Mostrando entradas con la etiqueta Macbeth. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Macbeth. Mostrar todas las entradas

miércoles, 7 de mayo de 2014

LOS MÁCBEZ

Sala: Teatro María Guerrero Autor: William Shakespeare (versión de Juan Cavestany) Director: Andrés Lima Intérpretes: Javier Gutiérrez, Carmen Machi, Jesús Barranco, Chema Adeva, Laura Galán, Rebeca Montero y Rulo Pardo.  Duración: 2.00' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Ahí tienen a las meigas. Estas tangentes de puro visualismo son
lo mejor de la función.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

La fama de nuestros políticos está en niveles tales que esto de trasponer las fechorías de Macbeth a la Galicia actual no parece descabellado de entrada. Mutatis mutandis. Que, en un remoto pasado, el rey de Escocia liquide a sus rivales es una cosa. Que lo haga el presidente de la Xunta… Se podría digerir bajo un enfoque de farsa o de franca vanguardia (Lima parece deslizarse hacia la vanguardia estetizante a ratos, entre Lynch y Pandur), pero se ha pretendido hacer convivir la hipérbole con los parlamentos de Shakespeare en tono convencional, y la cosa no se mantiene. Un Macbeth tradicional sólo avanza si la sucesión de horrores conmueve al espectador, y aquí la oscilación entre la tragedia, el disparate tragicómico y los añadidos en clave puramente visual, produce alejamiento y una mirada gélida sobre lo que debería espantarnos, de manera que las dos horas terminan por hacerse excesivas.

    Hay, sin duda, aspectos atractivos en la puesta en escena. Algunas de las imágenes tienen una cierta potencia: las meigas con liguero y cabeza de cerdo recortadas sobre el fondo traslúcido, por ejemplo, o la aparición de Banquo. Y, sobre todo, buena parte de las interpretaciones, con Carmen Machi llevándolo todo al lugar adecuado con cada simple inflexión de voz. Muy bien Pardo, Montero y Adeva, y excelente Jesús Barranco, tanto de Banquo como de Mayordomo.

Uno.- Vaya, todos de acuerdo, qué aburrimiento: Villán, García Garzón, Ordóñez... todo el mundo ha dicho lo mismo. Con lo que a mí me gusta discrepar. Como esto se repita a menudo tendré que hacérmelo mirar. Los Mácbez no funciona. No funciona en absoluto, quiero decir. Como gustéis no funciona, pero digamos que tiene una falla, una quiebra, que la parte en dos y destroza el efecto de conjunto. Los primeros cien minutos van de muerte y al final remonta otra vez. Aquí, es que la cosa no va para ninguna parte. Que me perdone el consenso de los entendidos, pero es algo que me encuentro recurrentemente en Lima, al que sólo le he visto una cosa redonda: De Madrid a París y El bateo, un programa doble que dirigió en la Zarzuela y que le quedó como para mojar pan. A todo lo demás ya le pasaremos revista otro día, que tengo mucho trabajo atrasado. 


De  Madrid a París, lo mejor que le he visto a Lima.
El problema de Los Mácbez es que no se ha querido elegir género: se abandona la tragedia original (pero no del todo) y se organizan excursiones por los campos de la farsa (ese "me voy a Castellón" roza a Jardiel; por no hablar del pretexto para acercar la Carballeira al palacio de la Xunta; o de la patética, por ridícula, escena del asesinato de la familia de Macduff, o como aquí se llame; etcétera), pero no mucho; o del puro visualismo (caja iluminada, meigas, coreografías de conjunto), pero tampoco mucho. Después de tanta excursión, el patetismo estándar de la angustia de Macbeht-Gutiérrez nos importa un pepino. Hay que tener un pulso formidable para mantener semejante indefinición de género: Ni siquiera Pandur osaba, en su formidable Hamlet tanto desparrame. Por contra, el mejor Macbeth visto por aquí en los últimos tiempos (el de Martret) se quedaba perfectamente pegado a la intención trágica del original.

