viernes, 14 de marzo de 2014

MARCA ESPAÑA

Sala: Teatro del Barrio Autor y director: Alberto San Juan Intérpretes: Marta Calvó, Alejandro Casas, Vanessa Espín, José Fernández, Pilar Gómez, Anette Grzmil, Raúl Jiménez, Ana Rayo y Estefanía de los Santos. Duración: 1.20'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Espín, Fernández, Orzmil, Casas, Calvó, Santos, Gómez, Jiménez y Rayo.


Todos tenemos malos momentos. Puesto a echar un vistazo en la red sobre la Marca España, voy y me topo con la página oficial del invento. Por todos los dioses, no se la pierdan. Muy fuerte, ¿eh? Si cuando la pinchen sigue como está ahora, verán que primero los textos se pisan unos a otros, y que cuando la deslizan hacia abajo el Grupo Pascual es sustituido por Paco de Lucía. Les aseguro que no les tomo el pelo. Me pregunto cuál puede ser la utilidad de la página. 




¿Se acuerdan de Espuña? Salchichones. El niño del anuncio leía en la etiqueta Es-pa-ña, y su madre le corregía: Es-pu-ña. Pienso irremediablemente en embutidos cada vez que oigo la expresión esta de marras. Marca España, es que tiene narices la cosa: Cervantes; la fabada; León, Quintero y Quiroga; Gaudí; la tuna; El Escorial; Altamira; las fallas; Jardiel... todo en el mismo caldero. ¿Es posible que alguna vez se haya barajado el uso de este logotipo que reproduzco y que circuló por ahí? Eso lo diría todo.


Como tantas otras veces -practico una postura vital a la que llamo pesimismo operativo-  me acerqué al Teatro del Barrio como quien va a que lo degüellen. Es tan fácil mofarse de la ridícula idea de convertir a un país en una marca. Es tan previsible por dónde pueden ir un director y un grupo de actores progres con este tema. Es tan inútil el teatro de la pura militancia que no centra su empeño en el logro artístico (echen un vistazo, si les apetece, a lo que decía a propósito del tema en la crítica de El policía de las ratas y sobre los temas comprometidos en la de La esclusa). Resumiendo mucho: ningún espectáculo se salva por la nobleza del tema que trata. Rectifico: ninguno debería salvarse, aunque lo cierto es que a menudo un tema indiscutible termina por imponer una función mediocre. Me voy a ahorrar los ejemplos, que hoy no estoy de humor para sembrar vientos.

Primera imagen que me da Google para el término "pesimismo". Así me siento (de sentir y de sentar) a menudo en el teatro. Sobre todo en el Alfil.

Lo bueno del pesimismo operativo es que le hace a uno prepararse para lo peor, de modo que cualquier cosa que supere ese listón infame se convierte en motivo de celebración. Marca España me hizo pasar un buen rato. 

Casi no tiene texto original. Al noventa y nueve por ciento, reproduce cosas dichas por otros: políticos, economistas, activistas, obispos, ciudadanos airados... Así era Guantánamo, de Brittain y Slovo. Recupero un fragmento de mi crítica de entonces (2006) que también es aplicable ahora:
A pesar de su austeridad –sólo se reflejan hechos y testimonios reales- la función trasciende la mera información. No es lo mismo leer estos relatos que escucharlos encarnados en los actores: a la fría indignación moral se le suma el impacto emocional amplificado por la cercanía tanto física –los intérpretes están a dos pasos del espectador- como del estilo interpretativo. Como en cualquier iniciativa militante de este tipo, el peligro de lo obvio acecha siempre a dos milímetros, pero aquí se esquiva con habilidad reflejando también los inevitables aspectos grotescos –casi cómicos- de algunas acciones policiales. 


Aquello era un drama y esto una comedia. Allí se reflejaban algunos aspectos grotescos, y aquí lo grotesco reviste protagonismo, subrayado a veces por recursos sencillos, como el de que el sermón del obispo incluya absurdas repeticiones de la última sílaba de algunas frases. Desde luego, el peligro de lo obvio ("los generadores de la crisis son unos supervillanos") acecha, pero la energía y la calidad de los actores quedan por encima. Incluso por encima del, quizá, mayor lastre de la función. No sé si será así, pero el resultado final tiene aroma a creación colectiva. El gran riesgo de las creaciones colectivas es siempre una excesiva heterogeneidad, una sobreabundancia de ideas felices, de registros interpretativos, de densidad simbólica que el trabajo en equipo va generando y que el espectador no tiene manera de descifrar. Si ya a un único cerebro le cuesta lo suyo podar y concentrar mensajes, a un grupo se le va la olla con suma facilidad, y luego no hay quien entienda por dónde iban. Les decía prácticamente lo mismo respecto a Escriba su nombre aquí, vista hace poco en el mismo lugar. 

Marca España puede resultar un poco desparramada a ratos por este motivo, el aspecto global de la función se resiente de una estructura que se acerca peligrosamente a la sucesión de monólogos. Pero, como decía, afortunadamente los actores suplen esa falta de argamasa con un derroche de pirotecnia interpretativa. Dicho de otro modo: primorosa dirección de actores, menos acertada en la visión de conjunto.



Todos están muy bien. Es una de esas frases que a uno le prohíben en primero de crítica, por ramplona, pero qué le vamos a hacer: esta vez es insoslayable. Sabía que Marta Calvó (en la foto) y Ana Rayo son dos actrices estupendísimas. Vi a la primera mantener con soltura el tipo en un entorno tan modesto como el de Encierros. Tenía referencias excelentes de Estefanía de los Santos, a quien me perdí (ay) en la alabadísima Las plantas de Messiez. El resto han sido sorpresas. Los nueve actores interpretan a más de veinticinco personas reales. Como no quiero aburrirles con una lista interminable de lo que me pareció cada papel, me limitaré a mencionar los que más me gustaron. El Durán i Lleida de la Calvó (cierto que este tipo da él solito para dedicarle una función completa), la Michinina de los Santos, la Sáenz de Santamaría de Rayo, la anónima ciudadana andaluza (no la encuentro en el programa) de Gómez, el obispo de Grzmil y la Colau de Espín. Sí, me gustaron más las chicas, como casi siempre. Solté un par de carcajadas, sonreí mucho rato, incipientes oleadas de indignación pugnaron en algún momento por alterarme (estoy entrenadísimo en controlarlas, como ustedes, qué remedio nos queda). ¿Qué más quieren para una noche de viernes?

Nota final: El jueves 27, el Teatro del Barrio acoge un monólogo de Julián Ortega que vi en Barcelona y que no tiene desperdicio: La tigresa y otras historias, con textos de Dario Fo. Ortega realiza un alarde, tanto físico como interpretativo, que les aconsejo que no se pierdan.
P.J.L. Domínguez
           

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