Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:
Les aconsejo que se la lean con esto de fondo. Una cancioncilla agradable, que en la función se utiliza con habilidad como marca de imagen de esta vomitiva cuadrilla de golfos apandadores. Ya saben, como las del PP y el PSOE cuando tocan elecciones.
La política invade la cartelera esta temporada. Con obras centradas en ella (Transición, Poder absoluto, Subprime o Los iluminados) o salpicada donde menos se la espera. Felgood es de las primeras, retrato mordaz de las cocinas del poder: cinismo, jerarquías de manada, chantaje. Un texto instalado en hábil equilibrio entre el drama realista y los chispazos de humor inglés. La versión de Alicia Macías fluye en una muy buena traducción y supera con garbo los escollos (el grupo ecologista Fruta Madre, usado como exclamación en su fruta madre, es un hallazgo), perno no entiendo por qué una situación que el espectador localiza espontáneamente en Madrid incluye de pronto a un ministro llamado Max Coleman. Como si no tuviéramos por aquí una pingüe cosecha de políticos irregulares, por decirlo suavemente.
Castrillo-Ferrer ha dado con el tono, y no era fácil, en esta amalgama de comedia y drama: el humor no menoscaba el realismo. Fran Perea lleva el peso de la acción. Hace creíble al personaje, pero quizá ganaría si le dejaran aflojar la tensión durante algún rato más. Bosch, espectacular. La campechanía que, a la mínima, deja al descubierto la vulgaridad más descarnada, la metamorfosis del ministro en un chiquilicuatre cada vez que lo pillan en falta... retratan despiadadamente a tantos de los que vemos pasar por los telediarios. Santamaría, Márquez y Velasco, eficaces. Jorge Usón, hilarante, retrata a su personaje bufo con un absoluto dominio de la actitud corporal. Es el pulpo en el garaje, y compone un friqui inolvidable. El final, con el presidente Carlos Hipólito largando patrañas en la tele para tergiversar lo ocurrido, es un sobrecogedor, por lo familiar, acierto de dirección.
Les aconsejo que se la lean con esto de fondo. Una cancioncilla agradable, que en la función se utiliza con habilidad como marca de imagen de esta vomitiva cuadrilla de golfos apandadores. Ya saben, como las del PP y el PSOE cuando tocan elecciones.
La política invade la cartelera esta temporada. Con obras centradas en ella (Transición, Poder absoluto, Subprime o Los iluminados) o salpicada donde menos se la espera. Felgood es de las primeras, retrato mordaz de las cocinas del poder: cinismo, jerarquías de manada, chantaje. Un texto instalado en hábil equilibrio entre el drama realista y los chispazos de humor inglés. La versión de Alicia Macías fluye en una muy buena traducción y supera con garbo los escollos (el grupo ecologista Fruta Madre, usado como exclamación en su fruta madre, es un hallazgo), perno no entiendo por qué una situación que el espectador localiza espontáneamente en Madrid incluye de pronto a un ministro llamado Max Coleman. Como si no tuviéramos por aquí una pingüe cosecha de políticos irregulares, por decirlo suavemente.
Castrillo-Ferrer ha dado con el tono, y no era fácil, en esta amalgama de comedia y drama: el humor no menoscaba el realismo. Fran Perea lleva el peso de la acción. Hace creíble al personaje, pero quizá ganaría si le dejaran aflojar la tensión durante algún rato más. Bosch, espectacular. La campechanía que, a la mínima, deja al descubierto la vulgaridad más descarnada, la metamorfosis del ministro en un chiquilicuatre cada vez que lo pillan en falta... retratan despiadadamente a tantos de los que vemos pasar por los telediarios. Santamaría, Márquez y Velasco, eficaces. Jorge Usón, hilarante, retrata a su personaje bufo con un absoluto dominio de la actitud corporal. Es el pulpo en el garaje, y compone un friqui inolvidable. El final, con el presidente Carlos Hipólito largando patrañas en la tele para tergiversar lo ocurrido, es un sobrecogedor, por lo familiar, acierto de dirección.
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Ánimo, comente. Soy buen encajador.