Sala: Teatro Español Autor: Federico García Lorca Directores: Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica Intérpretes: Carmen R. de la Pica, Chelo Vivares, Badia Albayati, Alejandra Navarro, Matilde Juárez, Rocío Osuna, Irene Polo, Irina Kouberskaya, Mª Luisa García Budí y Enriqueta Sancho. Duración: 2.30' (veinte minutos de entreacto)
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
RAE. GENIO:
Hugo Pérez de la Pica es un genio. Así, dicho claramente y sin la menor sombra de ironía. Éste es un país difícil, los reconocimientos llegan tarde y mal. Estaría bien que, por una vez, llegaran pronto y bien, y no lo encontráramos convertido en objeto de culto en Francia antes de que aquí lo conozca nadie, como ocurrió con Rodrigo García. No sobraría, por ejemplo, que alguien le encargara la dirección de algún montaje público. Es una idea.
¡Está en verso! En verso libre, pero en verso al fin. Les he puesto en rojo, fucsia, morado y azul las rimas, en verde los ecos rimados o cuasi-rimados. He subrayado los octosílabos, que funcionan como un cañonazo donde aparecen. Por supuesto, no creo que al autor se le haya pasado esto por la cabeza, le debe de salir de manera automática. La última estrofa es estupenda.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:
No
es teatro de este mundo: esto que firman Kouberskaya y Pérez de la Pica no
tiene parangón en Madrid y en 2014. Nadie hace nada ni remotamente parecido.
Nadie sostiene cuatro minutos mudos para que se oiga una canción de Guridi en
toda la rotundidad de su función dramatúrgica. Nadie detiene la acción a base
de tableaux vivants ni se atreve a
poner patas arriba el tradicional realismo de la Bernarda Alba salpicándola de
paseíllos y pasos de Semana Santa e iluminándola como un Ribera. Nadie mete en
un mismo caldero marchas procesionales, pasodobles toreros, tango, el Capricho
Español y al citado Guridi. Nadie lo hace sin salir trasquilado. Lo milagroso es
que todo esto, y mucho más, casa admirablemente y compone un tipo de teatro que
brilla solitario en el panorama y que hay que conocer.
Las intérpretes son de goma en manos de los
directores. Tienen que decir el texto mientras ejecutan todo tipo de acciones
minuciosamente coreografiadas. Lo hacen rozando el virtuosismo. Si tuviera que
destacar algo, serían las escenas de Porcia (Chelo Vivares) con Bernarda (Carmen
Rodríguez de la Pica) y con Adela (Badia Albayati, en mi función).
Y lo que no cabía allí (para entenderlo bien, mejor leer primero aquello y luego esto):
I
RAE. GENIO:
4. m. Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables.
Pérez de la Pica y Kouberskaya. |
Vean el segundo párrafo de lo que dice en el programa de mano:
"Cada vez que se representa La casa de Bernarda Alba ocurre el mismo milagro, la obra se sujeta en sí misma, el texto fluye, funciona, se sujeta en el aire y nos tiene en vilo como si no conociéramos la obra, eterna en el repertorio. Pero qué hay bajo esa aparente fluidez, bajo ese naturalismo costumbrista, parece que lo sientes y masticas a la vez, creo que es un mismo, exacto, finísimo e infinito intento de Federico, una aglomeración de negro que ilumina para intuir la color verdadera de la tez del sino".
¿No notan nada? Si tienen tiempo y humor, léanlo en voz alta. Y si no, vean lo que ocurre si cambiamos su aspecto.
Cada vez que se representa
La Casa de Bernarda Alba
ocurre el mismo
milagro, la obra
se sujeta en sí misma
el texto fluye, funciona.
Se sujeta en el aire y nos tiene en vilo
como si no conociéramos la obra,
eterna en el repertorio.
Pero qué hay bajo esa aparente fluidez
bajo ese naturalismo
costumbrista, parece que lo sientes
y masticas a la vez.
Creo que es un mismo
exacto, finísimo e infinito
intento de Federico
una aglomeración de negro que ilumina
para intuir la color verdadera
de la tez del sino.
¿No notan nada? Si tienen tiempo y humor, léanlo en voz alta. Y si no, vean lo que ocurre si cambiamos su aspecto.
Cada vez que se representa
La Casa de Bernarda Alba
ocurre el mismo
milagro, la obra
se sujeta en sí misma
el texto fluye, funciona.
Se sujeta en el aire y nos tiene en vilo
como si no conociéramos la obra,
eterna en el repertorio.
Pero qué hay bajo esa aparente fluidez
bajo ese naturalismo
costumbrista, parece que lo sientes
y masticas a la vez.
Creo que es un mismo
exacto, finísimo e infinito
intento de Federico
una aglomeración de negro que ilumina
para intuir la color verdadera
de la tez del sino.
