sábado, 6 de febrero de 2016

LA RESPIRACIÓN

Sala: Teatro de la Abadía Autor y director: Alfredo Sanzol Intérpretes: Pau Durà, Nuria Mencía, Gloria Muñoz, Pietro Olivera, Martiño Rivas y Camila Viyuela Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)


Detrás Durà, Rivas, Viyuela y Olivera. Sentada, Gloria Muñoz. En primer término, Nuria Mencía.

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

El delirio lo desataban en La calma mágica unas setas alucinógenas. En La respiración, es una fantasía de Nagore, que quiere huir del dolor de la separación. Lo irreal en marco real: tanto porque la trama explica las cosas inexplicables como porque se envuelven en realismo cotidiano. Ha salido una comedia de enredo disuelta en un disparate tierno que nos parece (¿lucidez o locura?) más compasivo que el orden establecido. Algunos momentos de la escritura no pueden ser más redondos: el magnífico monólogo de Leyre o la antológica escena del sacacorchos, que retrata a golpe de carcajada a los seres humanos lidiando con nuestras miserias.

    Entrañables personajes que parecen –ése es siempre el objetivo del trabajo del intérprete- ser uno con los actores. Todos se mueven con soltura en este mundo paralelo. Me sorprende el aplomo de Viyuela, me convence el desparpajo de Rivas. Gloria Muñoz convierte en oro cada línea que toca. Nuria Mencía, que brillaba en Maridos y mujeres, está superlativa: es alma y pilar de la función entera.  

Y algunas cosas que no cabían allí:

1.- Conocimos a Sanzol con cosas estrechamente ligadas a su tierra natal. En aquel Sí, pero no lo soy (lo que pudo rendir una cosa tan modesta, de duración tan breve y en un sitio tan pequeño; demuestra que, a veces, el éxito se presenta de repente, como en las pelis) uno de los puntos culminantes era el de aquel pobre pamplonés obligado por su mujer a perderse los sanfermines. Siguieron piezas ambientadas en Navarra, en esa Navarra con un pie (cultural) puesto en la vascofonía (para los problemas terminológico-políticos de este espinoso asunto, pueden ver lo que les decía a propósito de La calma mágica). Esos textos lograron éxito general, pero tenían un plus de placer para quienes apreciaban las connotaciones locales: giros lingüísticos o temas, sí, pero sobre todo -quizá- peculiaridades de carácter. Cómo son y cómo se manifiestan por allá los seres humanos. Recuerdo haber enviado a Días estupendos a alguien que se había encontrado en situaciones idénticas, y el gozo que le supuso ver aireadas en un escenario experiencias y sensaciones que consideraba íntimas e intransferibles. Y todavía me provoca carcajadas internas la irrupción de la carlistona (margaritas se llamaban, y ésta concretamente Lizarraga, Larrea o algo parecido) enfurecida como una hidra por la visión de las Nazis desnudas, episodio del hilarante Manual de la buena esposa. 

Ese carácter local estaba todavía muy presente (aunque de manera mucho menos explícita) en La calma mágica. Aunque se llamaran Olga, Olivia, Martín y Oliver, cualquiera de allí pillaba al vuelo que estos personajes eran de allí.

Pues bien, me parece que La respiración ha perdido mucho del carácter local. Y eso que ahora se llaman Nagore, Leire, Andoni, Íñigo, Mikel y Maite, y que la función está indudablemente ambientada en Pamplona, cuesta de Santo Domingo incluida. El tono ya no tiene connotación de ese tipo. Estos personajes podrían estar en Valencia, en Bruselas o en Toronto. Me pregunto si eso es bueno o malo y no estoy muy seguro de la respuesta. Seguiré pensándolo.

En Dallas, todo había sido un sueño. También en La respiración.
2.- Sigue Sanzol, como en La calmá magica, colgando el desarrollo no realista (ahora vuelvo sobre eso) de un gancho narrativo realista. Y este párrafo está aquí sólo para albergar una pregunta: ¿Seguirá Sanzol usando setas alucinógenas o fantasías de sus personajes para justificar las huidas a otros mundos o dará el salto al gran vacío de la narración no realista pura y dura? Esperaremos acontecimientos.  Como ven, esta entrada está repleta de incertidumbres. Respecto al no-realismo, les diré sólo que si La calma mágica se iba por las sendas de lo surrealista/onírico (conejo parlante, elefante rosa...), La realidad, con algún levísimo toque de absurdo (el profesor de yoga que se transforma en perro), está más cercana al disparate cómico de toda la vida. Vista con los ojos de un extraterrestre mal informado, podría incluso encontrársele el parentesco con esos gags que la factoría Moreno suele introducir entre copla y copla en las inefables galas televisivas que produce. Fantasía cómico-sexual, ea, acabo de encontrarle nombre al género.

