miércoles, 5 de marzo de 2014

DORIAN

Sala: La Pensión de las Pulgas Autor y director: Carlos Be (basado en El retrato de Dorian Gray de Óscar Wilde) Intérpretes: Jorge Cabrera, Fernando Dávila, David González, Carlos López, Javier Prieto y Alfonso Torregrosa Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Francisco Dávila, Jorge Cabrera, Carlos López (de espaldas), David González, Alfonso Torregrosa y Javier Prieto.
Dalí, también en nuestra cartelera estos días, pasa por ser el inventor del truco consistente en focalizar sobre el artista la atención tradicionalmente prestada a la obra, haciendo del personaje Dalí su primera y principal creación. Después vendrían Warhol o Lady Ga-Ga, pero el fenómeno tiene una larga prehistoria. Wilde la menciona en El crítico como artista bajo el argumento de que la autobiografía es irresistible. Insiste allí en el enorme interés universal por las confesiones ajenas, y cita a Cellini, Lord Byron (cómo no), Montaigne o San Agustín como ejemplos de vidas sometidas voluntariamente al escrutinio público. When people talk to us about others they are usually dull. When they talk to us about themselves they are nearly always interesting. Él mismo se convertiría en una atracción pública, en un mago del escamotage que, durante años, mostró lo que los demás querían ver e insinuó lo que no querían ver, hasta terminar, como todo el mundo sabe, como el juguete roto de Gran Hermano Avant la Lettre, un programa que no se emitía en la tele, sino en los centros de chismorreo: clubs de los señores (por llamarles algo) y salones de las señoras (por llamarles algo).


Dalí, o cómo convertirte
en tu propia obra.
Vi ayer, en uno de esos lugares de la red donde se puede plantear cualquier pregunta para que los usuarios elijan después la mejor respuesta, que alguien quería saber si Dorian Gray era gay. Caray con la preguntita. La mitad de los consultados responderá que la novela menciona explícitamente sus relaciones con mujeres y sólo con mujeres, y que en la época era frecuente un trato entre hombres que ahora consideraríamos por lo menos ambiguo. La otra mitad contestará que es evidente que Wilde está simplemente cambiando el género de los partenaires (como en Aziyadé de Pierre Loti, de 1879; El retrato de Dorian Gray es de 1890) en un momento en el que era impensable plantear semejante cosa abiertamente. Lo que ocurre es que la pregunta es errónea. Es como aquel célebre ejemplo: "¿Dejó usted de pegar a su mujer?" Si uno no ha hecho nunca tal cosa, no puede responder ni sí ni no, sólo le queda impugnar la propia pregunta. Aquí es lo mismo. Reproduzcamos el único diálogo lógico posible:

    - ¿El personaje de Dorian Gray es gay?
    - ¿Pero qué rayos me está preguntando?


Tengo otro ejemplo, sugerido por la inefable, y a veces tan radicala, A. cuando el príncipe de Asturias se echó novia. Pregunta: ¿Debe un príncipe heredero casarse con una plebeya? Única respuesta lógica: ¿Qué es un príncipe heredero?


Dandi
El personaje es lo que es, y perdonen la tautología: un tipo rodeado de sombras, indefiniciones y vaguedades, en una novela que está hecha a base de sombras, indefiniciones y vaguedades para que cada lector imagine la enormidad que más le escandalice: por ejemplo, esta enormidad de que a un señor le gusten otros señores (o, como diría Jardiel, que entre una señorita estupenda y un ingeniero de caminos, elija lo segundo). Para encontrar la condena social equivalente en la actualidad sólo se me ocurre que fuera sospechoso de tráfico de armas, maltrato de género o pederastia. La homosexualidad sobrevuela -o subyace, elijan la imagen que prefieran- una enorme cantidad de la producción artística de... iba a decir "de alrededor de 1900", pero me acabo de dar cuenta de que tengo que escribir "de todos los tiempos". Para no poner ejemplos obvios referidos a las artes plásticas o la literatura: ¿se les ha ocurrido escuchar bajo este punto de vista la música de Tchaikovsky? Les sugiero que lo hagan. Hay momentos que no desmerecen de los Pet Shop Boys. 


¿Dandi? ¿León?
Volviendo, más o menos, al asunto, resulta que tanto el decadentismo como el dandismo (y otros  muchos ismos más o menos contemporáneos, como el simbolismo, el prerrafaelismo... y hasta el historicismo puro y duro,  entre el neoclasicismo de un Canova y sus versiones pompier o académicas incluso en el siglo XX) están recorridos de parte a parte por un persistente soplo homoerótico. ¿Cuándo se corresponde con una homosexualidad real de los autores? ¿Cuándo se corresponde, y esto nos interesa más que la pregunta anterior, con una homosexualidad necesariamente velada de situaciones y personajes, pero presente en la intención del autor? Cualquiera sabe.


Típico cuadro pompier. En fin...
Sólo les diré una cosa: si por un prodigio paranormal pudiéramos espiar una cena de dandis o de leones (tengo que remitir a la wikipedia en francés para un término que fue bastante usado, pero que parece desaparecido del castellano) hasta los más sietemachos nos parecerían primos de Paco Clavel, dicho sea sin ánimo de ofender ni a los dandis ni a Paco ni a sus primos. Así que los modales tampoco prueban gran cosa.

Ergo. ¿Era gay Dorian Gray? Si. No. Quizás. Ni si ni no. 

