jueves, 2 de octubre de 2014

LA PLAZA DEL DIAMANTE

Sala: Teatro Español Autora: Mercè Rodoreda (versión de Carles Guillén y Joan Ollé) Director: Joan Ollé Intérprete: Lolita Duración: 1.10' 
Información práctica (el enlace a un callejón sin salida puede significar que la función ya no está en cartel)





Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Nadie puede ignorar el talento de Lolita desde Rencor, la película de Miguel Albaladejo con la que ganó un Goya. No vi Ana en el trópico, pero la crítica habló de “un trabajo dramático de altura”. Un talento lamentablemente poco aprovechado. ¿Será el pánico a no saber integrar este ciclón emocional en una propuesta de conjunto? Si hay algo de eso, el monólogo era la salida perfecta.

    La propia Lolita subraya el valor de Ollé al aceptarla como Colometa. Poco hay que decir sobre la distancia cultural y emocional entre la actriz y el personaje, así que podía parecer una apuesta de riesgo. Victoria por goleada.


    Apoyado en una notable adaptación, Ollé mantiene a la actriz durante setenta minutos clavada en un banco del que apenas se levanta unos segundos. Modesta, comedida, con las manos clavadas en el regazo, la transfiguración en la Colometa es gradual e impecable. Esta mujer me hizo llorar durante media función, y no me pasa a menudo. No son ajenos al resultado la delicada iluminación de Lionel Spycher, un peinado muy bien concebido y la música de Comelade (aunque los cortes sean a veces, me pareció, excesivamente breves). Ollé lleva diez años de diálogo con la obra de Mercè Rodoreda. Sería interesantísimo que nos contara cómo han sido Lolita y Jessica Lange en el mismo papel.

Y lo que no cabía allí:


1.- "Me gusta en estos tiempos convulsos este viaje absolutamente normal de dos culturas que se encuentran", ha dicho Ollé. Toda mi proximidad afectiva con Barcelona -que es mucha- se estuvo removiendo durante la función. Entiendo profundamente el deseo de separación de tantos catalanes, pero empieza a dolerme igual de profundamente la posibilidad cada vez más real de la separación. ¿Y si empezáramos a mostrarles afecto en lugar de proyectar todo tipo de respuestas negativas? Es sólo una idea. Tengo la sensación de que tras muchas de esas respuestas se oculta el despecho; o sea, el amor que se cree no correspondido. Lolita -hija de un gitano catalán- transmutada en la Colometa y sufriendo el hambre en la Barcelona de la guerra civil se me antoja una buena imagen de ese afecto. Us volem amb nosaltres. ¿Qué les parece como eslogan? Y si no entienden catalán, hagan el pequeño esfuerzo de meterlo en google, que seguro que lo usan hasta para el ruso. No tendré que recordarles que la comprensión es el primer paso hacia el amor.

Joan Ollé.
2.- No es muy normal que el talento de esta mujer no llegue más a menudo a los teatros. Supongo que los motivos son complejos, como casi siempre en estas cosas. Menciono en la crítica en papel el vértigo que una personalidad de este temple puede producir en un director de escena. "A ver si se va a comer la función" supongo que es, más o menos, lo que pueden pensar. Tampoco hay que olvidar que arrastra una cola de... ¿cómo lo llamo? ¿Mundo rosa? Todo pesa en el cerebro de alguien que se pone a elegir actores para su función. He creído entender que el matrimonio entre Lolita y la Colometa es una idea de Natalio Grueso. Esto es lo propio de los extraterrestres (y Grueso era un extraterrestre respecto al teatro cuando llegó a Madrid): que pueden tener ideas no contaminadas por los prejuicios. Esas ideas llegadas del espacio exterior a veces salen bien (vayan a la sala pequeña del Español a ver esto) y a veces salen mal (vayan a la grande a ver El loco de los balcones). A Ollé le ha tocado la de cal (este bombón) y la de arena (el ladrillo de La chunga).

3.- Sí, media función llorando, y no era el único. Si han leído La plaça del diamant ya conocen la manera exacta, pulcra y medida -y, sin embargo, demoledora- que tenía la Rodoreda de describir el dolor y la miseria. Pues imagínenselo bien dicho. Me parecía estar oyendo a mi abuela, que pasó por parecidísimos trances. Me di cuenta de pronto de que todo el público debía de estar pensando algo parecido (todos tuvimos gente en esa guerra), me volví a mirar, y también los demás estaban en trance. Estuve en una función superpetarda, de ésas llenas de amigos (en este caso, amigos famosos, para más inri) que suelo evitar cuidadosamente.  Dio lo mismo, nada pudo impedir que el aura de la actriz fuera creciendo en amplitud e intensidad hasta comérselo todo: el banco, las luces, el espacio que la separaba de los espectadores. Siempre les digo que las cosas terminan de madurar en el recuerdo. Ahora que redacto esto, veinticuatro horas después de entregar la crítica en papel, me parece que estoy arrepentido de no haber empleado las cinco estrellas.

4.- Lo que está claro que falta en la crítica son cuatro palabras. Dice: Sería interesantísimo que nos contara cómo han sido Lolita y Jessica Lange en el mismo papel. Y falta: mutatis mutandis, tanto monta.
 P.J.L. Domínguez

           

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