Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Ayaso y Sabroso están que no paran con el teatro. Me gustó bastante Por debajo de la cintura, menos la anterior. Lifting está bien, y tiene una virtud muy conveniente en todos los órdenes de la vida: va de menos a más.
Acierto: el casting. Desde que empezaron a circular fotos por ahí, estaba muerto de ganas de ir a ver a estas cuatro. A Miren Ibarguren y a Pepa Rus las conocerán como si fueran de la familia, es lo que tiene la tele. El primer lugar donde Ibarguren comenzó a tener mucha presencia fue (creo) Escenas de matrimonio, eso que todo el mundo aborrecía pero que todo el mundo veía, y de donde salió también Dani Muriel (¿Ven? No hay mal que por bien no venga). Está ahora en Aída, última reencarnación del género patrio por excelencia: el sainete. Tiene el feliz don de parecer una chica tierna y encantadora capaz, sin mover una pestaña, de transformarse en tiranosauro rex y soltar un rugido que hace temblar los peinados de la fila catorce. Le sobra vis cómica por los cuatro costados. Como a Pepa Rus, otra de Aída, a la que vi en Chirigóticas, una función que le quedaba muy pequeña. Elisa Matilla se ha hecho también su cuota de tele, aunque la he visto menos.
El gran bombazo de Lifting es la reaparición de Josele Román. Afinemos: no es que hubiera desaparecido. Empezó en el teatro (¡con Conchita Montes!), pero se hizo enormemente popular como secundaria del cine de los años setenta. En 1977 apareció en nada menos que once (ONCE) películas. Se la toparán cuando las pasan en la tele, soltando cualquier lindeza por esa boca, a menudo en el papel característico de chacha respondona. Dirán lo que quieran del cine de consumo de la época, pero los diálogos eran la traca (herederos a veces evidentes de la tradición de Jardiel y Mihura).
A esta mujer se le nota hasta de espaldas que debe de ser un espíritu libre: lo mandó todo más o menos a freír puñetas, y, desde Tráiler para amantes de lo prohibido (Pedro Almodóvar, 1985), ha tenido algunas apariciones en series de televisión y, ocasionalmente, en el cine. También se ha dedicado a la música con distintos grupos: hablando de espíritu libre, oigan Hija de puta internacional (el cariñoso apelativo es empleado por Miren Ibarguren en una de las escenas de la función). A nada que le interese, lo mismo se pone de moda. ¿Saben esas cosas que flotan en el aire? Hace unos meses se me reinstaló en la memoria después de verla en una peli antigua. Al poco, una amiga me contó que la había convencido para rodar un corto. Ahora Lifting, donde está estupenda en varios papeles (incluso en uno mudo que parece un cruce entre Maite Zaldívar y Carmen de Mairena). Espero que sea, por lo menos, el comienzo de una presencia más asidua.
Decíamos que Lifting va de menos a más. Lo cierto es que los primeros quince minutos despegan con dificultad, pero denle un rato. Es una ristra de escenas aisladas (he leído por ahí que diecisiete, no las conté), cada una en un planeta distinto, así que cuando llega una buena las anteriores ya no le importan un bledo al espectador. Los autores oscilan entre su estilo habitual de sainete petardo y otra veta, que no les conocía, de franca deriva al absurdo. Esto último ha sido un descubrimiento, porque les sale francamente bien. Es el caso de las escenas de la mujer automutilada (espléndida Matilla de autocarnicera y espectacular Román como su marido) o la de Que yo no me he comido a Mariló, donde brillan Ibarguren y Rus.
Cada uno saldrá contando su copla, pero mi lista de interpretaciones favoritas, además de las de Josele, es ésta: Rus como dependienta de Molafone; Ibarguren de azafata, de superpija compartiendo sala de espera con la superordinaria (con unos minimovimientos de cabecita que sólo una actriz como la copa de un pino puede parir) y, cómo no, de presentadora de la convención de misses; Matilla en la historia del bombero y en la que es calificada como hija-de-puta-internacional.
Les voy a decir ahora cómo salgo del teatro según haya sido la calidad de lo visto. Excelente: eufórico. Bueno: contento: Mediocre: aburrido. Malo: bufando. Malísimo: divertido. Pero Lifting pertenece a otra categoría que no sale en esa escala, que me pone un poco tristón. Yo llamo a esas funciones le-falta-un-centímetro. Es una buena comedia, el público se troncha y todo eso, pero con un pelín más, podría ser la pera. Bastaría eliminar las tres o cuatro escenas más flojas (o reescribirlas) y pulir un poco algunas cuestiones de dirección: algún remate de escena, alguna decisión cuestionable (como no dejar sola a Elisa Matilla con la historia del bombero, que enfoca perfectamente, hasta cambiando la voz, en su inicio como monólogo).
Nota final: ante la mención de la palabra SOBRE, el público rompe a aplaudir. Les decía el otro día, a propósito de A cielo abierto, que, desde hace meses, basta la menor alusión tangencial a la corrupción o a los políticos para que los teatros se vengan abajo. Atención, atención, que el pueblo soberano está harto. Y eso que tenemos que suponer que los que llenan las salas todavía cobran un sueldo.
Josele Román |
A esta mujer se le nota hasta de espaldas que debe de ser un espíritu libre: lo mandó todo más o menos a freír puñetas, y, desde Tráiler para amantes de lo prohibido (Pedro Almodóvar, 1985), ha tenido algunas apariciones en series de televisión y, ocasionalmente, en el cine. También se ha dedicado a la música con distintos grupos: hablando de espíritu libre, oigan Hija de puta internacional (el cariñoso apelativo es empleado por Miren Ibarguren en una de las escenas de la función). A nada que le interese, lo mismo se pone de moda. ¿Saben esas cosas que flotan en el aire? Hace unos meses se me reinstaló en la memoria después de verla en una peli antigua. Al poco, una amiga me contó que la había convencido para rodar un corto. Ahora Lifting, donde está estupenda en varios papeles (incluso en uno mudo que parece un cruce entre Maite Zaldívar y Carmen de Mairena). Espero que sea, por lo menos, el comienzo de una presencia más asidua.
Miren Ibarguren y Dani Muriel en Escenas de Matrimonio |
Elisa Matilla |
Pepa Rus |
Nota final: ante la mención de la palabra SOBRE, el público rompe a aplaudir. Les decía el otro día, a propósito de A cielo abierto, que, desde hace meses, basta la menor alusión tangencial a la corrupción o a los políticos para que los teatros se vengan abajo. Atención, atención, que el pueblo soberano está harto. Y eso que tenemos que suponer que los que llenan las salas todavía cobran un sueldo.
P.J.L. Domínguez
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