Sala: Sala Tú Autor: Eduardo de Filippo (no consta el autor de la versión) Director: Francisco Vidal Intérpretes: Irene Ferrándiz, Fernando Escudero, Fran Cantos, Anahí de la Fuente, María Rubio, Marina Campos, Ana Moñino, Jesús Pancorbo, Sato Díaz, Santiago T. Grech y Carolina Herrera. Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Hubo un tiempo en que quise convertirme en napolitano. Hay que ser o muy joven o muy tonto. Yo era joven, lo de tonto quién sabe. Luego aprendí que uno podrá quizá convertirse en esquimal, murciano o belga, pero que napolitano se nace. Algo se me pegó. Entre otras cosas, la veneración de todo un pueblo por Eduardo de Filippo. De Filippo es en Nápoles como San Gennaro o Maradona. Y con más mérito, porque los napolitanos son en su gran mayoría católicos y seguidores del equipo local, pero no especialmente aficionados al teatro. No importa: veneración.
El suyo es un teatro que ha conseguido la universalidad a pesar de que es prácticamente imposible de transplantar en su integridad, de tan radicado en una cultura y una forma de ser tan específicas como las napolitanas. Como en las novelas de Camilleri, cada personaje usa un lenguaje distinto, más o menos cercano al italiano estándar o al dialecto según su extracción social. Pero no sólo. Es todo un trasfondo de filosofía de vida, de resabios, de humor luminoso o de humor amargo lo que se pierde indefectiblemente en cualquier traducción.
Sumen a esa dificultad la característica principal de estos prodigiosos textos: en la vuelta de cada esquina el espectador es zarandeado de la risa a la compasión, de la ternura a la carcajada, de la hondura del drama a la ligereza de la comedia. Traducido al manual básico de la puesta en escena: si no tienes unos actores de tomo y lomo, evita cuidadosamente a de Filippo. Echen un vistazo al elenco de El arte de la comedia de Carles Alfaro y entenderán lo que quiero decir.
En esta versión de Francisco Vidal los actores son once. No hay por dónde cogerla. No por la modestia de los recursos, que no molesta, sino porque de los once se salvan tres. O quizá cuatro, no sé qué pensar de Santiago T. Grech, muy forzado como sacristán pero bastante digno como el funcionario arruinado. Se salva Fran Cantos, que hace un Genaro presentable. Muy bien Irene Ferrándiz como Rosario (no hay papeles pequeños). Una auténtica sorpresa: Carolina Herrera, que da la pauta de lo que debería ser el tono general, repleto de sobreentendidos, gestos en segundo plano y segundas intenciones. En la era de la red, hay que aconsejar seriamente a esta chica que cambie su nombre artístico, si no, será imposible encontrarla en la maraña de homónimas famosas. Aún es muy joven y puede hacerlo.
Respecto al resto de intérpretes, yo diría que algunos no tienen remisión posible. Otros, quizá no estén aquí en su mejor momento. En cualquier caso, con este grupo no se podía dirigir Nápoles millonaria. A pesar de todo esto, algún momento aislado consigue una ráfaga de emoción, y ya es decir.
El suyo es un teatro que ha conseguido la universalidad a pesar de que es prácticamente imposible de transplantar en su integridad, de tan radicado en una cultura y una forma de ser tan específicas como las napolitanas. Como en las novelas de Camilleri, cada personaje usa un lenguaje distinto, más o menos cercano al italiano estándar o al dialecto según su extracción social. Pero no sólo. Es todo un trasfondo de filosofía de vida, de resabios, de humor luminoso o de humor amargo lo que se pierde indefectiblemente en cualquier traducción.
Sumen a esa dificultad la característica principal de estos prodigiosos textos: en la vuelta de cada esquina el espectador es zarandeado de la risa a la compasión, de la ternura a la carcajada, de la hondura del drama a la ligereza de la comedia. Traducido al manual básico de la puesta en escena: si no tienes unos actores de tomo y lomo, evita cuidadosamente a de Filippo. Echen un vistazo al elenco de El arte de la comedia de Carles Alfaro y entenderán lo que quiero decir.
Carolina Herrera. Estupenda. |
Irene Ferrándiz. No hay papeles pequeños. |
P.J.L. Domínguez
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