miércoles, 30 de julio de 2014

TAPE

Sala: Teatro Lara Autor: Stephen Belber (traducción de Yolanda Vega) Director: Bruno Ciordia Intérpretes: Fran Calvo, Jano San Vicente y Yolanda Vega.  Duración
(la función ya no está en cartel)

San Vicente, Vega y Calvo.
Stephen Belber es conocido entre nosotros sobre todo por El proyecto Laramie, de la que fue coautor y en la que actuó (tanto en el teatro como en el cine). Tape ha tenido parecida fortuna desde su estreno en 2000, tanto por arriba (producciones en todo el mundo, película con nombres de campanillas) como por abajo (pequeñas producciones, teatro de aficionados). En el segundo caso porque, aparte de sus virtudes dramáticas, es extremadamente sencilla de poner en escena: una habitación de hotel, no hace falta más.

Es, en este sentido, un formato clásico a más no poder. Como les he dicho más de una vez, la pieza de situación cerrada con dos personajes es quizá la quintaesencia del teatro de texto tradicional, y el formato que plantea un reto mayor a la capacidad dramatúrgica del autor. Me he puesto a pensar en ejemplos que pudieran encontrar en este mismo blog (alguna vez les hablaré de Gombrich y de cómo me influyó su idea de construir una historia del arte citando únicamente las obras que el lector podía ver reproducidas en el libro) y los he contado. ¿Saben cuántos hay? ¡Veinticinco! Hay alguno más sin la condición de la situación cerrada. Sí, ya sé que "situación cerrada" es una cosa elástica y opinable. Tiene que ver con la ubicación -un solo lugar- y con el tema -un solo asunto asfixiante-. Pero si nos queremos entender, nos entenderemos.

En Tape, la paleta se amplía al tercer personaje. Puede parecer poca ampliación, pero es un mundo. Si seguimos con la muestra estadística del blog, en el mismo período hay sólo cuatro piezas y media con tres: A cielo abierto (es el medio ejemplo, el tercero sale muy poco), La danza de la muerte, Peceras, Marx en Lavapiés y Éramos tres hermanas. Quizá, quizá, habría que meter en este saco Málaga, Elepé o Invierno en el barrio rojo, progresivamente menos "cerradas". Este ranking de, más o menos, cinco a uno no se debe a la necesidad de ahorrarse actores: son más abundantes las piezas con cuatro. Y tampoco se debe a que sea más fácil escribir para dos. Lo cierto es que es más difícil. Con dos personajes nadie llega a sacar al dramaturgo de cualquier callejón sin salida en el que haya podido meterse. Lo cierto es que no tengo la respuesta a la pregunta ¿por qué son tan frecuentes las piezas para dos personajes? Sólo una hipótesis: es una cuestión, más o menos consciente, de apego a una tradicion y de prestigio del formato. Motivos de hábito cultural, una de las fuerzas más potentes de las que mueven el mundo.

Explorar qué es lo que nos hace decir que un artefacto artístico es bueno o malo nos llevaría una vida. Es una de las tareas que me he fijado para la jubilación: un tratado bien tocho sobre esa cuestión. Como les he dicho alguna vez, son muchísimas las razones que influyen en ese juicio. Nuestro aprecio por el Doríforo o por Mi relación con la comida se fundamentan en bases distintas. Como no vamos a escribir ahora el tratado, diremos sólo sobre estas piezas de teatro de pocos personajes que hay dos aspectos fundamentales en su valoración. El primero, el que comparten con toda la literatura, también la no dramática. Lo que llamaríamos valores literarios (también plurales y variopintos, ya los enumeraremos cuando me jubile). La segunda de las características principales a la hora de valorar es el juego dramático que el texto propicia. Esto es: si ese intercambio de frases en que consiste permite, y hasta qué punto permite, el mantenimiento del interés del espectador, el lucimiento del intérprete... todo eso que llamamos teatro. Una pieza puede tener muy distintos grados de bondad en uno y otro aspecto. En la lista de funciones para dos o tres personajes que el blog contiene, El crédito sería un buen ejemplo de pieza de gran habilidad dramatúrgica sin valores literarios reseñables. No encuentro un solo ejemplo del caso contrario (altos valores literarios y desastre dramatúrgico), algo que suele darse a menudo en las adaptaciones (La chunga, con más personajes, podría andar por ahí). Cero valor literario y cero dramatúrgico: El gran favor. Todo superlativo: El policía de las ratas.

Mis lectores habituales saben que no es infrecuente que necesite este derroche de párrafos iniciales para explicar un juicio. Quizá algún día aprenda a sintetizar. Ahí va el juicio: Tape rinde dramatúrgicamente, puede dar pie, con una buena dirección, a una función interesante respecto al desarrollo de la peripecia y al lucimiento en la interpretación. De ahí su éxito en la escena y el cine. Pero no le pidan mucha literatura, porque no alcanza. Podría ser una tele-movie excepcionalmente bien escrita, pero nada que se asemeje ni lejanamente al gran teatro norteamericano.

Puede, decíamos, servir de base a una función interesante y al lucimiento de los intérpretes. Pero es imprescindible una dirección muy refinada, que siga al milímetro las sugerencias de evolución de los personajes presentes en el texto. Son tres, no salen de una habitación de hotel, la historia no se mueve de un único asunto. O se organiza el gran festival del matiz o no hay manera de que la cosa se sostenga. Y me temo que el reto es excesivo para Ciordia. Tape puede parecer a primera lectura una pieza que se sostiene sola, pero entre la lectura y la escenificación hay un abismo, y esto es muy complicado de dirigir. Como Sótano o La Venus de las pieles, por poner ejemplos recientes. Y aquí no encontramos ni el pulso de Elejalde ni el de Serrano.

Poco más hay que decir. Falta de matices, de contrastes, la función se arrastra como puede hasta su final. A Yolanda Vega no la he visto en nada más, puede que sea una buena actriz, pero aquí está plana, como está plano todo. Fran Calvo estaba muy bien en Constelaciones. Yo diría que es un actor cuyo punto fuerte es, precisamente, la falta de aspaviento, pero aquí esa contención se convierte en un lastre, nadie parece haberle dicho que había que introducir alguna variación; está plano, como está plano todo (huy, perdón, esta frase ya la había escrito). Jano San Vicente se esfuerza meritoriamente por introducir alguna vidilla en esta estepa. Parece un buen actor pidiendo a gritos que alguien lo conduzca en un papel que es un bombón. El esfuerzo le valió una nominación a los Max, ya saben, esos premios con el sistema de concesión más extraño de la historia.

En fin, si les ha parecido que la función es insufrible, tampoco es eso. Se deja ver, pasa uno el rato. Pero podría haber sido muchísimo más.
P.J.L. Domínguez

           

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