domingo, 26 de junio de 2016

HISTORIAS DE USERA

Sala: Lazona Kubik Autores: Alfredo Sanzol, Miguel del Arco, Denise Despeyroux, José Padilla, Alberto Sánchez-Cabezudo, Alberto Olmos, Pilar Franco, Yolanda Menéndez y Flor Cabrera Director: Fernando Sánchez-Cabezudo Intérpretes: Inma Cuevas, Jesús Barranco, Ana Cerdeiriña, José Troncoso, Huichi Chiu, Iván Jiménez, Juan Ramón Saco, Juan Antonio Rodríguez, María Teresa Prado, Juan Antonio Montes y Luis Sureña Duración: 1.55' (entreacto de 10')
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)



Me llegan voces de varios sitios insistiendo en que no me la pierda. La crítica de Vallejo en El País hace unos días dice nada menos que "la factura de la producción [...] nada tiene que envidiar a las mejores que puedan verse en el teatro parisino independiente o en los teatros públicos berlineses". En fin. No nos pasemos. Historias de Usera es exactamente lo que uno piensa que va a ser si fija su atención en todo el paisaje, por así decir, sentimental de la pieza: la participación de vecinos en el montaje, la evocación melancólica del pasado, la ubicación de los textos en un entorno costumbrista y de barrio. O sea, que SÍ resulta una cosa simpática. Y no es nada de lo que piensa que va a ser si, en cambio, se concentra en la otra vertiente del montaje: la escritura de un buen número de autores muy bien considerados y la dirección de Sánchez-Cabezudo, nombre en boga. O sea, que NO resulta una puesta en escena de calidad relevante ni, sobre todo, homogénea. Se me ocurre un término de comparación: El manual de la buena esposa (donde también estaban Sanzol y Miguel del Arco). El resultado está muy lejos de la redondez de aquel invento.

Heterogéneo es, quizá, el adjetivo que mejor cuadra a esta sucesión de piezas breves. Una heterogeneidad que depende en cada caso de la mayor o menor calidad del texto y del mayor o menor acierto en la dirección. Así que vamos por partes:

Auge y caída de un amor en Usera (Denise Despeyroux). Un breve juguete cómico bien dialogado -Despeyroux es una experta dialoguista- con una puesta en escena discreta y muy bien defendido por Ana Cerdeiriña (inolvidable Letizia en Trágala, trágala). Simpático.
El vampiro chino (Alberto Olmos). Excelente monólogo, lleno de sugerencias pedestre-poéticas, imaginativo, rico de posibilidades. Estupendamente planteado en su arranque en el interior de la tienda china de comestibles que vemos a través del vidrio del escaparate y en la que evolucionan los vecinos del barrio (literalmente, son vecinos que colaboran en el montaje) con coreografías hilarantes. El monólogo se despieza y sus otros dos fragmentos no alcanzan la brillantez escénica de este arranque -en uno la actriz se sube la azotea de la maqueta que ven en la foto y en el otro al poste de la luz que también ven ahí- pero Huichi Chiu, que es mucha actriz, consigue que el relato chisporrotee. Creo que es un error no hacerlo todo seguido.
El 37 (José Padilla). Un sainete en formato miniatura, bien escrito, no excesivamente bien dirigido: el desenlace, que debería provocar carcajadas, pasa desapercibido y, zas, se acabó la cosa.
Copacabana (Alfredo Sanzol). Aquí el resultado está a la altura de todos los implicados, autor, director y los dos magníficos intérpretes: Inma Cuevas y Jesús Barranco. Escrita al nivel del mejor Sanzol, dirigida con delicadeza e interpretada con virtuosismo. Es, con diferencia, la pieza más lograda.
La Narcisa (Flor Cabrera, Pilar Franco, Yolanda Menéndez). El texto no tiene remisión. Troncoso y Cuevas se emplean a fondo, pero no hay por dónde coger la cosa. Me temo que en una duración tan breve se puede plantear lo cómico, un drama -digamos- suave, el minisainete o mil matices más, pero es extremadamente difícil conseguir la aceleración de cero a cien necesaria para sumergir al respetable en un dramón de tal calibre. Error inicial de enfoque no sé si superable y que el desarrollo del relato -que no se aparta de lo lacrimoso- no supera.
El sereno (Alberto Sánchez-Cabezudo). El texto, previsible y trillado, se ha vestido muy bien a base de atmósfera y del bordado del personaje que se marca Barranco, pero no hay manera. Aburrido.
El lado salvaje (Miguel del Arco). La idea era buena -recrear el pollo armado en Usera durante el abortado concierto de Lou Reed- pero el resultado es penosamente tedioso. El reiterativo texto no va a ninguna parte y puede hasta con la Cuevas (cosa que nunca creí poder decir). No sé si, dirigido de otra manera se hubiera salvado algo, pero lo dudo. 

Todo lo que se refiere al valor social de la función (y de la labor de la sala durante estos años), al interés de la participación de los vecinos, a la intención de expandir el teatro más allá del escenario... todo eso loable y estupendo. Pero una cosa es una cosa y otra, otra. Respecto al resultado teatral, el minidrama cómico de Despeyroux, el melodrama de Sanzol y el monólogo de Olmos (sobre todo, la parte ubicada en la tienda) son piezas acertadas. El resto, flojo o muy flojo.

Terminemos con lo más sobresaliente, que en este caso es lo que llamamos a veces "envoltorio" en este blog. Realmente magníficas la escenografía de Alessio Meloni (que acaba de firmar la también estupenda de Tom en la granja) y la iluminación de David Picazo, y muy eficaz la música de Sandra Vicente y Mariano García.
P.J.L. Domínguez
          
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