lunes, 11 de marzo de 2019

EL IDIOTA

Sala: Teatro María Guerrero Autor: Fiódor Dostoievski (versión de José Luis Collado) Director: Gerado Vera Intérpretes: Alejandro Chaparro, Fernando Gil, Ricardo Joven, Jorge Kent, Vicky Luengo, Marta Poveda, Fernando Sainz de la Maza, Yolanda Ulloa y Abel Vitón Duración: 2.00'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Poveda, Gil, Kent y Luengo. Es la parte derecha de la escenografía. Les pongo la izquierda más abajo.
SI VA MUY LENTO CON EXPLORER, INTÉNTELO CON CHROME

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

ENTRAÑABLE IDIOTA

Parece que el gusto decimonónico por llevar a las tablas los éxitos novelísticos revive. En poco tiempo, hemos visto versiones de El corazón de las tinieblas, Tiempo de silencio (que regresa), Jane Eyre, Moby Dick… Reflejar un mundo en un texto necesariamente mucho más breve que el original es siempre tarea compleja, no digamos meterse con El idiota, empresa de alto riesgo de la que José Luis Collado ha salido indemne. Este Idiota se desarrolla con fluidez, se entiende en el sentido más hondo y –sobre todo- se ubica en el cosmos de atormentada ética de su autor.

    No pude evitar la sensación de que faltaba una semana de ensayos. Esto no quiere decir que se perciba una torpeza generalizada, pero sí algunas réplicas que se podrían pulir, determinadas actitudes que rendirían más en otro tono. Son detalles, y es muy posible que el rodaje termine de pulirlos, pero no oscurecen la cuestión fundamental: la historia atrapa, los intérpretes se ensamblan con precisión, las idas y venidas (docenas de idas y venidas para contar tanto) están bien engrasadas. La composición que Fernando Gil hace de este idiota entrañable va creciendo a medida que pasan los minutos y termina por ganar el aprecio del espectador, como ha ganado el de la extraña sociedad que lo rodea. Yo diría que no sobra ni un minuto de las dos horas que Dostoievski demanda.

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Me voy a ponerles el enlace a Los hermanos Karamázov, también de Vera, y compruebo que nunca la colgué. Así que se la copio:

TRAGEDIA, FARSA, MELODRAMA

Primero, lo más evidente: tres horas y veinte de función que se sostienen. No aburrir en doscientos minutos tiene ya un mérito considerable. ¿Va la cosa más allá? Sí. ¿Está a la altura del reto autoimpuesto? A ratos. Mucha, muchísima novela Los hermanos Karamázov para subirla a un escenario. La adaptación de José Luis Collado narra con bastante soltura y evita hábilmente que los personajes tengan que rendir informes verbales de todo lo ocurrido fuera del teatro.

    Se le ha reprochado a Vera la vehemencia en el tono, el griterío sostenido. No me molestó. Me parece, más bien, que su lectura se acerca en muchos pasajes a lo trágico (aunque, como ha dicho Ordóñez, termine en melodrama), y que si uno piensa en Esquilo mientras ve a Dostoievski entiende mejor lo que ha hecho. La tragedia vira, empujada por Echanove, hacia la farsa. Quizá no representará al papá Karamázov que tenemos en mente, pero compone un Falstaff bien encajado en este XIX ruso. Disiento de algunos de los pareceres leídos y oídos: Poveda es una magnífica elección para una Grúshenka en alocado equilibrio entre la alegría de vivir y la destrucción. Y destaca Vilajosana, completamente transfigurado en su personaje. ¿Lo mejor? La escena en la iglesia con el padre Zosima. Y el alarde de escenografía e iluminación (Vera y Gómez-Cornejo) de enorme belleza.

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1.- Lo primero que salta a la vista es que, esta vez, no hay la menor vacilación de género. Vera se instala en el drama, yo diría que acertadamente.