3.- Mencionaba en la Guía algunos momentos especialmente felices del texto. El del sacacorchos -que sólo se podía sacar adelante con dirección e interpretación impecables- es de una maestría cómico-costumbrista insuperable. Uno de esos momentazos del Sanzol retratista de la realidad a la altura de Arniches o los Quintero (nota para desinformados: esto es un elogio). El monólogo de Leire es una preciosidad, digna de ser enmarcada, sobre el amor como sustancia que no se agota por mucho que la repartamos. La más hermosa formulación del contraste entre el amor-posesión y el amor-generosidad que he oído nunca (creo, estas cosas mejor decirlas con prudencia). Pero hay otro, en el que se vierten consejos sobre cómo enfocar y no enfocar una relación que... maldita sea, no estoy seguro de quién pronuncia. Diría que es la protagonista, Nagore, o sea, Nuria Mencía, pero no puedo jurarlo. Voy a enviar a alguien con el encargo expreso de fijarse, a ver si puedo reparar el olvido. Qué cosa más rara, la memoria. Ayer vi La cocina y no puedo quitarme de la cabeza uno de los números de teléfono que el texto menciona.


Camila Viyuela
4.- Todos bien, aunque yo diría que Durà y Olivera un poco más bajos de revoluciones que el resto. No cuando hablan, sino cuando callan. Menos energéticos. Estas cosas son difíciles de explicar y, a veces, engaños de percepción (las ve uno y no las ve nadie más), así que no me hagan mucho caso. Sobre Gloria Muñoz no me extiendo, que si me extiendo no acabo con los elogios (sigan este enlace si quieren leer algunos). Sólo les daré un consejo: si tienen que poner en escena alguna vez algo imposible (el prospecto del ibuprofeno o la hoja parroquial de Chiclana de la Frontera) dénselo a ella, y conseguirá que parezca Mamet. Por cierto: vuelve su hijo (Julián Ortega) al Teatro del Barrio con el monólogo La tigresa. Yo no me lo perdería.


Martiño Rivas
Camila Viyuela va a ser (es ya) una de esas actrices que todo lo dicen desde el peso de la convicción. Lo que son las cosas del cacumen: iba a escribir yo ahora "la imagino haciendo algo con Irene Escolar, Macarena Sanz e Inma Cuevas". Me voy a mirar su currículum y deduzco que sustituyó a Macarena Sanz en Maribel y la extraña familia. Vamos, que esos parentescos que mi lóbulo occipital me suele sugerir no siempre son descabellados. Ahora imaginen a esas cuatro juntas. Les decía ayer, a propósito de Fran Perea, que el atractivo físico es, en esta profesión, una bendición y una maldición al mismo tiempo. Es el caso de Martiño Rivas. Le sacó partido en una función que pasó sin pena ni gloria, pero a la que yo encontré bastante gracia: Cuestión de altura. Digo que le sacó partido, porque el meollo estaba precisamente en el contraste físico (y moral) entre su personaje y el del gran Tomás Pozzi (era el mismo personaje desdoblado, pero eso importa poco a estos efectos). Aquí le toca otra vez (le van a tocar docenas de éstos) el chico guapo y deportista, no precisamente el más dotado de cerebro de los seis. Lo arma bien, un personaje acostumbrado a fiarlo todo a su encanto físico y que se mueve como si notara cada músculo. Verosímil incluso en la escena dramática, donde tiene que apearse de ese tren. Nuria Mencía casi no tiene descanso, tiene que sujetarlo casi todo. Es un papel maravilloso, y ha sabido bordarlo. Ya la habíamos visto en Maridos y mujeres construir con Luis Bermejo la mejor escena de la función.
P.J.L. Domínguez
          

1 comentario:

Silvia dijo...

Tengo entradas para el sábado 20. Ya te diré. En esta ocasión te he entendido a medias, no sé si será porque no he visto nada de Sanzol.

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Ánimo, comente. Soy buen encajador.