Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Fernando Arrabal Director: Juan Carlos Pérez de la Fuente Intérpretes: Antonio Valero y Roger Coma Duración: 1.05'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Roger Coma y Antonio Valero. |
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:
Y lo que no cabía allí:
No
puedo decir que me entusiasme el texto de Arrabal, anclado en un tipo de
vanguardia que dejó de ser actual hace decenios. Ciñéndonos a lo teatral, me
parece reiterativo y circular, con poco interés dramatúrgico. Los críticos le han
colgado por inercia etiquetas como “iconoclasta” o “provocador” que el propio
autor, con buen criterio, ha rechazado.
¿Qué queda entonces? Poco, creo yo. Un Dalí que suma el derroche de esdrújulas
de Arrabal al suyo propio. Un Barrabal, personaje grotesco, que no aporta nada
con la gratuidad de sus… ¿salidas de tono?
Sin embargo, Pérez de la Fuente ha hecho de
todo para sacar provecho de este material de partida, y lo ha conseguido en
alguna medida. Entre otras cosas –y ésta me parece la mayor perversidad de todo
el asunto, más arrabaliana que el propio Arrabal- poner a la Real Escolanía de San Lorenzo del
Escorial a cantar el Himno de Riego.
Son, a fin de cuentas, los dos actores
quienes consiguen que la función sea de recibo. Un Valero, en papel más bien
subordinado, que puede con todo, que todo lo hace creíble. Y Roger Coma, superlativo, que aguanta a pie
firme una hora larga de extrema impostación sin perder comba ni un segundo, ni
siquiera en la comprometidísima escena final, que mantiene en alto a fuerza de
carisma. Ambos ayudados por las deliciosas voces de Cardinali y Kouberskaya.
Y lo que no cabía allí:
1.- No puedo decir que me entusiasme el texto de Arrabal. Puntualizo. Es posible que sea un texto bastante atractivo a la lectura, que no representado. Más bien tirando a boutade, pero con su gracia. Con su gracia relativa, una vez que el término vanguardia es ya imposible de aplicar a algo que, quizá, pudiera ser tal cosa hace cincuenta años. Voy a ser sincero: Arrabal me ha parecido siempre uno de esos creadores estrafalarios que los franceses adoran y que consiguen imponer al resto del planeta. O conseguían, ahora que los consensos basados en los gustos de las élites parece que tienen los días contados. Mi cerebro lo tiene archivado en la misma carpeta de Perec o Houllebecq... y, si me apuran, de Godard o Kieslowski. Sí, miles de intelectuales los alaban y les dedican tesis doctorales, y millones de personas aseguran pirrarse por sus huesos, pero a mí me parece que el viento de la historia se los llevará como se me llevará a mí. Son creadores que han tenido una extraordinaria habilidad para hacer tragar al mundo su ristra personal de obsesiones. Ustedes dirán, "sí, como Picasso o Proust". En efecto. Pero los artistas pasan a la historia por la calidad de los artefactos que construyen para contenerlas, y a mí todos estos artefactos me hacen bostezar. ¿Quieren términos de comparación? Pues si los quieren dentro de los contemporáneos de Arrabal, en el ámbito del teatro y en España, les propongo uno: José Sanchis Sinisterra. Por supuesto, hay sitio para todos: para tendencias, personalidades y rangos de relevancia de todo tipo. Si digo esto, es porque me sorprende leer desaforados ditirambos que, me parece a mí, habría que reservar para otras cosas. Y si dentro de un par de siglos todas las ciudades del mundo tienen una plaza dedicada a Arrabal y otra a (Dios mío) Jodorowsky, estará bien que alguien encuentre este texto y me haga pasar a la inmortalidad como ejemplo del crítico estúpido que no da una en sus predicciones. Es mi versión light del erostratismo.
2.- Un personaje grotesco, Barrabal, que no aporta nada. Pero nada de nada. Podría pasar por incorporado a posteriori, por alguien que se hubiera dicho "mmm, esto está un poco convencional, vamos a meter un contraste escatológico". En otras palabras: forzado, impostado, amanerado. Lo contrario de las voces en off de la Maar y de Gala, que funcionan bien como recurso dramáturgico.
3.- Pérez de la Fuente ha hecho de todo. Desde diseñar la escenografía, que ayuda, hasta mover a los actores lo suficiente como para (casi) superar el lento avance del texto hacia ningún sitio: from darkness to darkness. Me he tronchado hace un rato al leer esa expresión que Wilde usa a propósito de la evolución ideológica del cardenal Newman (estoy revisando un poco a Wilde a propósito del Dorian de Carlos Be, ya les contaré).
4.- Roger Coma, superlativo. Lo que llamo en la Guía del Ocio "la comprometidísima escena final" lo es por dos motivos. Primero, porque Arrabal estira en exceso un final que quizá pueda resultarle cómico o escandaloso a alguna anciana campesina polaca, pero que al común de los mortales nos da justo para bostezar. Bueno, venga, lo voy a destripar, quien no quiera spoiler que se salte una línea: Picaso castra a Dalí a petición del interesado. En segundo lugar, Coma se queda en pelota picada y encima, en último término, en postura poco discreta. Pues Coma, resistiendo ahí como un campeón. Vamos, que mantiene la dignidad, cosa que poca gente sería capaz de hacer.
P.J.L. Domínguez
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