lunes, 11 de noviembre de 2013

EL VARIETÓN

Sala: Pequeño Teatro Gran Vía Autores, directores e intérpretes: Los Quintana (David y Fernando Quintana) Duración: 1.20'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)





Empiezo por confesar que el transformismo me encanta. En todas sus formas (teatrales, que ya sé que hay mucho malpensado entre mis lectores, y en cuanto me descuide me cuelgan un sambenito). Me gusta tanto, que me gusta hasta cuando es cutre. Se da uno un paseo por Chueca y se encuentra, en cualquier garito con tres metros de fondo, un esforzado cómico embutido en lamé dorado y en una peluca de medio metro, enfrentándose a un denso grupo de primates con copas en la mano, alcohol en la sangre y procacidades en la boca y... ¡hala! A sacar el número adelante. Ya me dirán si eso no es teatro en su más pura esencia. Seguro que en las tascas del Pireo pasaba algo parecido mientras Sófocles andaba estrenando esas cosas tan serias.

Les sacudo esta foto que he encontrado por ahí para que no se me olvide la 
antológica cara de boba sorprendida que pone varias veces en la función
la de la derecha (que creo que es David).


Caviar Follies
Los pequeños espectáculos de bar suelen consistir en el play-back de canciones aisladas. Bien, olvídense. Lo de Los Quintana es otra cosa. Es un espectáculo de play-back, claro, pero eso es consustancial a las drags. La diferencia es que los cortes pueden ser bastante más largos y provenir de... cualquier cosa: canción, culebrón o cine. Debe de ser un arte en auge en Argentina, hace unos años nos visitaron otros maestros del género: Caviar Follies. Como verán en las fotos, más payasas unas, más glamour en las otras.

Los Quintana -que, en ausencia de más indicaciones, tenemos que suponer que escriben y dirigen sus espectáculos- no sólo tienen talento para dosificar las escenas, una enorme vis cómica y esa sorprendente habilidad de los mejores travestidos para deformar hasta lo grotesco la gestualidad que nuestra cultura asocia con lo femenino. Además, tienen a las espaldas un gigantesco bagaje socio-cultural que a nosotros se nos escapa, pero que está en nuestra misma lengua, y que saben explotar. Ahora diremos alguna cosilla sobre eso. Después del consejo.

Sé que los consejos no solicitados son odiosos, pero la carne es débil y no voy a resistirme. Me reí mucho con Los Quintana. Pero me reí más cuanto más derivaba la cosa hacia lo absurdo. Nada que objetar a la recreación drag del culebrón o de la canción hortera. Sin embargo, hay en la función un par de pasajes que merecen pasar a la antología de la rechifla universal, y que son los que me llevan a aconsejarles que trabajen ese filón. Ambos, uno en mayor medida que el otro, derivan de ese inmenso caudal de cultura más o menos pop de nuestros primos americanos. Voy con los dos:

Una. Audio de cine. Es la mítica escena de Querídisima mamá en la que Faye Dunaway, haciendo de Joan Crawford (chúpate esa), ataca a su hija con furor sicopático por los dos nefandos crímenes de no añadir "querida" cada vez que dice "mamita" y de haberle colgado perchas de alambre en el armario. Ojo: es el audio del doblaje argentino (supongo). Créanme, si no van a ver El varietón, búsquenlo en alguna parte. Virgen Santa, creía que iba a expulsar el bazo por la boca de tanto reírme. Nota uno: hay cierta dosis de perversidad en convertir en cómica una escena que, en rigor, debería aterrar. Pero era inevitable: encuentro aquí un comentario que subraya esa cualidad terrorífico-hilarante del "mamita querida".

"¿¿¿¿Perchas DE ALAMBRE en mi armario????"
 ¿No creen que se merece un reguero de travestidas imitándola?
Dos. Les ahorro cómo llegan a esa situación, pero el caso es que ambas están en escena con ropas y pelos de loca. Y entonces llega un audio estupefaciente, delirante, sicotrópico. "Dónde están los hombres, dónde, dónde, donde, copos de ceniza, construyamos un nido, un nido, un nido, pero dónde, pero dónde, dónde, dónde, dónde". Quizá puedan imaginar a las dos dementes que vagan en medio de la nada repitiéndose estas preguntas. En ese momento, casi expulso el páncreas. Nota dos: aquí viene el colmo de la perversión. Si alguno de ustedes tiene mi edad, o más, y su cultura alcanza esos parajes, habrá reconocido una poesía (y canción) de Horacio Guarany, que alcanzó alguna fama por aquí en mis años mozos. Una vez que uno sabe cuál es el contexto de la poesía, se le hiela la risa en la boca y escupe el páncreas de una vez. Pero Los Quintana han sabido ver el delirio en este horror, como en el de la Dunaway. Aquí tienen el audio, óiganlo antes de saber de qué se trata, y a lo mejor se parten de risa. Como me decía JM, es que sin contexto no somos nada.

En fin, lo pasé bomba. No sé ustedes, pero buena falta que me hace a mí reírme de vez en cuando. Próximamente, les contaré algo de Conversaciones con mamá, Taintantos  y Eurozone.
P.J.L. Domínguez
           


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