lunes, 1 de febrero de 2016

TERNURA NEGRA

Sala: Sala Mirador Autora y directora: Denise Despeyroux Intérpretes: Ester Bellver, Joan Carles Suau y Fernando Cayo (en vídeo) Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)


¿No me digan que no mola la imagen?
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Quizá sea Despeyroux, con Carlos Be, la autora que más estrenos encadena en Madrid. Piezas de gran interés literario e impecable armazón dramatúrgico. La realidad, Carne viva, Por un infierno sin fronteras… En cartel La tentación de vivir (oportunidad de conocer un texto estupendo, a pesar de un montaje muy mejorable) y El más querido (que espero ver) en los Luchana. Estrena Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales en marzo en el María Guerrero.


    Ternura negra muestra sus técnicas y obsesiones. Dos actores presentes contra uno en vídeo (Fernando Cayo, memorable). Normalidad y paranormalidad superpuestas. Drama y comedia alternándose a cada línea. Flujo narrativo que no descarrila en las numerosas curvas. Personajes, lo veo ahora, que saltan de uno a otro título. La puesta en escena se resiente de una decisión errada: Bellver encarna a dos mujeres y, para resaltar la diferencia, el carácter de Paloma se ha atenuado en exceso, es mortecino y arrastra la función hacia abajo. Tampoco aprovecha la dirección los innumerables giros de risa, de perplejidad, de drama. No importa. La fuerza de la narración es tal que el interés del espectador se mantiene vivo. Bellver brilla de pronto en su encarnación de la reina y Suau muestra muchas capacidades por explotar a fondo. Atentos a su “¡Insensata!”.

Y algunas cosas que no cabían allí:

Casi mejor empezamos por los enlaces a las piezas de Despeyroux que pueden encontrar comentadas en el blog (y aún falta El más querido, no hay quien le siga el ritmo): La realidad, Carne viva, Por un infierno con fronteras, La tentación de vivir

Acabo de releer la introducción que escribí para La cumbre, otra fantasía estuardiana que Fernando Sansegundo montó hace unos meses.  Viene al caso y me quedó bastante mona, la voy a rentabilizar copiándola directamente. Aquí va (si no le interesa la introducción, salte hasta después de la foto de la Bergman):

La relación entre María Estuardo, reina de Escocia, e Isabel I de Inglaterra es uno de esos nodos de la historia que, en algún momento, dejaron de ser anécdota para simbolizar una categoría. Como el asesinato de Julio César. Se siguen creando: es posible que le ocurra lo mismo a Diana de Gales en cuanto el tiempo descascarille la pátina de tele y prensa basura que lleva adherida. Imaginen dentro de un par de siglos esta historia de la princesa de la mirada velada ignorada por el malvado -y feo- heredero. Parece un cuento de Perrault.

Grabado de la época sobre la decapitación de María. Huy, spoiler.
Si la esencia del conflicto de Diana es la del amor de una ingenua muchacha por un cínico que la desprecia, en el caso de las reinas primas el nudo está en "no quiero matarte, pero si no lo hago me arriesgo a que me mates tú". La teoría de juegos ha explorado estas situaciones, la más conocida de las cuales se llama dilema del prisionero. O sea, en el fondo de esta rivalidad histórica se esconden nada menos que los pares colaboración/competición, confianza/desconfianza. Ambas hubieran ganado con la opción de la confianza: en estabilidad política, en tranquilidad personal. Por no decir que María hubiera salvado la vida e Isabel la conciencia. Pero era todo extremamente complicado: ellas dos no eran más que los vértices de complejísimos entramados de intereses territoriales, dinásticos, religiosos... Con su pan se lo coman los que opten a semejantes concentraciones de poder. Estoy viendo estos días la tercera temporada de House of cards y no dejo de preguntarme cómo puede haber quien quiera ser presidente de los EE.UU. Un tipo al que sacan de la cama de madrugada para que intervenga en quién sabe qué entuerto y decida sobre la vida y la muerte de perfectos desconocidos. Prefiero trabajar en una churrería.

La versión de Abel de Pujol
Alexandre-Denis. Me pirra el historicismo.
A los que preferimos trabajar en una churrería nos parece que habría que suplicar a la gente que aceptara ser rey de Escocia (serlo entonces, ser rey ahora es como ser relaciones públicas de Pachá, pero a lo grande; véase El discurso del rey) o presidente de los Estados Unidos. El corolario parece simple: los que buscan esas ubicaciones no son como nosotros. Pero no es exactamente cierto, son lo peor de nosotros mismos. En el caso que nos ocupa, tanta ambicion, tanta falta de escrúpulos, el aura de la realeza y la relación de familia... Todo parece diseñado para fascinar. Por cierto: no eran exactamente primas. Isabel era nieta de Enrique VII (el padre de Enrique VIII, aquel simpático muchacho) y María bisnieta del mismo. La primera era tía-prima de la segunda. Le cortó la cabeza, sí, pero la venganza de María, como la de Banquo en Macbeth, sería póstuma: fue su descendencia la que ocupó el trono de Inglaterra. Por cierto, ¿saben quién descendía de María Estuardo? La difunta duquesa de Alba y, claro está, sus hijos. Como ven, los siglos pasan y las jerarquías permanecen.


