digamos alternativo -ya saben que odio la palabreja, que cada vez tiene menos sentido, pero de alguna manera hay que entenderse- que alienta perfectamente en unos cincuenta o cincuenta y cinco minutos. Con una regla que, como todas en este negocio, está acribillada de excepciones, pero que funciona bastante bien: más texto, más duración; más gesto, menos duración. Por eso las piezas de danza duran menos que las de teatro de texto. Estadísticamente hablando, subrayo, antes de que alguien me llame algo feo. Matrioska, ya lo decía en la Guía, tiene un texto brevísimo que debe de caber, a lo sumo, en una docena de páginas. Escrito como este párrafo (sin dobles líneas entre lo que dice cada personaje), no llegará ni a media docena. El resto, hasta los sesenta minutos, es coreografía. El primer acierto de Óscar Pastor fue no tener empacho en dejarla ahí. Alarguen esto hasta la canónica hora y cuarto (que parece que a la gente le da vergüenza no alcanzar los setenta y cinco minutos) y se cargan el encanto.

¿Ustedes ven el parentesco? Mi cerebro se obstina en verlo.
2.- En el apartado "parecidos no razonables" tengo que citar Raíces trenzas. No tengo ni idea del motivo, porque se parecen como un huevo a una castaña, pero me pasé la función intentando quitármela de la cabeza, sin conseguirlo. ¿La casa aislada en medio de ningún lugar? Debe de ser eso. Pero también una cierta forma de inquietud. Por cierto: ¿dónde está Jorge Sánchez?

3.- Me llamó mucho la atención la música. No le pude dedicar la atención en exclusiva, pero a pesar de eso el oficio del autor saltaba a la vista (perdón, al oído). Esto no es frecuente en el teatro, no porque quienes hacen música de teatro sean peores que quienes hacen música en general, sino porque la formación clásica (de conservatorio) va siendo más rara de encontrar en un compositor que un ornitorrinco en el Pisuerga. Cediel ha tenido la habilidad de combinar una escritura atonal (creo, ya les digo que oí con el rabillo del oído) con unos bajos rítmicos que permiten al espectador digerir lo que haga falta. Hay que añadir algo evidente que me llevó años entender. No es que esa música de origen culto que acabó llamándose "contemporánea" y de la que todo el mundo ha huido como de la peste haya desaparecido. Simplemente, ha sido asimilada -fagocitada por el establishment, como los vaqueros en los setenta- por la paleta de colores de la música como denotativa de la locura, el miedo, el horror... En este bosque lúgubre en el que los lobos acechan a las niñas que no hacen caso de los consejos de su madre, la música puede ser todo lo atonal que le plazca. A nadie va a extrañarle. También pasa en las pelis.

Zorro Disney
Lobo Disney
4.- Los intérpretes no tiene mucho texto para lucirse, pero se atisba una excelente actriz en Elena Rey. Yo diría que el papel de la madre requería alguien un poco mayor, hay pliegues de la amargura que sólo los da la edad. El más ingrato es el de José Juan Sevilla, complicado salirse del estereotipo del malote. Consigue no caer ni en el mafioso de serie española (no se lo tomen a mal, seguramente es un uso injusto de la expresión, pero todos me entienden) ni en esos lobos taimados de los dibujos animados de los años cuarenta. Un aire de malo actual, como los polis jóvenes que pululan ahora por el centro disfrazados de chicos/as a la moda, que parecen un anuncio de esos de chic, chic, guapi. Ahora que lo pienso, en el universo Disney se parece mucho más al zorro que al lobo (ay, cómo saldrán las ilustraciones en el móvil después de maquetar en el ordenador, maquetar con blogger es morir).

5.- Lo mejor es el coro. ¿Estaba en el texto? Entre coro griego, eco de la conciencia, presencia del espíritu del bosque...

Lo dije hace un tiempo y creo que se puede seguir diciendo. Nave 73 tiene la programación más interesante de las salas alternativas (hala, ya está la palabreja otra vez) de Madrid. 
P.J.L. Domínguez
          

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