lunes, 18 de noviembre de 2013

TAINTANTOS

Sala: Teatro Alcázar Autor: Olga Iglesias Director: Coté Soler Intérprete: Nuria González Duración: 1.25'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




Nuria González les parecerá de la familia, ¿no? Es lo que tiene la tele. Si se presenta en Nochebuena en casa y nos besa a todos, ni nos damos cuenta de que sobra una prima. Ni qué decir tiene que es una fabulosa actriz. Casi siempre, o al menos así se me ha quedado grabada, en papeles de mujer sensata, mucho sentido común, personajes con los pies en la tierra.

Así que supongo que se lo pasará pipa encarnando, por una vez, a esta pobre descerebrada. Mediana edad (de ahí los "taitantos"), divorciada con hija adolescente, vídeobloguera de éxito, obsesionada con el número de seguidores. Se siente en la cresta de la ola, por mucho que le insista su madre en que "eso de la Internet es para minorías, y además ya dice todo el mundo que la van a quitar". Hasta que, catacrack, su novio se revela como un sinvergüenza. Y hala, ahí tenemos ese descenso a los infiernos que se ha convertido en endémico en nuestra civilización: mujer inteligente en la flor de la edad que, sin chorbo, se queda como vaca sin cencerro. Seguro que conocen varias. Es una cosa horrible, ver cómo alguien que lo tiene todo para vivir como un cohete a reacción se dedica a llorar y comer chocolate mientras ve la tele, entre cita y cita de Meetic. Quien se invente una terapia definitiva se hará multimillonario.

El texto de Olga Iglesias trasciende en buena medida el formato de stand-up: construye una historia de cierta complejidad y casi hora y media de duración. El regodeo sobre la anécdota, ese exprimir hasta la saciedad las posibilidades cómicas de una situación que suele ser el todo en un monólogo de ese tipo, está aquí limitado sobre todo a la narración de los encuentros con los proyectos de ligue. Y no crean que es lo peor: hay algunos relámpagos de ingenio de carcajada inmediata. Uno de los idiotas va a mostrarle, arrobado, su moto y pone "cara de haber dado a luz un cervatillo". Cuando, por fin, alguien la invita a un restaurante como Dios manda, la decoración se caracteriza por unas urnas de cristal que contienen, por ejemplo, "unas capuchas andinas de lana desgastadísima". Es tan inverosímil que, probablemente, sea cierto. Y el superlativo "desgastadísima" revela a la escritora con recursos.




No les quiero revelar el periplo vital de esta pobre mujer zarandeada por la vida, los hombres y su propia hija. Pero, como era de esperar, el texto desprende la lógica moraleja: olvídate de depender de todas esas mandangas que te han impuesto y sé tú misma. Se me ocurre que la cosa se da un poco de tortas con el photoshopazo que les han metido a las fotos de promoción del espectáculo. Claro, una cosa es la moraleja, y otra la promoción, con las cosas de comer no se juega, pero yo veo estupenda a la actriz en el escenario sin potochof y sin nada. 

Olvidando esas zarandajas de crítico picajoso, Soler ha dibujado bien el arco de la función. La González está muy bien, tiene el texto dominado como para soltarlo dormida. Muy bien vestida y escenografiada por Elisa Sanz (me gustaría ponerles alguna foto que diera idea de esto último, pero no encuentro ninguna). En fin, un buen rato.
P.J.L. Domínguez
           

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