Sala: Sala Tú Autor: Joan Yago Director: Gerard Iravedra Intérpretes: Elisa Matilla, Ferrán Vilajosana, Ángela Cervantes y Fernando Tielve Duración: 50'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
No le había visto nada a Joan Yago, intentaré poner más atención a partir de ahora. No soy Dean Moriarty fue una de esas funciones que marco con boli semana tras semana en la cartelera de la Guía del Ocio, y así durante meses. Ahora mismo tengo igual a Las hermanas Rivas. No llego a todo. Hubiera asegurado que You say tomato pasó por Madrid, pero ahora mismo no encuentro referencias. Del resto de su producción, no me suenan campanas.
No está mal Martingala, siempre y cuando uno se olvide de un pequeño detalle: no está terminada. Antes de que alguien me venga con finales abiertos o cosas por el estilo, déjenme decirles que no: que a Martingala, se la mire por donde se la mire, le falta mucho metraje. Pone en marcha una serie de materiales dramáticos que no es que no se rematen, sino que -en algún caso- ni siquiera se tocan. El más evidente: Aurora, una mujer de mediana edad en una difícil encrucijada, encuentra algo en Quim -bastante más joven, artista, bastante perdido- que la hace regresar al piso que comparte con Jonás. Por lo que se ve, con cierta asiduidad. Se hace fija del extraño grupo que forman los dos chicos y el ligue de una noche de Jonás, que parece haber ido a más. Pues bien, la función nos hurta la conversación más interesante de todas: la de Aurora y Quim. Todo esto comienza bien, la maquinaria arranca bien engrasada... y ¡zas!, se terminó. Me parece que es un texto de juventud (de hace cinco años, cuando el autor tenía veinticinco), quizá aún asistamos a su desarrollo.
La dirección está correcta, pero tampoco tengo criterio muy fundado. Primero, porque apenas me dio tiempo a centrarme en este visto y no visto, el final me pilló con la atención a contrapié. No se rían: uno dosifica inconscientemente la atención según la duración previsible, no se mira igual un spot de veinte segundos que una función de cuatro horas. Segundo, porque el elenco es muy desigual, y eso esconde la mano del director. No sabemos si los buenos parecen buenos y los malos malos porque es lo hay, o porque no los han dirigido. Aunque, si me obligaran a elegir, me inclinaría por la primera opción.
Elisa Matilla lleva meses en ese incomprensible éxito de Lavar, marcar y enterrar (una comedia basada en una buena idea, pero torpona de escritura y dirección) del que sale indemne, porque para eso es lo buena que es. Aquí, es como si estuviera dando una clase de interpretación a los jovenzuelos: tanto a los que comparten escenario como a los que se sientan a mirar. A ver si hay suerte, se aficiona al off y la vemos a menudo. No es el único atractivo de la función, también está Ferrán Vilajosana, un actor muy joven, pero muy hecho ya. Me gustó mucho en dos montajes de Vera: El cojo de Inishmaan y Los hermanos Karamazov (que me acabo de dar cuenta de que es una de esas cosas que se me quedan en el limbo sin colgar, a ver mañana).
Los otros dos, más verdes. Ángela Cervantes apunta maneras -vaya expresión viejuna- mejor en el papel exagerado de la falsa prostituta que en el que se supone que retrata al personaje real. Sobre el cuarto intérprete, mejor corro el velo de la discreción.
No le había visto nada a Joan Yago, intentaré poner más atención a partir de ahora. No soy Dean Moriarty fue una de esas funciones que marco con boli semana tras semana en la cartelera de la Guía del Ocio, y así durante meses. Ahora mismo tengo igual a Las hermanas Rivas. No llego a todo. Hubiera asegurado que You say tomato pasó por Madrid, pero ahora mismo no encuentro referencias. Del resto de su producción, no me suenan campanas.
No está mal Martingala, siempre y cuando uno se olvide de un pequeño detalle: no está terminada. Antes de que alguien me venga con finales abiertos o cosas por el estilo, déjenme decirles que no: que a Martingala, se la mire por donde se la mire, le falta mucho metraje. Pone en marcha una serie de materiales dramáticos que no es que no se rematen, sino que -en algún caso- ni siquiera se tocan. El más evidente: Aurora, una mujer de mediana edad en una difícil encrucijada, encuentra algo en Quim -bastante más joven, artista, bastante perdido- que la hace regresar al piso que comparte con Jonás. Por lo que se ve, con cierta asiduidad. Se hace fija del extraño grupo que forman los dos chicos y el ligue de una noche de Jonás, que parece haber ido a más. Pues bien, la función nos hurta la conversación más interesante de todas: la de Aurora y Quim. Todo esto comienza bien, la maquinaria arranca bien engrasada... y ¡zas!, se terminó. Me parece que es un texto de juventud (de hace cinco años, cuando el autor tenía veinticinco), quizá aún asistamos a su desarrollo.
La dirección está correcta, pero tampoco tengo criterio muy fundado. Primero, porque apenas me dio tiempo a centrarme en este visto y no visto, el final me pilló con la atención a contrapié. No se rían: uno dosifica inconscientemente la atención según la duración previsible, no se mira igual un spot de veinte segundos que una función de cuatro horas. Segundo, porque el elenco es muy desigual, y eso esconde la mano del director. No sabemos si los buenos parecen buenos y los malos malos porque es lo hay, o porque no los han dirigido. Aunque, si me obligaran a elegir, me inclinaría por la primera opción.
Elisa Matilla lleva meses en ese incomprensible éxito de Lavar, marcar y enterrar (una comedia basada en una buena idea, pero torpona de escritura y dirección) del que sale indemne, porque para eso es lo buena que es. Aquí, es como si estuviera dando una clase de interpretación a los jovenzuelos: tanto a los que comparten escenario como a los que se sientan a mirar. A ver si hay suerte, se aficiona al off y la vemos a menudo. No es el único atractivo de la función, también está Ferrán Vilajosana, un actor muy joven, pero muy hecho ya. Me gustó mucho en dos montajes de Vera: El cojo de Inishmaan y Los hermanos Karamazov (que me acabo de dar cuenta de que es una de esas cosas que se me quedan en el limbo sin colgar, a ver mañana).
Los otros dos, más verdes. Ángela Cervantes apunta maneras -vaya expresión viejuna- mejor en el papel exagerado de la falsa prostituta que en el que se supone que retrata al personaje real. Sobre el cuarto intérprete, mejor corro el velo de la discreción.
P.J.L. Domínguez
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