Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Mentxu Romero, Juan Caballero, Josi Cortés, alguien que puede ser Jesús Ortega, Isabel Prinz, Miguel Ángel Calvo y Fanny Gautier.
Esta vez me he lucido. He ido a la Triángulo convencido de que la función estaba en cartel hasta finales de junio, y resulta que sólo queda la del sabado 1 de ese mes. He hecho cosas peores. Una vez fui al teatro que no era, el día que no era, a la hora que no era. Tengo un testigo. En cualquier caso, es posible que no esté muerta (la función, digo). Es fácil de mover, es entretenida, igual salta a alguna parte.
Cinco textos breves de cinco autores. No entiendo mucho todo esto del homenaje a la radio, que inunda la escenografía y la introducción del programa de mano. Se trata de cuatro monólogos y una escena para dos actores que podrían ser teatro radiofónico, pero que podrían exactamente igual no serlo. Que lo hayan sido en realidad, es un dato perfectamente irrelevante para el espectador en la sala. Lo de la radio se mezcla además de forma un tanto confusa con el hilo narrativo común que la voz en off se esfuerza en proporcionar: el portero de una finca nos va explicando que se trata de distintos personajes que viven o pasan por allí. Y resulta que al portero siempre le ha gustado mucho la radio. Bueno.
No hacía falta portero. Los cinco textos son cada uno de su padre y de su madre, pero el teatro tiene recursos de amalgama mejores que una voz en off que propone un pretexto tan banal y que, por definición, debería ser la última de las alternativas (el teatro es acción y todo eso, ya saben). Lo curioso es que esos recursos se usan también, y con acierto: vestuario, escenografía, gestualidad común... Basta y sobra. Ya se encarga la percepción del espectador de poner coherencia. Por otra parte, la voz en off habla mucho, mucho. Es, con diferencia lo más flojo de la propuesta (no me refiero al locutor, claro). Modestamente, creo que la función ganaría si se elinara por completo o, al menos, se redujera al mínimo. Juzguémosla, por tanto, como lo que creo que es: cinco escenas de cinco autores.
Altibajos en los textos. Lo mejor: el juguete de socio-política-ficción 696 de Carlos Be, la aparente inocencia (y encubierta mala leche) de Cuento de hadas de Juan Carlos Rubio y, sobre todo, Biografía de Emilio Williams. Una pena, pero creo que este último es el más breve. Yo lo titularía Delaware: que el gato de la protagonista se llame igual que el estado en el que tuvo lugar el episodio más humillante de su vida ("¡una assistant professor!") es un hallazgo. Lleva en germen cualquier cosa: una novela, una función completa... Es una demostración de cómo se pueden trazar una historia larga y un personaje denso con unos pocos minutos de monólogo. Y es -el gato, las tazas- teatro, teatro: uno no puede escuchar el relato sin visualizar la acción.
Entre los intérpretes, Fanny Gautier lidia estupendamente con el gato Delaware: se le entiende todo lo que yace bajo sus neurosis. Mentxu Romero domina la expresividad de los pequeños gestos en 696, tiene aire de actriz solvente. Juan Caballero, en la misma escena, se tira más a explotar sus recursos de energía, sonrisa y simpatía; esto le funciona, lo sabrá bien, pero no debería abusar. Bueno, lo he tenido delante unos minutos en un único papel, le veo otros registros en vídeo. Y es el que mejor baila. Vaya sorpresa la de Isabel Prinz. Tiene un físico y una voz (que recuerda a la de Mónica Randall) que parecen hechos para la alta comedia. En Un cuento de hadas le toca sugerir un cutreabismo bajo la normalidad más aplastante: lo consigue intercalando breves chispazos de perplejidad o desconcierto en el estereotipo perfecto de la perfecta ama de casa de clase media. Tiene carisma, engancha la atención. Salgo pensando que estaría estupenda en un Mihura, y veo que hizo Sublime decisión. Ahí en la foto... ¿no la ven para un Coward? A Miguel Ángel Calvo se le adivinan recursos, pero quizá no esté tan bien dirigido como el resto. Esto puede (y digo "puede") tener que ver con que su texto es del director, Jesús Ortega. Dirigirse a sí mismo como intérprete o dirigir un texto propio es un camino de ortigas. A Josi Cortés le ha tocado el texto más flojo -casi un stand-up- y está flojita.
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