2.- Nota escenográfica. Tuve la constante sensación de que esto se iba todo el rato a la derecha (del espectador). La afirmación no es estadísticamente cierta, porque hay unos cuantos cuadros (los de la apacible vida familiar de los Epantchin y el nada apacible de Nastassia arrojando el dinero al fuego, por ejemplo) a la izquierda. Quizá el efecto se deba a que era yo el que intentaba no fijar la atención ahí, porque había algo que me perturbaba: un arco que no sé si tiene intención realista pero que me hacía un efecto como de las casitas de cartulina de recortar y pegar que me regalaban de niño cuando estaba enfermo (y que tuvieron un efecto decisivo sobre una de mis vocaciones). Lo ven en la foto.

Ulloa, Gil y Luengo. A la izquierda, el arco.
A diferencia de lo que ocurre en el otro lado, con ese estrepitoso rojo de la tela adamascada, aquí no hay apenas nada que distraiga del arco. Serán tonterías, pero su acabado-cartulina-plegada, que resalta sobre un lienzo de pared liso y extenso, gravitó sobre mi percepción durante las dos horas.

3.- No sé si debería empezar a preocuparme, pero tanto aquí como en El jardín de los cerezos mi opinión parece alinearse con el consenso de la crítica. ¿Será la edad? Divaguemos sobre eso. Hay un par de avezados espectadores que me han sustentando su juicio negativo sobre este Idiota en consideraciones del tipo "es una cosa antigua". Hace unos veinte años, yo estaba sinceramente convencido de que el teatro de texto estaba muerto. No era memo (no más que la media, creo), era joven. Recuerdo a mis mayores mirándome con conmiseración. Tenían razón. Ni el teatro de texto ni Vera están muertos. Siempre habrá lugar para eso que las actrices mayores llaman en las entrevistas "el teatro de siempre", es un género indestructible. Pero está, además, la cuestión del tiempo y la perspectiva. El otro día, por pura casualidad, me endilgué uno de los conciertos para piano de Rachmaninov (ahora parece que hay que escribir Rajmáninov, paciencia). Les aseguro que hacia 1985 los espíritus más despiertos de la vanguardia musical lo consideraban, más o menos, un idiota, como a Myshkin. ¿Por qué? Porque siguió escribiendo como Tchaikovski (¿cómo se escribirá ahora?) en pleno siglo XX, haciendo caso omiso de los sucesivos últimos gritos. Treinta años después, cada vez importa menos que Rachmaninov muriera en 1943 y Tchaikovski en 1893. Cuanta más distancia tomamos, más cercanos parecen. Dentro de doscientos años serán estrictamente contemporáneos. Esto es pertinente también respecto a ciertos comentarios sobre La geometría del trigo de Conejero. Que si "muy Lorca", que si "esta trama la hemos visto muchas veces". Ya, pero eso importa poco. Sólo importa si las cosas están bien hechas. La geometría y El idiota están bien hechas.

4.- Poco sitio tenía en la Guía para detallar lo que me pareció escaso de ensayos. Me pareció, por ejemplo, que Yolanda Ulloa -una superactriz que admiro sin reservas- estaba colocada en un lugar distante y frivolón que, adecuado como registro general, rentaría más con alguna grieta abierta hacia la implicación sentimental: la fragilidad que muestra en la última escena, con Myshkin en la silla de ruedas, sin ir más lejos. Algo parecido creí ver en Ricardo Joven y Abel Vitón. Marta Poveda, que es de esas actrices cuyos detractores y admiradores tienden al extremo (yo mismo soy un fan entregado) desplegaba todos los talentos que posee, pero con menos matiz que de costumbre. Insisto: si tuviera que apostar, yo diría que cuando publico esta entrada estará todo más ajustado.

5.- ¿Sobran las proyecciones, como me dice C.? No sé si sobran. Pero es verdad que el montaje sería idéntico si se eliminaran. No así, si se eliminara la música. Se me antojó oír a Prokofiev, a Shostakovich y hasta a Katchaturian en un momento, pero no se fíen mucho. Hace años que dejé de dominar el repertorio. Ya no hablo de oídas, que es lo bueno en este caso, sino de campanas que no sé desde dónde me llegan.
P.J.L. Domínguez
          

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