Dos.- Sí, escenográficamente es interesante, con el proscenio adelantado sobre el patio de butacas y la caja traslúcida encajada como una pecera en una pared negra. Extrema cercanía (la corbata está casi sobre los espectadores) y extremo alejamiento de la caja al fondo. Todo eso es de Beatriz San Juan, muy bien iluminado (y no era fácil) por Valentín Álvarez. Sin embargo, el efecto final, en el que la escenografía adquiere protagonismo, no funciona. ATENCIÓN: SPOILER ESCENOGRÁFICO. La caja se deshace, en transparente metáfora del derrumbe de la causa de Macbeth, pero se deshace de forma más bien fea. De acuerdo, la metáfora ampara también que a la monísima caja se le vea la realidad de los cuatro paneles de chichinabo. Da igual, no cuela. 


Otra: la caja es un paralelepípedo con las aristas inclinadas, de forma que se acentúa la ilusión de fuga. Lo aprecian en esta foto de encima. Pues bien: a la izquierda hay una puerta cuyo dintel NO sigue esa inclinación hacia el punto de fuga central. Es un efecto visual insoportable. Digo yo que para comprar una puerta estándar y no tener que construirla, no se me ocurre otro motivo. Digamos, de paso, que construir expresamente una puerta que cierre de verdad, con el efecto de peso de una puerta de verdad y no de un panelito de morondanga, tiene su aquel (puesto que no hay pared real en la que anclarla). Fíjense si no en la cantidad de puertas de papel que se ven siempre en los escenarios. Son como las maletas que no pesan en las películas.

Vestuario, ni fu ni fa, excepción hecha para el vestido oscuro con moño alto, botas y pieles de la Machi. Lujo de parvenue. Asqueroso, por lo verosímil. Lo tienen en la foto de arriba.

3.- De la Machi ya les he hablado otras veces, y ya ha hablado todo el mundo esta vez. Sobrenatural. Javier Gutiérrez es un gran actor, no cabe duda. Lo último que le he visto, la versión musical de ¡Ay, Carmela!, bastaría para corroborarlo. Pero le pasa un poco como a Raúl Prieto, hay que controlarlo. Si no, le da por abusar de esa cara de estar completamente perdido en el hiperespacio, con la boca abierta y la mirada angustiada. Resulta que esto no lo dice nadie, pero el gesto es tan característico que sale en la PRIMERA FOTO que da Google para su nombre.


          

Es la de la izquierda. A la derecha, una de Los Mácbez. La cabeza inclinada hacia abajo, la mirada de abajo hacia arriba, la boca entreabierta. Se pasó así medio Woyzeck de Vera. Cierto que Woyzeck y Paulino son papeles de perro apaleado. Pero Macbeth, no. Además, se puede hacer de perro apaleado cambiando de cara: Diego Martín, La Venus de las pieles, ya les contaré. 

El hallazgo de estas semanas es Jesús Barranco (foto de la derecha). Compruebo a posteriori que lo había visto en varias cosas, sin que me llamara la atención. Me dejó boquiabierto en La cena del rey Baltasar. Consulto a mi jefe del V.F. y me viene a decir, traduciendo, que de qué guindo me caigo, que es un pedazo de actor. Aquí está de muerte, nunca mejor dicho en el caso de Banquo. La unánime crítica reseñada en la primera línea parece no valorarlo mucho en ese papel (hace dos), pero me gustaría a mí ver la deslavazada escena de la aparición del fantasma, si el fantasma no fueran él y su impresionante jeta de mármol. Si se empeña, no es que no mueva un músculo, es que no mueve una célula. Unánimes, por contra, las alabanzas al mayordomo entregado e impotente ante la debacle de su amo. Se llama Senén, y los que lo vean no lo olvidarán.


