lunes, 15 de febrero de 2016

SÓCRATES. JUICIO Y MUERTE A UN CIUDADANO

Sala: Matadero (Naves del Español) Autores: Mario Gas y Alberto Iglesias Director: Mario Gas Intérpretes: José María Pou, Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina, Alberto Iglesias, Ramón Pujol y Guillem Motos Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)

José María Pou y Carles Canut
Iba a decir que no hay dos sin tres, pero me temo que son cuatro en pocos días. Cuatro que parecen cosechar éxitos sin fin, y que a mí... en fin. Verano en diciembre (sobre la que Vallejo ha publicado una crítica que me ha dejado con un palmo de boca abierta, y no sólo a mí... ¡Wajdi Mouawad!, ni más menos, como término de comparación para una funcioncita que roza el teatro aficionado), Winter's tale (sí, vale, hay cosas estupendas, pero no es una función redonda diga lo que diga Le Figaro) y Cervantina (A y yo somos las únicas personas a las que les ha parecido un pestiño. Ah, bueno, no, perdón. Oí el otro día "había viejos a los que no les gustaba". ¿Seré ya un "viejo"? Al menos, explicaría la cosa. Lástima que quien lo decía fuera mayor que yo, me deja sin hipótesis). 


El cuarto es Sócrates. Son noventa minutos que no van a decirle nada que no le dijeron las dos páginas correspondientes del manual de Filosofía de COU (no sé si Sócrates seguirá existiendo en nuestro sistema educativo desde que el COU se lo llevó el viento, cualquiera sabe visto lo visto). Nada. No hay desarrollo del personaje (es un santo, apenas velado por un carácter graciosamente peculiar), no hay peripecia, el conflicto está presentado en el primer suspiro y ya no se mueve de donde estaba... Cuando digo que no le dirá nada que no le dijo su manual de Filosofía no me refiero a que no va a aprender más sobre la vida y obra de Sócrates (que también) -porque el teatro no es para eso, y cuando se hace para eso es teatro didáctico y apesta- sino que no le va a aportar ni un gramo más de interés dramatúrgico, que es lo único que nos interesa sobre un escenario, que el que aquel manual podía contener. El Sócrates de Gas-Iglesias no es un texto dramático, es una foto fija, un tableau vivant al que le ha dado por romper a hablar y que dura noventa minutos en vez de los veinte o treinta para los que había material.

Para no faltar a la verdad, tengo que contarles que hay un brevísimo paréntesis contrastante. El único elemento que se salta la insoportable monotonía del resto. El monólogo de Jantipa. Tampoco es que lo que diga sea para perder la cabeza, aporta una pequeña variación. La mujer de Sócrates que se queja de su carácter, pero reconoce su grandeza y relata alguna anécdota familiar. Está colocado en medio de tal páramo de monotonía que se agradece como si fueran Hamlet o Segismundo los que hablan. Amparo Pamplona, como siempre, borda lo que le toca decir, lástima que a Antonio Belart la idea del contraste (todos van vestidos todo el rato como en la foto de arriba) le haya sugerido un horrendo mandil azul y un trapo en la cabeza. He encontrado una foto que les dará idea de cómo le sienta a la función. Y con este gancho del atavío de Jantipa, vamos a saltar a la puesta en escena.

Vaya por delante que, con semejante texto, no había nada que hacer. Los actores son, casi todos, excelentes, si no saldríamos corriendo antes de media hora. Pou, desde luego, hace todo lo que se puede hacer con esto, que apenas le permite resbalar un momentín del monocorde registro "sabio, comedido y digno" hacia "ahora un poco más nervioso e indignado". Un momentín. Todo el resto del tiempo tiene que estar ahí, comportándose como un Sócrates perfecto de cuadro pompier. A Carles Canut se le nota que es un grande, hasta con esas líneas previsibles antes de que las pronuncie. La mejor escena de la función es su conversación con Pou, en la que intenta convencerlo de que huya, la de la foto de arriba del todo. Creo que Ramón Pujol (al que he visto hacer papeles muy distintos en Smiley y Tierra de nadie, con el mismo Pou) tiene por delante, a nada que le sonría la suerte, una gran carrera. Cumplen Molina y Motos. Siento decir que Iglesias me convence menos, como en Largo viaje del día hacia la noche, así que bien puede ser que se trate de ese obstáculo subjetivo que todos encontramos con algunos intérpretes, y nada achacable a él. Si le gusta a Gas, algo tendrá. Me gustó más en Serena apocalipsis.

Yo diría que Azorín (escenografía), Orriols (iluminación) y Belart (vestuario) han hecho lo que les han debido de pedir: una cosa estática, serena, discretamente hermosa. Muy bien, si luego pasara algo. Muy adormecedor, si resulta que es el envoltorio de más estatismo, serenidad y discreción. Somnolencia. La preciosa escenografía se queda perfectamente infrautilizada (las gradas del fondo están prácticamente de adorno). Un detalle y termino: durante muchísimo tiempo, Pou ocupa el centro exacto del círculo que unas grecas en relieve dibujan en el suelo, centro también de las gradas circulares. Dejar la acción quieta en el centro de un círculo -la figura geométrica estática por excelencia- es la confesión explícita de que uno no va a derrochar muchas ideas. Ojo, que Gas es un grande, ¿eh? Pero no por esto.

P.J.L. Domínguez


P.S. Resulta que no estoy tan solo en esto. García Garzón le ha puesto dos estrellas y este blog también reniega. Claro que ese blog reniega de Miguel del Arco en bloque y le encanta el Cuento de Invierno de Donnellan. No hay almas gemelas.
          

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