sábado, 25 de mayo de 2013

LA NOCHE TOLEDANA

Sala: Teatro Pavón Autor: Lope de Vega (versión de Daniel Pérez) Director: Carlos Marchena Intérpretes: Francisco Ortiz, Jonás Alonso, Guillermo de los Santos, Sole Solís,  Julia Barceló, Elsa González, Laura Romero, Borja Luna, Natalia Huarte, Alba Enríquez, Carlos Cuevas, Manuel Moya, Ignacio Jiménez, Álvaro de Juan, José Gómez y Samuel Viyuela. Duración: 1.45'

Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




Lope liviano, revoloteador. El Lope más juguetón. Ese Lope que nos daría para varios Kenneth Branagh. No me llamen frívolo. El otro día leía en alguna parte una entrevista a Rafael Pérez Sierra (creo), y resulta que así fue la génesis de esa maravilla de El perro del hortelano. "Me llamó Pilar Miró y me dijo, ¿por qué no hacemos algo tipo Kenneth Branagh?" (cito de memoria). Vamos, que nuestro patrimonio clasico está repleto de comedias que darían para vender a porrillo lo que ahora llaman "marca España" (vaya expresión sin alma, como si el país fuera una fábrica de frutos secos o de embutidos). La noche toledana entre otras. Una encantadora comedia de enredo. Claro, que tenemos al cine ahora mismo como para echar cohetes: si no, me estaría preguntando cómo no se le ocurre a nadie hacer un peliculón con esto. Entre tanto, el teatro -La vida es sueño de Pimenta- cosecha triunfos allende los mares. Perdonen, me he acordado de La monja alférez y me sale sin querer la prosa imperial.

¿Qué buena foto, eh? El autor es Ceferino López.
No sé cuántas veces se representará La noche toledana sin eliminar personajes. Sólo el teatro público está en condiciones de emplear a toda esta gente (y que dure). La versión de Daniel Pérez actualiza lo necesario el texto, lo agiliza un poco y cambia el género de algunos personajes. Por lo demás, me pareció muy respetuosa con el original, aunque estoy lejos de ser un especialista y -ya perdonarán- no he tenido tiempo de mirarlo en detalle.

Natalia Huarte y Manuel Moya.
Para que me entiendan (y sólo para que me entiendan: no se tomen esto al pie de la letra) el aire general de la puesta en escena tira un poco hacia el citado Branagh. Sobre todo al comienzo, con los actores evolucionando sobre el escenario mientras suena la música (Luis Cobo), y en alguna otra transición de este tipo (algo ven en este vídeoPero también va un poco por ahí el estilo interpretativo, algo más fresco que el que suele aplicarse a nuestro teatro clásico. Esto nos daría no ya para una entrada, sino para un tratado. Baste decir que cada género va acumulando una tradición interpretativa que hace que absorbamos con naturalidad un determinado grado de estilización. Digo estilización para evitar el término estereotipo y su connotación negativa, porque el alejamiento respecto a la naturalidad no es una opción negativa per se. Véanse ejemplos extremos como la ópera o el teatro Noh. Aceptamos un tipo de impostación en Calderón que nos resultaría insoportable en, por poner un ejemplo reciente, Arizona. Pues bien, esto quiero decir: que Marchena ha hecho actuar a la Joven Compañía de Teatro Clásico un poco más hacia acá (o hacia ahora) de lo habitual. Algo que una comedia de estas características agradece. Un poco: pasarse en este sentido es también un riesgo; recuerdo ahora un clásico actualizado en el que el protagonista terminaba en tanga rojo. Es también mérito de Marchena la homogeneidad lograda por el numeroso elenco de la Joven Compañía que, recordémoslo, se presenta con esta función.


Borja Luna, Jonás Alonso, Francisco Ortiz y no sé quién más.
Contribuye a la misma sensación de oxigenación la desenfadada y flexible escenografía. La foto de más arriba no le hace justicia, pero no encuentro nada mejor: Rodrigo Zaparaín ha dispuesto esos prismas con puertas que ven ahí, y que los actores pueden mover con facilidad de un lado para otro. Entre el cuidado movimiento de actores y un uso de los prismas que ayuda a plantear con claridad las situaciones, casi entiende uno, y no es fácil, todos los sucesivos enredos de entradas, salidas, y distribuciones de los personajes por las habitaciones de la posada. Todo bien iluminado, con discreción elegante, por Luis Perdiguero.


Natalia Huarte
El papel más complejo es, de largo, el de Lisenda. La protagonista que monta el lío para recuperar al chico. Una de esas mujeres sorprendentemente autónomas en el contexto de un sistema montado para anularlas. Los demás, excepto quizá los de Gerarda, Florencio y Beltrán son más unidireccionales, más de carácter. Natalia Huarte, Lisenda, me pareció una actriz con una madurez bastante por encima de su edad. Tierna, pizpireta o descarada según conviene. También Julia Barceló, Gerarda, hace justicia al papel; creí entrever una vis cómica que puede admitir desarrollo. Se echa quizá en falta que el protagonista masculino, Francisco Ortiz, abra un poco la paleta de registros, pero es cierto que el texto no le da las mismas oportunidades que a Lisenda. Muy bien el amigo sinvergüenza, Beltrán, de Jonás Alonso.

El resto, como decía, son personajes de un solo trazo: la posadera cachondona, el militar tontorrón, el precioso ridículo... Nivel general más que aceptable. Me han dejado más huella en la memoria la pareja de soldados de Carlos Cuevas y Manuel Moya, la chacha vulgarota de Alba Enríquez y la posadera de Sole Solís. Pero son muchos, y seguro que cometo algún injusto olvido. Poco importa: son jóvenes y los veremos más.

Consejo final: un actor o actriz de esta edad DEBE tener información en red clara y accesible. Más si, como es el caso de un par de ellos, tienen homónimos en la profesión. Venga, que es gratis.
P.J.L. Domínguez

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