Adeva y Rulo Pardo se reparten otro puñado de papeles. Los dos me gustan, aunque a Pardo le ha dejado Lima resbalar un poco en algún momento hacia su proverbial comicidad, que aquí sobra. Aunque quizá sean mis ojos los que se la prestan, es un tipo que me troncha con sólo mover una ceja. Los dos funcionan tan bien en las figuras gemelas de lameculos (perdonen el término, pero me parece el más ajustado) que pierden la propia individualidad y se convierten en una especie de Hernández y Fernández difíciles de discernir. Adeva está de miedo, tanto de presidente como de chófer. Y también Rebeca Montero, tanto de delfina -una burra imbuida de poder, me recuerda mucho a alguien que se ha hecho famoso estos días, pero no voy a mencionar su nombre, permítanme un mínimo de prudencia de vez en cuando- como de chacha: hay momentos en que su mutismo asustado da la medida de las lindezas que los demás largan. Siento decirlo tan claro, pero Laura Galán no llega al mínimo exigible; puede que tuviera un mal día o no sea ésta la función de su vida.
P.J.L. Domínguez
           

lunes, 2 de diciembre de 2013

MC BETH INTERNATIONAL GROUP

Sala: La Pensión de las Pulgas Autor: William Shakespeare (versión de J. Martret)  Director: José Martret  Intérpretes: Francisco Boira, Rocío Calvo, Manuel Castillo, Inma Cuevas, Víctor Dupla, Maribel Luis, Rocío Muñoz-Cobo, Pepe Ocio, Francisco Olmo y Daniel Pérez Prada.  Duración: 2.20'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Ya dan miedo en la foto, imaginen en la representación. Las brujas, sentadas
en primer término -dos en vez de tres- son las mejores que he visto nunca en
un Macbeth. 

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

José Martret, cofundador de La Casa de la Portera, dirigió allí un Ivanov de Chejov (Ivan-off) que obtuvo gran éxito de crítica y público. Inaugura ahora La Pensión de las Pulgas con Mc Beth International Group, título que no debe engañar: aparte de los arreglos para eliminar personajes secundarios, es un Macbeth de tomo y lomo que conserva buena parte de su retórica. Menos mal, Shakespeare no es nada sin retórica.


  Excelentes colaboradores: Alberto Puraenvidia (espacio escénico), Antonio Martín (espacio sonoro), Lupe Valero (vestuario). Excelentes actores: hay que ver a Boira esperando a que Macduff le anuncie la muerte de Duncan, que debe fingir ignorar. O a Ocio, cuando ya sabe que le van a decir que su familia ha sido asesinada. O a Cuevas, pedazo de actriz, en los diversos papeles que encarna. ¡Y qué brujas! Rocío Calvo y Maribel Luis: es la primera vez que me dan miedo las brujas de Macbeth. 

Un pequeño pero: Lady Macbeth se queda, quizá, un poco corta. Todo lo demás, hasta la pequeña licencia de presentar la pieza como la visita a una gran corporación, va haciendo funcionar un engranaje de precisión que salva coitos, muertes y fantasmas y confirma a Martret como uno de los indispensables de nuestro panorama. Una maravillosa función, servida en un precioso envoltorio visual sesentero.

Y lo que no cabía allí (las frases en negrita enlazan ambos textos):

1.- Título que no debe engañar: aparte de los arreglos para eliminar personajes secundarios, es un Macbeth de tomo y lomo que conserva buena parte de su retórica. Esto de cambiar los títulos de los clásicos se ha puesto de moda últimamente. Lo hizo Martret con Ivan-off y Veronese no deja uno en su sitio: el último, Los hijos se han dormido en vez de La gaviota. Creo recordar confusamente que esto ocurrió también allá por los remotos sesenta y setenta, también en el cine. No tiene mayor importancia, pero multiplica la necesidad de referencias distintas para un mismo espectáculo. ¿Cómo buscar éste en Google o en Twitter? ¿Mbig, Mc Beth International Group o Macbeth? Pobres documentalistas del futuro.

A veces, esos cambios de título designan versiones muy alejadas del original, pero no es el caso. Me fui corriendo a casa a releer, y hay poca tijera en ésta. Se ve algún Shakespeare al que sólo le queda la peripecia -viene éste que mata al otro y blabla- y se vende como si fuera un Shakespeare, cuando la misma trama puede dar para una tragedia inmortal o para un episodio de culebrón. El quid está en otro sitio y, afortunadamente, Martret ha dejado el quid.