Todo esto viene a cuento de que Carlos Be ha escrito una versión explícitamente todoterreno -bisexual, quiero decir- en la que Dorian se lía con Basil, con Sibyl, con Henry, con Alan... y no se lía con Victoria y con el público porque supongo que lo prohíbe el Reglamento de Espectáculos. ¿Era lícita la operación? Sí, tan lícita como convertir en grulla al Pato salvaje o en lesbiana a Alicia (la del país de las maravillas). No lo digo en broma: los textos están para hacer lo que a uno le pida el cuerpo. La pregunta clave es otra: ¿funciona?


Ágata, Victoria, y a ratos Henry, tiran
un poco a Dinastía.
Hombre, funciona bastante. De lo que le conozco al autor, éste es el texto con más personajes y mayor duración. Palabras mayores. Parece un experimento por ampliación, sin perder la característica más evidente, y atractiva, de sus obras: el batiburrillo de géneros. En Dorian -en la combinación de su escritura y su puesta en escena- hay drama, melodrama, tragedia, soap (Javier Prieto travestido parece sacado de Dinastía) y hasta algún toque de grand guignol, alta comedia y comedia petarda. Lo dicho, palabras mayores. A la escritura -que está por encima de la puesta en escena- sólo le achacaría un exceso de esas archicitadas frases brillantes de Wilde, que Henry escupe a ratos como una ametralladora, y que marean un poco con tanto brillo. Ya no por el texto, sino por su puesta en escena, la cosa se desparrama en algunos momentos, yo diría que por causas múltiples:

a) Quizá falta de rodaje (vi una de las primeras funciones).
b) Una dirección algo superada por tanta oscilación de género como la ya glosada, y por la cantidad de acontecimientos a integrar: sexo con algo de ropa, sexo sin nada de ropa, muertos que tienen que morirse, muertos que tienen que irse, información que los mensajeros deben traer del foro, dobletes de los actores... 
c) Un elenco con altibajos.
d) Una pieza que necesita espacio y distancia, creo yo. Algo me dice que ganaría en escenario convencional. Y me pregunto de forma inevitable: ¿por qué no ocurre lo mismo con MBIG? Y me respondo: porque, aparte de cualquier consideración de calidad pura y dura, va derecha al asunto, no hay la menor confusión de género. Dorian, por todo lo dicho, exige al espectador una mayor renuncia a su incredulidad.
e) Un final que viene después de la mejor escena, en plan Tarantino: monólogo cínico  de Wolfgang sobre música de Bach y fondo de acción sadomasoquista. Es una buena trasposición a la actualidad del decadentismo original del relato. El final, que no está mal pensado, queda un poco deslucido por su proximidad a este clímax.


Más difícil todavía: pompier y explícitamente gay.
Aquiles llora sobre Patroclo, de Mykola Ge.
Además de bisexualizarlo todo, Carlos Be ha desplazado también, ligeramente, el eje del tema. Mientras el original habla, sobre todo, de la corrupción moral del protagonista, esta versión gira más bien alrededor de los peligros que entraña la belleza física para quienes se le acercan (nadie que pase de los cuarenta y tenga tres centímetros cúbicos de cerebro puede dejar de estar de acuerdo). Tenemos que suponer que el protagonista es poseedor de una belleza irresistible. Como esto va en gustos, habrá quien piense que Carlos López, un chico de belleza apenas post-adolescente, da el tipo, y habrá quien crea que no. En cualquier caso, creo que hay que aplicarle lo siguiente: en Inferno, si no recuerdo mal, Pandur desnudaba completamente -y dejaba desnudo un buen rato- a un Sergio Peris Mencheta que estaba en la flor de su físico. Un evidente mensaje de "venga, ya lo han visto desnudo, dejen de pensar en eso y céntrense en lo mío". Hizo algo parecido con Hamlet.  Por segunda vez en poquísimo tiempo -lo dije respecto a Cuestión de altura, aunque por otros motivos- creo que había que hacer igual. Hay un relativo y semioculto (según dónde se siente usted) desnudo de Dorian, pero tendría que quedarse en pelota picada durante los primeros minutos por delante, por detrás, por arriba y por abajo. Así deja uno cerrada la cuestión de que cada espectador resuelva su propia postura respecto al físico del muchacho, y se centre en la historia.

Los intérpretes, ya lo decía, con altibajos. Torregrosa, que estaba muy bien en Montenegro, está bien también aquí, un poco lastrado por tanta frase brillante. Javier Prieto, mejor de mujer -además de la interpretación, está guapa y elegante- que de hombre, en parte porque las escenas son más agradecidas. Lo de Dávila no era fácil: le toca Sibyl, una chica un poco extrema que sufre más las consecuencias de las causas múltiples arriba citadas (sobre todo de la "d"). 

La elección del protagonista era uno de esos problemas sin solución. O lo pone usted extremadamente joven, con una belleza que no se haya marchitado en lo más mínimo. O lo elige, además de guapo, amoral, calculador y cruel: o, lo que es lo mismo, un poco mayor. Carlos López no está mal, aunque no me formé juicio del todo. Ya veremos por dónde sigue. Hallazgo de la función: la Victoria de David González. Además, es la mejor vestida y caracterizada. Lo he visto en otras cosas, y nunca me había gustado tanto. El público no sabe si tiene que reírse o quedarse serio cuando abre la boca. Vamos, que los deja pasmados. ¿Palpitará en el fondo de este hombre una excelente actriz de melodrama? El que está flojito es Basil.
P.J.L. Domínguez

P.S. Recomiendo vivamente a Carlos López, ahora que es joven, que se cambie el nombre, pero ya. Con ése, nadie lo encontrará nunca. Metan "carlos lópez actor" en Google, y ya verán qué risa. 
P.S.2. Recomiendo también la publicación de fotos de Ágata y Victoria, y de la escena sadomaso.

La crítica de Miguel P. Valiente
           

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ánimo, comente. Soy buen encajador.