martes, 24 de noviembre de 2015

UN ESPÍRITU BURLÓN

Sala: Teatro Fernán-Gómez Autor: Noël Coward (el programa de mano no menciona al autor de la versión) Director: César Oliva Bernal Intérpretes: Berta Ojea, Quim Capdevila, Carla Hidalgo, Antonio Albella, Eva Torres, Lola Escribano y Esperanza Candela  Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)



Estas cosas de aspecto sencillo las carga el diablo. Como son ustedes bastante listos en general, y muchos serán perfectamente conscientes de las dificultades que entraña Coward, se estarán preguntando: "¿quién ha dicho que sean de aspecto sencillo?". Lo son. Tengo una prueba a favor: Coward, como Jardiel, es uno de los autores más utilizados por el teatro aficionado. Los ojos inocentes -no contaminados por los miasmas que emanan de los escenarios- sólo ven un intercambio de frases perfectamente habituales entre personajes perfectamente plausibles: en esta comedia hasta el fantasma parece, de puro civilizado, plausible, y la médium no va más allá de ser una locatis del tipo que todos hemos conocido alguna vez. (¿Locatis? ¿Se sigue diciendo locatis? ¿O la edad empieza a distanciarme del mundo real? Ay).

Colin FIrth en Relative values (Gente con clase). Estereotipo de un personaje que
recorrre la obra de Wilde y de Saki y que es pariente cercano de los de Blithe spirit.

Yo no sé si estaré distanciado, pero Coward -desde luego- revolotea a muchos kilómetros de la realidad. Lo que ocurre es que el muy puñetero (y ése es el núcleo de su talento) escribía de tal manera que toda esta irrealidad cuela perfectamente como si fuera vida cotidiana, sin que percibamos que sólo se sostiene gracias a un armazón de puro estilo. La paradoja fundamental del teatro (la misma que alimenta La paradoja del actor de Diderot) hace que este planteamiento falso-falso-falso exija una realización en escena que parezca natural-natural-natural. ¿Cómo se consigue que tanta falsedad se transmute en completa naturalidad? A través de una estilización completa de la interpretación, que debe construir un tipo de personaje que todos conocemos (piensen en Julie Andrews o Colin Firth en Relative values) y que, si alguna vez existió, desapareció definitivamente el día en que los laboristas establecieron impuestos sobre las mansiones de la aristocracia rural inglesa.

En resumen, que para que esto funcione hay que echarle casi tantas dosis de estilización y amaneramiento como a la Comedia del Arte. Si no, no se percibe el efecto cómico de que este refinadísimo matrimonio se dé todo tipo de coces en los morros sin abandonar nunca un tipo de lenguaje y de gesticulación propios de la gente que vistió faldones de encaje en la cuna. Piensen en Cary Grant y Katherine Hepburn en Historias de Filadelfia (anterior a esto en un año) y tendrán una idea aproximada. Y pueden ver en este enlace nada menos que a Dirk Bogarde haciendo Blithe Spirit.

Berta Ojea. Siempre las da todas.

¿Ha pillado Oliva ese tono? No. Con esto, la crítica está prácticamente terminada. La cosa no va mal, no es que haya bostezos, Berta Ojea -como siempre- lo dice todo bien y coloca los aspavientos donde su oficio le aconseja que los ponga, pasa uno el rato... pero de ahí a un Coward bien hecho va un abismo. Que los Condomine hayan pasado a apellidarse Salamanca ya daba pistas. Las comedias contemporáneas ganan cercanía al espectador cuando se aclimatan, pero esto es complicado de entender si no se ubica mentalmente en ese curioso ambiente -sofisticado y pueblerino a partes iguales- en el que una matrona en la cúspide de la pirámide social podía calzarse unas botas de goma para poner orden en la charca de los patos. El mundo de tantas novelillas de la Christie, de los cuentos de Saki... y, si quieren una referencia más cercana, de Dowton Abbey. Los Condomine son, treinta años más tarde, los vecinos de clase media de los condes de Grantham (cuando la clase media aún merecía ese nombre). 

* * *
Nota sobre fantasmas. Alguien señaló que la profusión de fantasmas en el cine y el teatro en los decenios de las dos guerras mundiales fue una respuesta inconsciente al dolor de tanta gente que había perdido seres queridos y quería ver confirmada su creencia en una vida después de la muerte. Suele mencionarse el gran éxito de El fantasma y la señora Muir (The ghost and Mrs. Muir), de 1947, como ejemplo destacado. Blithe spirit se estrenó el 41, aunque parece que Coward llevaba un tiempo con la idea en la cabeza. Jardiel estrenó Un marido de ida y vuelta, de asunto sorprendemente parecido, en octubre de 1939, rodeado de cadáveres de otra guerra, algo que parece apoyar esa idea de los fantasmas en la ficción como reflejo de los muertos en la realidad. ¿Hay alguna posibilidad de que Coward plagiara? Tienen en este enlace un excelente resumen de la cuestión escrito por Marcos Ordóñez. Jardiel -que no tenía ni una pestaña de tonto- lo creyó siempre, y no es imposible.
P.J.L. Domínguez
          

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ánimo, comente. Soy buen encajador.