lunes, 8 de febrero de 2016

JUAN JOSÉ

Sala: Teatro de la Zarzuela Autor: Pablo Sorozábal (de la música y del libreto, sobre el drama homónimo de Joaquín Dicenta) Director de escena: José Carlos Plaza Director musical: Miguel Ángel Gómez Martínez Intérpretes: Carmen Solís, Silvia Vázquez, Milagros Martín, Antonio Gandía, Ángel Ódena, Rubén Amoretti, Ivo Stanchev, Néstor Losán, Lorenzo Moncloa, Ricardo Muñiz, Elena Rey, Roxana Herrera, Manuel Rodríguez y Ramón Farto Duración: 1.50'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)




Voy a comenzar con un texto que escribí en principio para otro lugar, pero que no llegó al puerto deseado. Considérenlo una introducción.

LLEGA JUAN JOSÉ

Parecía destinado a ser el Godot del repertorio lírico español: un tipo que no aparecería nunca por más que lo esperáramos.

Es una historia con tres protagonistas –Dicenta, Sorozábal y Pinamonti- que comenzó hace ciento veinte años. Joaquín Dicenta, patriarca de los Dicenta que han poblado los escenarios durante más de un siglo hasta Natalia y Jacobo, estrenó Juan José en 1895. A este admirador confeso de Zola le salió un texto en el que convivían intención naturalista y ecos de dramón romántico. Su éxito popular fue tan abrumador que la historia del albañil empujado al crimen por la situación a la que se ve reducido fue representada incesantemente por grupos de teatro aficionado pertenecientes a organizaciones obreras de todo tipo. Manifiesto socialista, lo califico Unamuno. Hasta que llegó el 36, ocurrió lo que ocurrió, y Juan José, como tantos otros referentes de la cultura de izquierdas, se volvió invisible.

En este punto del relato llega Pablo Sorozábal, músico de simpatías izquierdistas más o menos toleradas, que termina de transformar la pieza en 1968, tras invertir la friolera de once años de trabajo en una “ópera proletaria” cuyas posibilidades de estreno era nulas. El drama social había perdido carga explosiva, pero su valor como símbolo se mantenía intacto. Aunque era el autor de Katiuska, La del puñado de rosas o La tabernera del puerto (“Siempre he vivido de las mujeres”, dijo una vez) consideraba Juan José su mejor obra. La euforia democrática reparó muchos olvidos de este tipo, pero con el estreno programado en 1979 en el Teatro de la Zarzuela el compositor y el Ministerio de Cultura se enzarzaron en una trifulca que terminó en cancelación.

Así, en el metáforico cajón, se encontró Paolo Pinamonti a Juan José cuando llegó a dirigir ese mismo teatro. Cosas de ser extranjero: tenía perspectiva suficiente para percibir la anomalía de mantener en el limbo una de las mejores obras de uno de los mejores compositores líricos de nuestro siglo XX. Pinamonti ya no está en Madrid, lo abandonó hace poco para dirigir el San Carlos de Nápoles. Pero nos dejó un regalo que no supimos hacernos a nosotros mismos: el estreno de Juan José, con Miguel Ángel Martínez en el foso y José Carlos Plaza en la dirección de escena, evento histórico que cierra la peripecia comenzada en 1895. La meritoria iniciativa de Musikene, que montó una versión concierto en 2009, confirmó la alta opinión que el autor tenía de su criatura, y me permite hacerles una sugerencia: fíjense bien en el delicioso chotis deconstruido. Es la astuta mirada de Sorozábal diseccionando una tradición que se terminaba. Si alguien programa ahora La llama de Usandizaga, otro espantoso olvido, mi felicidad llegará al éxtasis.

Y ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Dicenta estrenó Juan José en 1895. Un texto en el que convivían intención naturalista y ecos de dramón romántico. Su éxito abrumador llegó hasta el 36, cuando se volvió, como tantos referentes de la cultura de izquierdas, invisible. En 1968, Sorozábal lo convirtió en una ópera que ha pasado casi cincuenta años en el cajón. Tuvo que llegar un extranjero al Teatro de la Zarzuela (Paolo Pinamonti, hoy director del San Carlos de Nápoles), a resolver esta anomalía histórica.

    Su música es magnífica. Un compendio de influencias, desde Puccini hasta el musical americano, englobadas en una mirada al casticismo entre nostálgica y demoledora: véase el chotis deconstruido del soberbio primer acto o el Precisamente, el otro día. La trama, desgraciadamente, no puede ser más actual: paro, pobreza energética, violencia de género...  Hay quien ha considerado el tema “pena, celos y venganza” de un horrible machismo. Claro, pero podríamos descalificar el Otelo (*) por idéntico motivo. Y el horrible machismo sigue, por cierto, bien pujante.

    Plaza orquesta un excelente conjunto escenográfico (Leal), de vestuario (Moreno) y coreográfico (Perdikidis). Entre los solistas sobresalen Gandía, Martín y Amoretti, aupados por los papeles más agradecidos. A ver si ahora alguien se acuerda de reponer La llama de Usandizaga o de estrenar el Gernika de Escudero.

(*) Pocos días después de escribir esto (espero no hacerme un lío con las fechas) Boadella usó el mismo ejemplo del Otelo para referirse al inefable asunto de los titiriteros y su "apología del terrorismo" (debería haber un signo gráfico de comillas dobles para casos exagerados). Estamos volviendo a toda prisa al siglo XIX.
P.J.L. Domínguez
          

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