lunes, 8 de abril de 2013

A QUIÉN LE IMPORTA

Sala: Teatro Arlequín Autores: Mai Paredes y Jorge Berlanga (idea); Qy Bazo (adaptación del texto); Carlos Berlanga y Nacho Canut (canciones) Intérpretes: Jacinto Bobo, Laura Artolachipi, Cristina Esteban, Raúl Martín, Iván Santos, etc. Director Eduardo Bazo: Duración: 2.15'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




Si me quieren, pónganse este fondo para leerme. A lo mejor conectan con mi estado de ánimo en el momento de escribrir.

Vi el fin de semana dos cosas en las antípodas: esto y El coloquio de los perros. Misma diagnosis: qué buen vasallo si oviesse buen señor. Digooo... qué buenos intérpretes, y qué buen material de origen, si todo se hubiera hilado con un buen texto. Respecto a Cervantes, tengan un poco de paciencia, el viernes estará aquí mi crítica.


Nos cuenta la sinopsis del programa de mano que Óscar, profusamente drogado por Sor Yvonne, reconstruye un relato de su vida narcotizado, surrealista y psicodélico. Bueno, mi recuerdo de los ochenta es exactamente así -y no me hagan hablar- así que por ahí íbamos bien. ¿De qué se trata en un musical jukebox como éste? Simplemente, de armar un libreto que, con mayor o menor ingenio, otorgue un pretexto argumental a las canciones y que no moleste. Bueno, aquí molesta. El truco del delirio -ensueño, sueño, intoxicación- es antiguo como el teatro, pero funciona siempre, ahí no hay nada que toser. Pero hay demasiado -demasiadísimo- texto. Las escenas habladas se estiran como chicles y, además, tampoco tienen mucha gracia. Los diálogos son trillados, las réplicas previsibles. Sí, está todo salpicado por aquí y por allá de alusiones a los ochenta, la movida, y los personajes que uno adivina, más o menos, que se remedan, pero eso no redime nada. La autoría, como verán en los créditos de arriba, es más bien confusa.

Aparte del puramente estructural hay otro motivo para que esas escenas colocadas entre los números musicales sean breves: los intérpretes tienen que ser cantantes. Salgan por ahí a buscar un excelente actor que sea un excelente cantante, y a ver cuántos encuentran. Esto no es crueldad, es pura estadística. Ya es suficiente mérito hacer muy bien una cosa, los que hacen muy bien las dos van al Olimpo derechitos. Éste es uno de los motivos por los que la estructura de la revista, por ejemplo, sea así: ramillete de escenas musicales con breves escenas intercaladas. Y, en la mayoría de los casos, escenas cómicas. Si alargan las escenas y ponen algo de drama les sale una zarzuela. Pero a ver quién es el guapo capaz de urdir un libreto de zarzuela coherente y atractivo con unas canciones preexistentes: es labor sobrehumana.

Laura Artolachipi
En fin, que los muchachos, y las muchachas, hacen lo que pueden, pero las dos horas y cuarto que duró mi función se hacen muy, pero que muy largas. Todos son buenos cantantes. Destaca como actriz Laura Artolachipi (cada uno escribe su nombre como quiere, de acuerdo, pero se me van los dedos a Artolatxipi, lo siento), yo diría que desaprovechada, pero que muestra saber dominar un registro apayasado que seguro que podría dar más fruto. Y también, con menos papel, Hugo Ruiz. Del resto, sabemos que cantan bien, pero, sometidos a esta dirección, no es fácil adivinar si son buenos actores. Guaperío repartido, pero para guapos, guapos (algo que cuenta, y mucho, en el género), Cristina Esteban, Fran Moreno y Elisa Tulián. Póngamonos frívolos, ea. Aqui tienen las fotos de los tres. Un poco desparejadas, que maquetar con blogger es morir. El orden es Turiel, Esteban, Moreno. No revelaré mis preferencias.


En otras cuestiones de dirección (como las irrupciones en vídeo de personajes famosos, las entradas y salidas por el patio de butacas, etceterísima) mejor no ahondar. Despistan una atención ya bastante castigada. La opción de dejar el escenario vacío, con el muro de chácena a la vista, sorprende un poco al principio, pero termina colando: recuerda muchísimo a la infinidad de garitos que nos pateamos en la época. La iluminación de Gustavo Pérez no está mal; tira más bien al desparrame, pero es lo que demanda la acción. Al vestuario de Montesinos le pasa lo mismo. No le pidan armonía, pero casa con el general delirio. Muy resultón el de la escena final (en la foto de abajo).


Dicho todo esto, las canciones molan. Buenas versiones con buen acompañamiento. Me parecieron especialmente conseguidas La funcionaria asesina y Vacaciones (pongo los enlaces por si a algún jovenzuelo incauto le queda esto por el magdaleniense)Yo mismo estuve cantando a voz en grito Rey del glam, y todo lo que se me puso por delante. Uno tiene su corazoncito, y me pasaron por delante de los ojos episodios que a lo mejor llevaban olvidados treinta años en alguna circunvolución cerebral. No creo que nadie pueda ser joven como lo fuimos entonces, en medio del despiporre más absoluto, tolerado por los de siempre porque el estupor no les dejaba reaccionar. Pero esto es lo que han dicho todas las generaciones que en el mundo han sido. Seguro que mientras escribo esto en la tranquilidad de mi hogar pequeño burgués, miles de jovencillos viven por ahí lo que, con el tiempo, les parecerá un privilegio que la vida les permitió una sola vez. Si fueron jóvenes con Perlas ensangrentadas, pasen por el Arlequín y procuren que los parlamentos se les pasen rápido. No se imaginan el subidón de oír en directo otra vez Quiero ser un bote de Colón. A quienes pretendan rentabilizar el espectáculo, me permito darles tres odiosos consejos: corten, corten y corten. Lo mejor del espectáculo, y así debe resaltar, son las maravillosas canciones, de lo mejorcito que el post-punk y el pop español dieron nunca.

A lo mejor otro día pillo esta entrada y le añado todo lo que siempre quisieron saber y nunca se atrevieron a preguntar sobre Berlanga, la movida, y la cultura popular de la España de los noventa.
P.J.L. Domínguez
           

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