jueves, 6 de febrero de 2014

LA ESCLUSA

Sala: Teatro del Arte Autor: Michel Azama (versión de Ángeles Muñoz) Directora: Sylvie Nys Intérprete: Maica Barroso Duración: 1.05'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Si es usted un estudioso del teatro y le suena Michel Azama, no se rompa más la cabeza: es el autor de una antología del teatro francés del siglo XX, de eso le suena. Si le suena como espectador, es por Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini. 

La esclusa (título original en francés, Le sas) ya era más vieja que la tos cuando se escribió en 1987, calculen ahora. Me viene al pelo la columna de hoy de David Trueba en El País, que cita al maestro Azcona cuando insistía en separar el tema de un guión de la calidad del mismo. Alguna vez les he hablado de refilón del teatro de buenas intenciones: ése que se centra en asuntos de primera magnitud social y humana. ¿Alguien en su sano juicio va a decir que le importa un bledo, por ejemplo, la trata de seres humanos? ¿O la explotación infantil? ¿O, como es el caso, la alienación de los reclusos en las cárceles? Pero hay que distinguir entre la pertinencia del tema y la calidad de la obra. Y ésta es un pestiño.

Un monólogo que pasa por... iba a decir "por todos"; dejémoslo en "por infinidad", de asuntos carcelarios, sin profundizar en ninguno. Si no ha pisado usted una cárcel en su vida y se viera en el brete de escribir algo, le podría salir esto sin necesidad alguna de los quince días que, al parecer, invirtió el autor para documentarse directamente con un grupo de presos. El texto recorre la relación entre las reclusas, el carácter de las funcionarias, el alejamiento del mundo exterior, la ruptura familiar, el drama del juicio, el peso del crimen... y todo lo imaginable, pero no contiene ni una línea memorable que le sugiera al espectador algo que no se le ocurriría a él solito. He hablado dos veces en mi vida con personas que habían estado en la cárcel, y les aseguro que la simple transcripción de ambas conversaciones resultaría mucho más interesante que esta colección de lugares comunes. Ya que menciono la expresión "lugares comunes": el cuadradito de cielo que se ve desde el patio, la puerta de la cárcel que se cierra tras el preso, la directora entre mandona y madre superiora, el policía amable que ofrece un cigarrillo, la presa suicida, los tiestos con plantas (a veces son plantas, otras veces ratoncillos o pajaritos)... es que no falta uno. Cuando la cosa derrapa hacia lo poético -que lo hace a ratitos- roza lo soporífero.


Respecto a la puesta en escena, hay que resaltar la extraordinaria traducción de Ángeles Muñoz, que ha escrito en un castellano perfectamente castizo. Nadie podría ni sospechar que el texto tiene su origen en otro idioma. Eso es lo mejor. Lo peor... Yo diría que lo peor es el vestuario, con esta pieza antológica que les reproduzco a la derecha, entre Star Trek y Alguien voló sobre el nido del cuco. Como uno sospecha desde el comienzo, el alarde de velcro facilita que la actriz se desvista hacia el final. Para mostrar, por cierto, una ropa interior que no tiene nada que ver con esto que se ha quitado, ni con el horrible vestido que se pone luego. ¿Es todo metafórico? ¿El nido del cuco quiere subrayar el parentesco entre la cárcel y la locura, la ropa interior con cinchas las ataduras internas y el vestidito ligero que hace aguas verdosas la esperanza que llega con la ansiada libertad? Vale, pero no hacía falta que todo fuera feo.

La dirección no está mal. No está mal en lo que concierne a la dirección de la intérprete. Otras decisiones -ya hemos hablado del vestuario-, como la de ponerla a bailar al final, son para salir corriendo. En ese momento abundan las miradas abochornadas del público hacia todas partes. Saben que doy consejos pocas veces, pero esta vez no me lo guardo: eliminen la coreografía. Y si, de paso, eliminan la canción de Bebe que, a mi modesto entender, introduce junto al vestidito verde un componente naif y de buenrollismo que destroza cualquier asomo de empatía que el texto haya podido conseguir hasta ese momento, pues mejor.

Maica Barroso está todo lo bien que se puede estar en medio de todo esto. Vamos, que si hay culpables de que los sesenta y cinco minutos se hagan pesados como una losa, ella no está en el grupo. Se ve detrás un trabajo inmenso de interiorización, está muy bien en los cambios de registro, es convincente. O sea, una buena actriz empantanada en un texto que no se merecía tantas fatigas. Una lástima.
P.J.L. Domínguez
           

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