martes, 16 de febrero de 2016

MEDEA

Sala: Teatro Español Autor: Vicente Molina Foix Director: José Carlos Plaza Intérpretes: Ana Belén, Adolfo Fernández, Consuelo Trujillo, Luis Rallo, Poika Matute, Alberto Berzal, Olga Rodríguez, Leticia Etala, Horacio Colomé (y, turnándose, los niños Mogiel Moragón, Candela Mayor, Jaime Huerta y Noah Redondo)  Duración: no la apunté...
La función ya no está en cartel

"La salvo a ella y a la puerta". Me quedé con las ganas de saber cuál de las dos
era "ella".

¿Saben? A veces escribo para la posteridad. Con toda humildad, ahora les cuento. Gran montaje, gran protagonista mediática, que si patatín de Mérida, que si patatán de José Carlos Plaza (un director de escena al que conocen hasta quienes no conocen directores de escena). Me da una pereza enorme ponerme a buscar ahora las críticas, pero apostaría a que todo son ditirambos.

Me corrijo. He encontrado la de Vallejo, y no es ditirámbica, tira más bien a lo críptico. Ésta de Otheguy Riveira se va ya decididamente a la adoración. Paso de seguir buscando y paso a explicarles lo de la posteridad. Llegará un día y se encontrará con casos como éste, con todos esos nombres de respaldo y docenas de críticas sobre lo maravilloso que fue el montaje. Ahí se sentará la posteridad ante una pantalla para ver el vídeo (si es que los vídeos siguen necesitando pantalla) y no se enterará de nada, porque el teatro en vídeo es como la paella congelada. Y entonces escribirá tesis y libros con la Medea de Plaza y blablablá. Y yo me digo: deja una botellita con un mensaje dentro, a ver si el proceloso mar cibernético y el padre tiempo tienen a bien depositarla en algún sitio y sembrar, al menos, el germen de la duda en esa señora tan importante que llamamos posteridad. Por eso me pongo ahora (dos meses después de verla) a escribir al menos unos parrafillos.

Escúcheme, Doña Posteridad: la Medea de Plaza fue un pestiño infumable, muy fácil de resumir. La resumió JM -que sabe más de teatro que yo, lo diré siempre- que me susurró a media función: "Sólo salvo a la puerta y a ella". No pillé si "ella" se refería a Ana Belén o a Consuelo Trujillo, pero valen las dos interpretaciones. La Medea de Plaza son Ana Belén, Consuelo Trujillo y una inmensa puerta dorada en medio del escenario. Me saltaré todo lo que las acompaña con cierta dignidad (por ejemplo los secundarios, que no estaban mal) y me iré directo al horror.

La puerta está bien, metafórica y hermosa. Incluso el montículo, arbolito incluido, plantado a la izquierda del espectador está bien. Pero el montículo tiene un uso estelar para los dos momentos la-novia-de-frankenstein. De verdad, no puedo darles idea. Medea, la hechichera, se sube al risco, y entra el efecto relámpago como en una función escolar. La túnica ondea al viento y ella aguanta a pie firme los destellos que le hacen pensar a uno en Ed Wood. De verdad, inenarrable. Yo soy ella, y me niego a hacer el ridículo ahí en medio. Espantoso.

Más espantos: la ropa de ellos (Jasón y Creonte). El vestuario es de Pedro Moreno, un gran artista. Pero es evidente que un mal día lo tiene cualquiera. Ellas, pase. Una cosa convencional, en plan tragedia griega montada allá por 1980 con dignidad estándar. Lo de ellos... Virgen santa. Entre Mad Max y Star Trek. Y me falta Jasón joven, un personaje mudo, semidesnudo y musculado que aparece con... un faldellín de leopardo. Las fotos no reflejan la magnitud del espanto, pero aquí les dejo una.


Bien, todo esto no es lo más grave. Al fin y al cabo, uno puede estar magnífico en medio de los relámpagos Ed Wood y el vestuario vulcaniano. Lo más grave son Jasón y Creonte, que vienen de otros planetas, distintos del que ocupan el resto de los intérpretes. ¿Qué le ha pasado a Adolfo Fernández? Les recuerdo que es el excelente actor de Naturaleza muerta en una cuneta. ¿De dónde ha salido Poika Matute? Los dos sirven para una cosa: para demostrar que Ana Belén podría largar su parte en un túnel del metro o subida a la montaña rusa, y le saldría igual de bien. Lo que hace esta mujer, enfrentada a dos actores perdidos en el hiperespacio de sus contracturas, es milagroso. 
P.J.L. Domínguez
          

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