domingo, 17 de marzo de 2019

LAS COSAS BUENAS

Sala: El umbral de primavera Autores: Victoria Facio y Pablo Rojas Directora: Victoria Facio Intérpretes: Noelia Noto, Soledad Caltana y Majo Cordonet Duración: 1.15' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Boceto de la escenografía. Es de Pablo Rojas, uno de los autores. Lean más abajo.
SI VA MUY LENTO CON EXPLORER, INTÉNTELO CON CHROME

El Umbral de Primavera se abre, directamente desde Lavapiés, sobre otro mundo, haciendo honor a ese nombre de “umbral” que lo define con especial acierto. No solo programa con frecuencia teatro argentino, sino que también es centro de gravitación de creadores, intérpretes y público de ese origen. Parafraseando al NODO, “la Argentina al alcance de los madrileños”.

    En una de estas operaciones, ha programado esta comedia (?) escrita por Pablo Rojas y Victoria Fazio, y dirigida por la segunda. Muy interesante como retrato de la degradación económica, social y moral –en orden de relevancia creciente- de un lugar perdido en la Pampa, cuya descomposición se refleja en la familia protagonista. Dos hermanas que sobreviven no se sabe cómo y que reciben la visita de la tercera, que abandonó el agujero hacia horizontes mejores y sólo supo excavarse un agujero más grande. Un extraño ser ausente. Un descacharramiento progresivo que lleva de la comedia costumbrista a la comedia disparatada, se da una vuelta por el melodrama y desemboca, prácticamente, en la sceneggiata, el género napolitano de las pasiones delirantes. Noto, que brillaba en aquella simpar Adentro de Carolina Román, Cordonet y Caltana hacen alarde de ese realismo que, según dice la leyenda, sólo saben bordar los argentinos.

La crítica en papel salió con un error: sustituí a Cordonet por otra. Queda constancia.

La foto de más arriba está ahí porque no encuentro ni una del montaje, pero también porque la escenografía tiene gracia en su sencillez y ponerles el boceto subraya su importancia. Tras la ventana, una proyección figura la calle (modestas viviendas unifamiliares de enfrente, árbol, perro, motos ocasionales), pero hay un estrecho espacio entre la ventana y la pantalla en el que las actrices pueden ubicarse para hablar desde fuera. Refuerza algo que siempre me parece maravilloso en el teatro: la presencia de lo ausente. De lo que, en realidad, no está en ninguna parte más que en nuestro cerebro, pero que cobra una presencia que puede resultar abrumadora. Tras luchar a brazo partido con mis neuronas he conseguido atrapar el recuerdo que pugnaba por aflorar en ese magma viscoso en el que se ha convertido mi memoria: La Pilarcita. Hay millones de ejemplos, claro, alguien que no aparece nunca, pero que se supone que está tras la puerta, pero el de La Pilarcita me gustó especialmente. Aquí hay dos. Una niña que la tercera hermana se trae puesta y que se pasa un buen rato en el coche, al sol (muestra del dominio de otro recurso siempre efectivo: los tópicos nervios del espectador por el grifo que sabe que se han dejado abierto y olvidado en la habitación de al lado). La verosimilitud, les decía, se refuerza porque a su madre la vemos ahí fuera y porque a la niña se le grita a través de la ventana. Hay otro (personaje ausente): Felequete (o similar), que podría ser un perro o -esto es más inquietante- un hermano con alguna discapacidad y convenientemente escondido. Como en El ombligo de la reina. Adoro las casualidades de la cartelera.


* * *
¿Quieren una de casualidades? Me releo la crítica de La Pilarcita, y encuentro esto: 


Me trae a la memoria Luciérnagas Como si pasara un tren: dibujo de paisaje apartado, personaje que llega de otra galaxia a desestabilizar la monotonía estancada. Tres autoras argentinas. Tanto alineamiento no puede ser coincidencia, revela alguna veta subterránea de sensibilidades compartidas. 

¿Han leído eso? ¿OTRA autora argentina con este esquema de personaje que llega de otro sitio a un lugar detenido en el tiempo? Ahora ya no me queda ni media duda: esto es un arquetipo como la copa de un pino. Y lo primero que se me ocurre -primero de sicoanálisis- es que se trate de proyecciones de las autoras; de cómo se sienten cuando regresan a su país. ¿No? Que alguien formule otra hipótesis para explicar TANTO paralelismo. Les juro que no caí cuando la vi, volver a La Pilarcita ha sido un puritito impulso inconsciente.
* * *
Las cosas buenas es de esas piezas que, al primer vistazo, parecen una cosita de nada. No lo es. Crece en el recuerdo. Si la ven después de leer esto, fíjense en cómo interactúan las actrices con los objetos. No hay nada más certero para medir la interiorización del personaje. Es lo de la cerilla. Cuando un actor tiene que encender una cerilla en escena se enfrenta a la posibilidad de que no le salga a la primera. El fingimiento canta la Parrala cuando la primera falla. Si está en personaje, da igual que no se encienda o que se hunda el techo. Llevo años poniendo el mismo ejemplo: Cortizo comiéndose un plátano en La última cinta de Krapp cuando se oyó a lo lejos el llanto de un niño imprevisto. Lo incorporó, porque en ese momento él era Krapp. Aquí están rodeadas de cositas, chocolatitos, vestiditos, juguetitos... que se comportan a veces como deben y a veces como no deben. No importa, lo incorporan. Lo de Soledad Caltana es tan rematadamente natural que uno se pregunta -como siempre en estos casos, cuando es la primera vez que ve a un intérprete- si no estará interpretándose a sí misma. Así que me he ido a ver sus vídeos, y no: es que es buena. Aquí tienen los de Majo Cordonet (pinchen aunque las bolitas sigan dando vueltas), que tampoco es manca. A Noelia Noto ya la conocen.

No hay nada que me guste más que ser obvio: imagínenselas en Tres hermanas.

Nota final: Victoria Facio era la vidente en Carne viva de Despeyroux. ¿No perciben un común y suave aroma de delirio? Así como a lo lejos.
P.J.L. Domínguez

          

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