2.- Excelentes colaboradores. Uno de los talentos del director de escena es saber seleccionar y coordinar talentos ajenos. Como en casi todas las grandes puestas en escena, ésta es un ejemplo de trabajo en equipo. Alberto Puraenvidia es el autor de ese precioso envoltorio visual sesentero que menciono al final de la crítica. Vayan preparándose. Sabrán aquello que dicen los expertos en marketing: primero los gays, luego las chicas y al final los heteros. Quiere decir que si es usted un varón heterosexual y ve un gay con camisa de rombos, y a los tres meses una chica con pantalones de rombos, no tiene usted nada que hacer: a las dos o tres temporadas llevará un traje de rombos. Pues esto del ataque de los sesenta lleva ya un rato largo acechando desde todos los frentes, así que es muy posible que antes de no mucho tiempo todos vivamos otra vez en casas decoradas con papel pintado y llevemos melena.


La Casa de la Portera era ya una cabeza de playa de este desembarco -estaban antes de la explosión Mad Men, que alguien ha citado- pero el Macbeth de La Pensión de las Pulgas, es un Pearl Harbour. Como el espacio de la representación y el de los espectadores es el mismo -no hay escenario, se sienta uno en los mismos salones que pisan los personajes- la sensación de inmersión en el estilo es completa. Es evidente la experiencia acumulada por Puraenvidia en La Casa: el primer vistazo al espacio de la foto hace pensar que los actores van a desmorrarse en cuanto den un paso, pero no. Tienen sitio. Es evidente que tienen que extremar sus habilidades para no dar patadas a los muebles o sacar un ojo a un espectador, pero tienen sitio. De los tres espacios que el escenógrafo ha dispuesto, el primero (el de las dos fotos superiores) y el tercero (un comedor rodeado de espejos) son una maravilla.

El vestuario de Lupe Valero se ajusta como un guante a la escenografía. Fíjense bien en las dos brujas de la foto de arriba (sí, las brujas van a salir mucho en esta crítica) y en el vestidito de Inma Cuevas, que se pone varios, a cuál mejor. No es ajena al efecto la peluquería de Chema Noci, claro está. Los vestidos de Caprile y el peinado de Noci avagardnerizan y elizabethtaylorizan de forma sorprendente a Lady Macbeth. ¿No me creen? Comparen las fotos con el vestido verde.


                                

Por último, el espacio sonoro de Antonio Martín aporta lo suyo a la sensación ominosa y a la credibilidad de los momentos más peliagudos. 

3.- Excelentes actores. Pues sí, muy buenos. Esta pieza truculenta sólo puede sacarse adelante, que yo sepa, con frialdad de lagarto o con desgarro. Hay que recurrir a uno de los dos extremos para dar miedo, que es de lo que se trata. El Macbeth de Boira es desgarrado, neurástenico, angustiado. Como dice mi psiquiatra, "la angustia aniquila". Y es visible cómo aniquila a Boira/Macbeth minuto a minuto. Mis habituales me habrán leído más de una vez que la talla definitiva de un actor se percibe cuando calla. Ya he glosado la escena en la Guía del Ocio, pero me permitiré extenderme. Llega el bueno de Macduff y entra a la habitación del rey a despertarlo. Macbeth, que lo ha asesinado pocas horas antes, le acompaña hasta su puerta. Él sabe lo que Macduff verá allí dentro. Está esperando ese momento crucial de su existencia en el que el crimen se hará inexorablemente público, y no habrá marcha atrás. Debe de estar pensando en la cara que tendrá que poner y en lo que tendrá que decir. Boira está soberbio, fíjense en eso cuando vayan.


                       
Francisco Boira, Pepe Ocio e Inma Cuevas.                                       
La más bruta de la juerga es Lady Macbeth, como es bien sabido. Tiene que decir burradas del calibre de "no lo he matado porque me recordaba a mi padre" o "arrancaría a un recién nacido de mis pechos y lo estrellaría contra la pared, si hubiera jurado hacerlo". Ríanse de los peces de colores. Idénticas posibilidades que con su marido: puede ser gélida como una serpiente coral o desatada como una furia. En este caso, nos quedamos en las medias tintas, pero es posible que la cosa tenga aún remedio. Bien Daniel Pérez-Prada (Banquo), Luis Olmo (Duncan) y Víctor Dupla (Ross). Malcolm (Manuel Castillo) quizá un poco rígido, pero vi una de las primeras funciones y espero que se vaya soltando.

