domingo, 19 de octubre de 2014

LOS JUSTOS

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Albert Camus (versión de José A. Pérez y Javier Hernández-Simón) Director: Javier Hernández Simón Intérpretes: Lola Baldrich, Álex Gadea, Ramón Ibarra, Rafael Ortiz, José Luis Patiño y Pablo Rivero Madriñán Duración: 1.35' 
Información práctica (el enlace a un callejón sin salida puede significar que la función ya no está en cartel)


Ojito a las cuerdas.
Sobre ETA y contra ETA.


Dice el programa de mano que Los justos es una obra sobre ETA y contra ETA. Ni lo uno ni lo otro. No es sobre ETA, porque no podía serlo. El texto de Camus no es sobre los revolucionarios rusos -protagonistas originales de la pieza- sino sobre la violencia política ejercida con la intención de liberar a los oprimidos. Una versión que se limita prácticamente, aparte de otras mutilaciones, a cambiar justo lo necesario para que los personajes sean etarras, difícilmente puede convertirse por arte de magia en algo sobre ETA. Vamos, que no lo es. 

Tampoco es una obra contra ETA. Quizá esa frase del programa de mano sea un simple grito de ordenanza, porque están las cosas como están, y si no se profieren a tiempo se corre el riesgo de ser linchado por el menor malentendido. Pero si era una intención real, alguien se equivocó de medio a medio con la elección del texto. Los justos es una reflexión crítica sobre la violencia, pero en modo alguno es el rechazo de la misma su eje central, ni se deduce de modo inmediato e inequívoco. Lo que, a fin de cuentas, más resalta es la contraposición entre quien la ejerce sin la menor consideración ética, manteniendo que los fines lo justifican todo, y el sufrimiento moral de quien, aborreciéndola, se obliga a sí mismo a practicarla por considerarlo su deber hacia los oprimidos. El espectador termina por empatizar con este último, llamémoslo el terrorista bueno que es precisamente quien ha activado la bomba. Es conocida la postura antiviolenta de Camus, es conocido el debate que lo enfrentó a Sartre por este motivo (y que, ahora mismo, hubiera terminado probablemente con Sartre en los tribunales), pero no son menos conocidas sus contradicciones"La violencia es a la vez necesaria e injustificable", escribió alguna vez.

Si yo fuera un dirigente etarra, estaría mucho más preocupado por Burundanga
que por Los justos.

No es de extrañar. La legitimidad de la violencia es un asunto que lleva preocupando a nuestra civilización desde sus primeros balbuceos, y no es cuestión que se deje encerrar en fórmulas sencillas o en soluciones de prontuario. Desde luego, Los justos no era reductible a una pieza contra ETA. En ese sentido, es mucho más eficaz Burundanga, y lo digo completamente en serio.

La versión

La versión es un desastre. Si ya ha visto la función y quiere comparar, AQUÍ tiene el original y AQUÍ una traducción. A lo que se oye en el Matadero le han podado casi toda la poesía, para dejar la peripecia en los huesos. No hay manera de reconocer a Camus en lo que queda. Hay otro problema, no menor: en la pieza original los terroristas justifican la violencia por su deseo de liberar al género humano de las cadenas que lo oprimen. Creo que cualquiera, incluso un independentista, reconocerá que cambiar esa justificación (o pretexto, llámenlo como quieran, no me voy a enredar yo ahora en el debate de fondo) por la de crear un estado vasco independiente es una diferencia de rango suficiente como para alterar los equilibrios dialécticos. En otras palabras: todo lo que los terroristas alegan en la pieza a favor del uso de la violencia pierde una parte considerable de su capacidad de hacernos dar vueltas al cacumen. Que es el objetivo de una pieza de teatro intelectual de este tipo, claro está.

[P.S. del 26 de octubre: a veces el cosmos, compasivo, me demuestra que, al menos, parte de las elucubraciones que mi mente atolondrada produce en la soledad de mi cavern... perdón, de mi hogar, tiene algún asidero en la realidad. Aurelio Arteta en El País“ETA y los abertzales gozaban de cierto prestigio. Creíamos que la izquierda abertzale luchaba por la justicia social, más allá del pensamiento ideológico nacionalista, y no solo por la independencia. Esta confusión la pagamos muy cara, después de darnos cuenta de que no era así. Tardé mucho tiempo de darme cuenta de su maldad". Traducción: la violencia se perdona con mayor facilidad cuanto más alto es su propósito. Ojo: que no lo digo yo, que lo que estoy diciendo -y hablando de teatro, no de otra cosa- es que los equilibrios de la función se sostienen si las bombas son para terminar con la opresión zarista y, de paso, mundial, pero no si están destinadas a poner una frontera en Valmaseda / Balmaseda.]

El montaje

No está bien dirigida. La ocurrencia de mantener a los actores atados a unas cuerdas que arrancan del centro de la escena ha debido de exigir tal inversión de esfuerzo que no ha debido de quedar energía para nada más. Vean la foto de arriba del todo: estos pobres tienen que evolucionar sin hacerse un lío mayúsculo con las cuerdas y, sobre todo, procurando no tropezar. Parece mentira que, en estos casos, no se mida el efecto de alejamiento que estas felices ideas producen en el espectador. En cuanto uno se dice "ay, que se va a tropezar" ya nos hemos cargado la suspensión de la incredulidad y todo el monario. A ver quién levanta eso. Tampoco está bien interpretada. Enormes altibajos de calidad en el elenco. Muy por encima de la media, Ramón Ibarra (el de la foto). Lo vi, hace casi diez años, muy solvente en Yo, Satán. Se salva de la quema Rafael Ortiz, y están bien Lola Baldrich y Álex Gadea. Mejor hubiera sido concentrar esfuerzos en la dirección de actores y olvidar las cuerdas de marras.

¿Se salva algo?

Sí. Se salva la iluminación de Cornejo, elegante y de efecto. También funciona la escenografía, con un cuadrado central en el que se desarrolla casi toda la acción y el uso de la puerta del foro. La foto les da una pequeña idea (el prisma metálico que ven a la derecha está bonito, pero la insistencia en ponerlos a todos a lavarse con el agua que contiene tampoco va a ninguna parte). Se salvan también alguna escena de Baldrich y Gadea y, con diferencia, las de la cárcel: los mejores actores SIN CUERDAS, gracias sean dadas a los dioses. Además, yo diría que el texto se ha respetado más en esa sección, aunque no puedo jurarlo.

La hora y media se me hizo eterna. A mi acompañante, que sabe más que yo de teatro, también.
P.J.L. Domínguez 
           

1 comentario:

Escuelas Teatro Madrid dijo...

Muy interesante la opinión, la tendremos en cuenta! Un saludo!

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Ánimo, comente. Soy buen encajador.