¡Está en verso! En verso libre, pero en verso al fin. Les he puesto en rojo, fucsia, morado y azul las rimas, en verde los ecos rimados o cuasi-rimados. He subrayado los octosílabos, que funcionan como un cañonazo donde aparecen. Por supuesto, no creo que al autor se le haya pasado esto por la cabeza, le debe de salir de manera automática. La última estrofa es estupenda.
Ahí tienen a un tipo al que los comentarios del programa de mano le salen sin querer en verso libre -es mucho más fácil que te salgan en verso codificado-, y que firma dirección, vestuario e iluminación (cuando no el propio texto y el espacio sonoro) de espectáculos, uno tras otro, prodigiosos. Echen un vistazo a Donde mira el ruiseñor cuando cruje una rama y a Por los ojos de Raquel Meller. Si esto no es un genio...
Dirige La casa de Bernarda Alba junto a Irina Kouberskaya. Ella es, como él, otro personaje improbable. Si, cada uno por su lado, ya hubieran sido fenómenos extraños, me pregunto cuál era la probabilidad de que se encontraran y trabajaran juntos. Vean, en la crítica de Tétrada, a qué me refiero cuando hablo de seres que no son de este planeta.
Estos marcianos han tenido varios meses en la Sala Tribueñe tanto la Bernarda Alba como unas Bodas de sangre que tanto ustedes como yo no hemos ido a ver porque somos más vagos que la chaqueta de un guardia (así lo decía mi abuela). Y tiene delito, al menos en mi caso. Que si viene a desmano, que si los horarios. Con el agravante del pestiño de Bodas de sangre que nos sacudió el Valle-Inclán esta temporada, y que pedía a gritos un sacrificio propiciatorio al numen de Lorca en plan Kouberskaya. En fin, la montaña ha venido a nosotros, indignos espectadores del Español. Como no vi el montaje original en sala pequeña, no puedo decir que pierda. Alguien me lo susurra, pero ya saben que es un comentario muy socorrido siempre. De cualquier manera, sería lo normal. Lo dije respecto a Por los ojos de Raquel Meller, y me dicen por ahí que el triste comentario que apareció en mi blog se debe al propio Hugo Pérez (?). Dos cosas. Una: por Dios, poca importancia tiene una opinión entre miles, no hay que sobrevalorar al crítico. Dos: repito que es normal, sobre todo con creadores de estas características. Y me explico. Dada la minuciosidad rayana en lo obsesivo de estas puestas en escena, es más que lógico que estén concebidas para un espacio concreto, con compás, escuadra y cartabón. El exacto opuesto de esos musicales de serie B (ojo, muy dignos a veces) que hacen hoy un bolo en Albacete y mañana otro en La Coruña. O sea, que los espectáculos resulten un poco menos una vez trasladados, es en este caso la prueba definitiva del rigor extremo con el que son creados. He dicho. Hay que ver cómo soy cuando me pongo a pontificar...
Volvamos al quid. No la he visto en pequeño, en grande es estupenda. Como decía en la crítica en papel, quizá lo más sorprendente es la capacidad de incorporar en el mismo artefacto elementos heterogéneos que ligan en una sorprendente homogeneidad de conjunto. Si alguien me cuenta que ha visto a Bernarda encabezar, como si fuera el matador, un paseíllo torero, y que en ese momento se le ven las medias moradas, no tendría empacho en imaginar un auténtico desastre de función (como un Lope que recuerdo, en el que el protagonista se quedaba en slip rojo). Quizá usted, que me lee, estará pensando lo mismo. Se equivoca. Las medias refulgen ahí en medio, cumpliendo con su función como todo lo demás. Ítem más, los cuadros que cuelgan en el vacío de la caja escénica, que reproducen en un neobarroco sui generis lo que parecen santos ascetas de escuela española. Todos le suenan a uno intensamente, pero conociendo el percal de Pérez de la Pica lo mismo no son reproducciones. Les recuerdo que el prodigioso texto de Donde mira el ruiseñor era casi enteramente suyo, por mucho que remedara asombrosamente las formas del pasado.
Ya he mencionado en la crítica impresa las escenas que más me gustaron respecto a la interpretación. Me queda subrayar que también Martirio (Matilde Juárez) y Angustias (Alejandra Navarro), los dos papeles principales restantes, las dan todas en su sitio. Perdonen el chiste fácil, pero nos martirizan y nos angustian.
Podría estar escribiendo toda la tarde, pero me parece que ya les he propinado bastante ladrillo. Sólo una cosa más. Que yo recuerde, sólo hay otros dos directores habituales en Madrid que sepan hacer un uso de la música con tal rendimiento dramatúrgico: Pandur y Vasco. En gran medida, es eso lo que hace colar las medias moradas, los tableaux vivants y lo que haga falta. La mencionada Amorosa de las Diez canciones vascas de Guridi (creo que grabada ad hoc por la Banda Sinfónica Municipal de Música de Madrid en un ejemplo de sinergia poco frecuente), es otra marcianada que, explicada, es incomprensible. ¿Vasca? Vasca... ¿Bernarda? Y ya verán si funciona.