Muy bien también Pepe Ocio, en otra escena en la que calla bastante, y que ya he reflejado en la crítica de la revista. Es-tu-pen-dí-si-ma Inma Cuevas, que creo que dará mucho que hablar en los próximos años, a poco que las cosas le vayan bien. Estaba sembrada en ese delirio psicotrópico de Cerda. Creo haberla visto en aquella perla negra que se tituló Los últimos días de Judas Iscariote y espero pillarla en True West, pero llevo una vida muy achuchada. 

Y las brujas. Ah, las brujas. Una es Rocío Calvo, está en mi categoría de "actrices preferidas", qué les voy a contar. Estaba bien hasta en la Yerma de Narros, que ya es decir. A Maribel Luis... ¿la vi en Ivan-off? No caigo ahora. Martret las ha colocado en el registro opuesto a los demás: heladas como la muerte. Vestidas por la Valero y peinadas por Noci... no sé cómo decirlo: parecen brujas. Recuerdan a La semilla del diablo. En un marco que tira más bien al realismo, se permiten las escasas licencias del montaje: cuando callan, respiran emitiendo broncos sonidos; se sientan con el resto de comensales a la mesa del banquete: la luz verde que sale de una sopera les ilumina el rostro; sólo ellas, y Macbeth, ven al fantasma de Banquo... En conjunto, uno de los hallazgos de la función. Estás las dos que dan ganas de hacer con ellas una ¿Qué fue de Baby Jane?, una Bernarda Alba o unas Troyanas, lo que sea. En esta foto las ven más de cerca.


Rocío Calvo y Maribel Luis.
4.- Visita a una gran corporación. A todos nos escuece la mejilla de los sopapos que los poderes económicos nos están arreando. Después de esta gigantesca estafa, es lógico que los espectáculos teatrales de toda índole tracen paralelismos entre aquellos malos y estos malos. Pues bien, no haría falta. No creo que a nadie se le escape que TODOS los personajes de la tragedia, incluido ése que he llamado el bueno de Macduff, son una panda de lobos furiosos que viven de la explotación de los demás. O sea, el equivalente exacto de estos individuos que ostentan ahora el poder económico. Algo hemos mejorado por el camino: nos dejan protestar y no pueden colgarnos de los pulgares en el patio del castillo (todavía). Pero me parece que la equivalencia es tan evidente que no hace falta subrayarla. Presentar la función como una visita a la actividad cotidiana de una gran empresa aporta poco al principio. Tampoco sobra. Pero el efecto se redime y se aprovecha cuando a la amable señorita que nos conduce de despacho en despacho -Inma Cuevas- se le va quebrando el aplomo y se le reducen los muy corporativos parlamentos a balbuceos horrorizados.

5.- Salva coitos, muertes y fantasmas. Coito, entre los señores Macbeth, no sólo difícil en sí (pocas cosas más difíciles que el sexo en escena), sino también porque se supone que copulan a menos de dos metros de la nariz de algunos espectadores. Muy bien resuelto. Igual de bien la muerte de Lady Macbeth, mediante el expediente contrario: se queda en un discreto segundo plano. Y primorosa aparición del fantasma de Banquo. El salón de espejos que hasta el momento era todo glamour, se presta a maravilla, mediante un único haz de luz rebotada y las miradas heladas de las brujas (que no le desclavan los ojos), a una aparición que, al menos desde la invención del cine, es complicadísima de encajar sin que se oigan risitas. Nota de ambientación: Lady Macbeth se hace sangre; el fantasma está ensangrentado. Menos mal. En estos tiempos del concepto se prescinde a veces hasta de lo más elemental. Nota final: excelentes fotos de Jesús Ugalde.

Yo creo que esto va a estar meses y meses en cartel. Entre que caben poquitos y el enorme éxito de boca a boca que parece estar teniendo, tenemos función para rato. Pero no se confíen, vayan.
P.J.L. Domínguez