Sala: Microteatro por dinero Autor y director: Esteban Garrido Intérpretes: Dos paquetes de tabaco (manipulados por Esteban Garrido) Duración: 16'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Hay felices ideas y felices ideas. Una feliz idea es un planteamiento a priori que nada tiene que ver con nada y que informa decisivamente todo el discurrir de una función. Por ejemplo: vamos a hacer Tres hermanas con sólo tres actrices. Lo hace Sanchis Sinisterra, y va y funciona. Me abstengo de poner ejemplos negativos, que estoy hoy de buen humor (aunque luego recibo mensajes de todo tipo que me los reclaman, son ustedes peores que los críticos). En esto de la feliz idea -como en todo, la verdad- lo esencial es la duración. Tiene uno que saber hasta dónde le da la ocurrencia para mantener vivo el interés del espectador. A Sanchis le da para ochenta soberbios minutos. Ésa es la más importante de las decisiones: cuánto voy a hacer durar esto. La feliz idea de Garrido consistió en convertir a dos paquetes de tabaco en protagonistas de su historia, y el acierto estuvo en estirarla lo que podía estirarse: dieciséis minutos.
No hay trampa ni cartón. Sólo una mesa en la que el propio Garrido (en la foto) manipula a la vista a los dos paquetes protagonistas. La única ayuda suplementaria es una banda sonora muy acertada que contribuye a la identificación de los sentimientos de los personajes en cada momento. Es bien conocido el efecto sorprendente por el que nuestro cerebro percibe mensajes expresivos en, rigurosamente, cualquier cosa: animales, vegetales, objetos. ¿Han visto lo que hace Familie Flöz? Los actores se cubren el rostro con máscaras estrictamente desprovistas de expresión, pero -para sorpresa del propio espectador- uno va viendo en esas caras el sentimiento que corresponde a cada giro del relato. El truco está, lógicamente, precisamente en la objetiva falta de expresión de la máscara, que nosotros rellenamos como conviene. Lo mismo ocurre con los paquetes de tabaco.
Dieciséis minutos son suficientes para una comedia, un drama o una tragedia. Díganselo a Caperucita Roja. Garrido ha escrito una pequeña historia que parece primero que va por aquí, y que luego va por allá, y que no les quiero desbaratar. Bien contada, sin que se le vaya hacia la comedia cursi o hacia el grand guignol (que podía) Lamentablemente, los créditos no incluyen los nombres de los actores (parece que ambos se llaman Marlboro), así que los llamaré Él y Ella, buenos intérpretes los dos. Ella sabe transmitir ternura, desamparo, leemos en su expresión a dónde la está llevando el amor. Él destaca sobre todo por la contención y la sencillez con la que saca adelante la última escena, todo un reto.
Hay felices ideas y felices ideas. Una feliz idea es un planteamiento a priori que nada tiene que ver con nada y que informa decisivamente todo el discurrir de una función. Por ejemplo: vamos a hacer Tres hermanas con sólo tres actrices. Lo hace Sanchis Sinisterra, y va y funciona. Me abstengo de poner ejemplos negativos, que estoy hoy de buen humor (aunque luego recibo mensajes de todo tipo que me los reclaman, son ustedes peores que los críticos). En esto de la feliz idea -como en todo, la verdad- lo esencial es la duración. Tiene uno que saber hasta dónde le da la ocurrencia para mantener vivo el interés del espectador. A Sanchis le da para ochenta soberbios minutos. Ésa es la más importante de las decisiones: cuánto voy a hacer durar esto. La feliz idea de Garrido consistió en convertir a dos paquetes de tabaco en protagonistas de su historia, y el acierto estuvo en estirarla lo que podía estirarse: dieciséis minutos.
No hay trampa ni cartón. Sólo una mesa en la que el propio Garrido (en la foto) manipula a la vista a los dos paquetes protagonistas. La única ayuda suplementaria es una banda sonora muy acertada que contribuye a la identificación de los sentimientos de los personajes en cada momento. Es bien conocido el efecto sorprendente por el que nuestro cerebro percibe mensajes expresivos en, rigurosamente, cualquier cosa: animales, vegetales, objetos. ¿Han visto lo que hace Familie Flöz? Los actores se cubren el rostro con máscaras estrictamente desprovistas de expresión, pero -para sorpresa del propio espectador- uno va viendo en esas caras el sentimiento que corresponde a cada giro del relato. El truco está, lógicamente, precisamente en la objetiva falta de expresión de la máscara, que nosotros rellenamos como conviene. Lo mismo ocurre con los paquetes de tabaco.
Dieciséis minutos son suficientes para una comedia, un drama o una tragedia. Díganselo a Caperucita Roja. Garrido ha escrito una pequeña historia que parece primero que va por aquí, y que luego va por allá, y que no les quiero desbaratar. Bien contada, sin que se le vaya hacia la comedia cursi o hacia el grand guignol (que podía) Lamentablemente, los créditos no incluyen los nombres de los actores (parece que ambos se llaman Marlboro), así que los llamaré Él y Ella, buenos intérpretes los dos. Ella sabe transmitir ternura, desamparo, leemos en su expresión a dónde la está llevando el amor. Él destaca sobre todo por la contención y la sencillez con la que saca adelante la última escena, todo un reto.
P.J.L. Domínguez
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