Yo no me la perdería. Una advertencia: la primera parte es, en buena medida, una preparación y una inversión de tiempo necesaria para que la segunda llegue a buen puerto. Así que tengan un poco de paciencia y den tiempo a la función, no todo puede ser Microteatro.
II
Dirige La casa de Bernarda Alba junto a Irina Kouberskaya. Ella es, como él, otro personaje improbable. Si, cada uno por su lado, ya hubieran sido fenómenos extraños, me pregunto cuál era la probabilidad de que se encontraran y trabajaran juntos. Vean, en la crítica de Tétrada, a qué me refiero cuando hablo de seres que no son de este planeta.
Estos marcianos han tenido varios meses en la Sala Tribueñe tanto la Bernarda Alba como unas Bodas de sangre que tanto ustedes como yo no hemos ido a ver porque somos más vagos que la chaqueta de un guardia (así lo decía mi abuela). Y tiene delito, al menos en mi caso. Que si viene a desmano, que si los horarios. Con el agravante del pestiño de Bodas de sangre que nos sacudió el Valle-Inclán esta temporada, y que pedía a gritos un sacrificio propiciatorio al numen de Lorca en plan Kouberskaya. En fin, la montaña ha venido a nosotros, indignos espectadores del Español. Como no vi el montaje original en sala pequeña, no puedo decir que pierda. Alguien me lo susurra, pero ya saben que es un comentario muy socorrido siempre. De cualquier manera, sería lo normal. Lo dije respecto a Por los ojos de Raquel Meller, y me dicen por ahí que el triste comentario que apareció en mi blog se debe al propio Hugo Pérez (?). Dos cosas. Una: por Dios, poca importancia tiene una opinión entre miles, no hay que sobrevalorar al crítico. Dos: repito que es normal, sobre todo con creadores de estas características. Y me explico. Dada la minuciosidad rayana en lo obsesivo de estas puestas en escena, es más que lógico que estén concebidas para un espacio concreto, con compás, escuadra y cartabón. El exacto opuesto de esos musicales de serie B (ojo, muy dignos a veces) que hacen hoy un bolo en Albacete y mañana otro en La Coruña. O sea, que los espectáculos resulten un poco menos una vez trasladados, es en este caso la prueba definitiva del rigor extremo con el que son creados. He dicho. Hay que ver cómo soy cuando me pongo a pontificar...
Volvamos al quid. No la he visto en pequeño, en grande es estupenda. Como decía en la crítica en papel, quizá lo más sorprendente es la capacidad de incorporar en el mismo artefacto elementos heterogéneos que ligan en una sorprendente homogeneidad de conjunto. Si alguien me cuenta que ha visto a Bernarda encabezar, como si fuera el matador, un paseíllo torero, y que en ese momento se le ven las medias moradas, no tendría empacho en imaginar un auténtico desastre de función (como un Lope que recuerdo, en el que el protagonista se quedaba en slip rojo). Quizá usted, que me lee, estará pensando lo mismo. Se equivoca. Las medias refulgen ahí en medio, cumpliendo con su función como todo lo demás. Ítem más, los cuadros que cuelgan en el vacío de la caja escénica, que reproducen en un neobarroco sui generis lo que parecen santos ascetas de escuela española. Todos le suenan a uno intensamente, pero conociendo el percal de Pérez de la Pica lo mismo no son reproducciones. Les recuerdo que el prodigioso texto de Donde mira el ruiseñor era casi enteramente suyo, por mucho que remedara asombrosamente las formas del pasado.
Toma imaginería barroca. |
Ya he mencionado en la crítica impresa las escenas que más me gustaron respecto a la interpretación. Me queda subrayar que también Martirio (Matilde Juárez) y Angustias (Alejandra Navarro), los dos papeles principales restantes, las dan todas en su sitio. Perdonen el chiste fácil, pero nos martirizan y nos angustian.
Podría estar escribiendo toda la tarde, pero me parece que ya les he propinado bastante ladrillo. Sólo una cosa más. Que yo recuerde, sólo hay otros dos directores habituales en Madrid que sepan hacer un uso de la música con tal rendimiento dramatúrgico: Pandur y Vasco. En gran medida, es eso lo que hace colar las medias moradas, los tableaux vivants y lo que haga falta. La mencionada Amorosa de las Diez canciones vascas de Guridi (creo que grabada ad hoc por la Banda Sinfónica Municipal de Música de Madrid en un ejemplo de sinergia poco frecuente), es otra marcianada que, explicada, es incomprensible. ¿Vasca? Vasca... ¿Bernarda? Y ya verán si funciona.
Yo no me la perdería. Una advertencia: la primera parte es, en buena medida, una preparación y una inversión de tiempo necesaria para que la segunda llegue a buen puerto. Así que tengan un poco de paciencia y den tiempo a la función, no todo puede ser Microteatro.
P.J.L. Domínguez
1 comentario:
Entoces, quizas le interese escuchar sus poemas. Hoy las 22:00
en el teatro tribueñe
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Ánimo, comente. Soy buen encajador.