lunes, 1 de octubre de 2018

MONTA AL TORO BLANCO

Sala: Teatro Pavón Kamikaze Autor y director: Íñigo Guardamino Intérpretes: Sara Moraleda, Rodrigo Sáenz de Heredia, Fernando Sanz de la Maza y Gemma Solé Duración: 1.15' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Es la única imagen que encuentro del montaje.
No sé cuánto tiempo pasaré purgando los meses que dejé el blog de lado. He ido a enlazar Éste es un país libre y si no te gusta vete a Corea del norte y veo que tampoco la colgué en su día. Vamos a remediarlo copiando aquí la crítica publicada en la Guía del Ocio:


COSQUILLEO NEURONAL

Una golondrina no hace primavera, pero dos rarezas ya delatan un cerebro singular. Singularísimo debe de ser el de Guardamino, que estrenó en 2014 Castigo ejemplar yeah. Todo lo que allí se anunciaba –la escritura de filos cortantes, el humor entre negro y negrísimo, la capacidad para la greguería- se confirma en Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del norte. Digamos, de paso, que este hombre tiene un don para los títulos, más infrecuente de lo que suele creerse.

    La pieza es una sucesión de escenas, aisladas unas, otras con continuidad de historias al tresbolillo: la pareja que ha engendrado un dingo en vez de un niño, el desconsolado viudo que tiene que rodar en estudio los primeros planos del vídeo del entierro que no quedaron suficientemente patéticos. Muchos ecos, muy diversos: su primo Sanzol, su tío Azcona, su abuelo Ionesco… y todos los teatros de la crueldad imaginables. La habilidad como escritor se combina –pasa pocas veces- con la de director de escena, y una escenografía lograda (Meloni) y una iluminación esencial pero atinada (Guerrero) terminan con el resultado de un espectáculo ameno y picante, un cosquilleo neuronal entretenido. Con el concurso indispensable de tres excelentes intérpretes, que largan como si tal cosa una colección de textos que, a ratos, rozan lo endiablado.

O sea, que me gustaron las dos anteriores (y creo que me perdí una). Monta al toro blanco (tienen una excelente descripción de la pieza en el blog de Kritilo) muestra la misma capacidad de provocación y el mismo ingenio, pero algo hay que no rueda igual. La estructura de historias entreveradas (huy, he usado "entreverar" dos veces en una semana, voy a tener que vigilarme) es idéntica a la de Éste es un país libre y si no te gusta vete a Corea del norte, pero lo que allí parecía natural queda aquí forzado. O eso me pareció a mí. Y el filo, la capacidad de corte, de hacer sangre al frustrar lo que el espectador espera y salirse por otra tangente no es tan espectacular. Excepto, mira tú por dónde, en la escena que va de eso, de cortar, de la que tuve que desviar la atención en algún momento, porque me estaba poniendo malo.

Desde luego, éstas son cuestiones de matiz, y dependen hasta del humor con el que uno entra a la sala (aunque ese día entré, oh milagro, de buen humor). Hay muchas formas en las que una propuesta teatral no es buena y, desde luego, está no lo es de la misma (desastrosa) forma en que no lo es, por ejemplo, Otelo a juicio. Aquí, las intenciones tienen una relación evidente con el resultado, aunque el resultado se me haya quedado un poco corto. La pieza tiene algún momento memorable (el final musical es una excelente metáfora con punch y el momentazo cortante es, como dice Gabaldón en el primero de los enlaces que están a punto de llegar, una barbaridad). Las críticas que veo por ahí (en este enlace, una, y en éste, otra) son positivas. Así que tampoco me hagan mucho caso.

Nota del 15 de octubre: AAAAAANNNDAAAA, que me equivoqué. Se ve que copié mal los enlaces, porque el segundo no sólo no lleva a una crítica positiva, sino que me parece que su autor no entendió de la misa la mitad. Vamos, que se perdió la ironía, cosa que me dicen que ocurre cada vez más, sin que me decida a creérmelo, porque me da MIEDO. Dice Ayanz que "quiere creer" que el montaje busca la provocación. Hombre, pues claro.¿Qué va a buscar, si no? ¿La exaltación de la mutilación genital? Fíjense que terminamos compartiendo juicio estético, más o menos, pero no creía que a nadie se le pudiera ocurrir que estas barbaridades deban ser tomadas como otra cosa más que como exageraciones con fines dramatúrgicos. O "en clave surrealista", como de otra manera dice Losánez.
P.J.L. Domínguez
          

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