Mary of Scotland, de John Ford. Parte de la corriente de "beatificación" de María
frente a la perversa Isabel.

Fascina María, sí, al menos desde Schiller y Donizetti hasta la Katharine Hepburn de la foto, pasando por la biografía de Stefan Zweig. (Maravillosa biografía, ya que estamos. Mentirosa, claro, en la perfecta coherencia que Zweig otorgaba siempre a sus biografiados, pero de lectura apasionante). Fascina todavía lo suficiente como para que La cumbre coincidiera unos días con Ternura negra de Despeyroux en La Zona Kubik. Me la perdí (es jorobadamente complicado organizarse para llegar hasta allá), pero vean la sinopsis: Un autor y director de teatro obsesionado con la figura de María Estuardo se instala en una tienda de campaña junto al castillo de Tutbury, donde la reina pasó gran parte de su cautiverio. Pretende comunicarse con el fantasma de la trágica y última reina de Escocia. Helado en el interior de su tienda de campaña, el autor se dirige a través de Skype a una actriz y a un actor que ensayan en una buhardilla destartalada y con goteras. No es un asunto fácil, pero se complica  todavía más cuando el autor decide colarse en una habitación del castillo que ha sido clausurada por su alarmante grado de actividad paranormal. Las cosas más inesperadas pueden pasar en una sesión de espiritismo a través de Skype. Mola, ¿eh? A ver si la reponen.

* * *

Pues la han repuesto, afortunadamente. Y el texto es tan interesante como me había hecho esperar la sinopsis. Como siempre en Despeyroux, la capacidad de amalgamar elementos incoherentes. También -y esto no lo dije en la crítica colgada ayer sobre La tentación de vivir- la capacidad de sobrevolar los géneros, explotando sus convenciones pero sin dejarse atrapar (y esto, como su fertilidad, la aproxima a Carlos Be). Para poner la etiqueta de género a la crítica de Ternura negra en la Guía del Ocio tuve que mirar la que traía en el numero precedente. Es cierto que, cuantitativamente, son más los recursos de comedia empleados. Pero esto no resta peso al drama histórico (la posesión de la protagonista es una oportunidad de oro que la dramaturga aprovecha para ponerse a escribir como Schiller, supongo que lo pasó en grande), la historia de fantasmas, el retrato psicológico...


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Dos actores presentes contra uno en vídeo. Como en La realidad. Esto se dice fácil, pero no olviden un pequeño detalle: el procedimiento obliga a los actores en carne y hueso a milimetrar los tiempos, para coincidir siempre con lo que dice el tercero en la pantalla. Virtuosismo técnico (de técnica interpretativa, quiero decir).

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Personajes que saltan de uno a otro título. El personaje de Suau viene de Carne viva (el niño índigo con una profesora de baile que habla italiano) donde, además, lo hacía él mismo. Curioso e interesante efecto. Algo he leído por ahí (¿Los nombres de los personajes? Oigo tantas campanas que no sé dónde suenan) que me hace pensar que Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales tendrán relación con La realidad. ¿Las obras de Despeyroux como facetas de un único mundo? Me gusta la proustiana idea. A la búsqueda de la realidad perdida.

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Innumerables giros de risa, de perplejidad, de drama. Con el riesgo de aburrir a las vacas -expresión que me enseñó A. y que adoro- lo repito otra vez: este texto es un filón. Hay para ensayar meses. Entre lo que ocurre en la realidad, lo que ocurre en la hiperrealidad, lo que ocurre dentro de ella y lo que ocurre dentro de él, hay un tomate bestial. Todo el mundo se ha quedado corto en esta versión, pero aun quedándose cortos les ha salido bonita, digamos suficiente. Pero que eso no impida apreciar la enorme potencialidad del texto.

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Es conocida la solvencia de Bellver (creo que lo último que le he visto es Montenegro Rinoceronte). Suau (en la foto) es más joven y lo conocemos menos. Lo vi por primera vez en Carne viva y me lo he perdido en El más querido (donde lo sustituye un estupendo Juan Ceacero). Confirmo la primera impresión: es un tipo con capacidad, al que es posible que veamos hacer cosas importantes. Me parece que se dejaría exprimir más de lo que Despeyroux lo ha podido exprimir aquí. Se pasa media función intentando desprenderse de la sustancia viscosa y pesada que desprende el personaje de Paloma (ojo, que he dicho el personaje y no la actriz; la actriz se despierta cuando hace de María Estuardo y muestra lo que sabe hacer).

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¿Creen que seré capaz de ir colgando una crítica al día hasta recuperar el paso? No, yo tampoco lo creo. Por si acaso, les adelanto que La respiración y De algún tiempo a esta parte, caen del lado del sí, y La estupidez -ay, qué decepción- más bien del lado del no. Seguiremos informando.
P.J.L. Domínguez
          

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