lunes, 13 de junio de 2016

LOS TEMPORALES

Sala: Teatro María Guerrero Autora: Lucía Carballal Director: Víctor Sánchez Rodríguez Intérpretes: David Boceta, Mamen García, Carlos Heredia, Lorena López, y Nacho Sánchez Duración: 1.10'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)

De izquierda a derecha: Lorena López, David Boceta, Carlos Heredia, Mamen García y Nacho Sánchez.

Ya se han dado cuenta los habituales de que, como siempre por estas fechas, no son precisamente prisas lo que aplico últimamente a mi dedicación al blog. El estrés del año se me va a acumulando, y mi eficiencia baja a menos de la mitad. He perdido la cuenta de las cosas que llevo vistas y sin reseñar. Y, sin embargo, salía ayer del María Guerrero pensando, "tengo que avisar de inmediato, porque no puede quedar una butaca libre".

No puede quedar una butaca libre de aquí al domingo, que es cuando termina la cosa. Once funciones -del 8 al 19 de junio- no le hacen justicia a este diamante, pequeño pero de exquisita talla. A ver si se reprograma, en el María Guerrero o donde sea, más adelante, aunque entre tanto mejor darse prisa y sacar entradas.

Los Escritos en escena son unos talleres del CDN (ahora se llaman laboratorios, hemos sustituido el símil industrial por el científico: ya no se construye, se investiga) en los que se encierra a un director, un dramaturgo y unos intérpretes y... a ver qué sale. Es una caricatura, pero no crean que está muy alejada de la verdad. Como suelo decirles, los talleres son formatos peligrosísimos en los que todo el mundo opina y que presentan siempre el riesgo de que los ataques de enajenación / inspiración colectiva terminen en alguna galaxia alejadísima de la realidad, en la que todo es coherencia y significado para la comunidad creadora y arcano impenetrable para el resto de los seres humanos. Podría empezar a poner ejemplos de desastres de este tipo, pero voy a evitarlo. No se acostumbren.
* * *
No llego a todo. No llego ni a la cuarta parte, si nos ponemos así. Me resultan nuevos en escena tanto Carballal (la autora: Mejor historia que la nuestra, A España no la va a conocer ni la madre que la parió) como Sánchez Rodríguez (el director: Nosotros no nos mataremos con pistolas, A España no la va a conocer ni la madre que la parió, esta última la escribieron juntos). Semana tras semana hago marcas al lado de los títulos en la cartelera de la Guía del Ocio y semana tras semana veo cómo desaparecen docenas de cosas que no he podido ver. Ahora mismo, me voy a quedar sin Big boy, por ejemplo. This is my life, what can I do?, como decía la gran Eartha Kitt (hoy estaría llorando a los cincuenta de Orlando, háganles un homenaje poniéndose la canción de fondo mientras leen).
Sí, claro que me afectan las cosas que ocurren fuera de los escenarios. Tengo que hacer verdaderos esfuerzos para concentrar el blog en la crítica -llamémosla así- estética de teatro, sin meterme en pantanos, por ejemplo, de política cultural (que lo mío me cuesta, con la cantidad de memo suelto haciendo de las suyas) o de actualidad. Pero cincuenta muertos afectan a cualquiera, ¿no? Bueno, ya han salido aquí, volvamos a Carballal y Sánchez Rodríguez.

Sería difícil repartir méritos en un laboratorio de este tipo, donde estoy seguro de que las aportaciones han llovido de todas partes, pero el resultado es, para empezar, de una admirable coherencia. Y ojito: de una coherencia lograda con elementos heterogéneos, no vayan a pensar que es una función de dos más dos o piñón fijo. Tiene unos excelentes diálogos que saltan del drama a la comedia, pasando por la comedia de costumbres salpicada de sainete, y hay que ver cómo encaja un final que podría quedarse en simple boutade y que, sin embargo, remata perfectamente. Si yo les digo que la cosa termina [ATENCIÓN: SPOILER] con un correo electrónico proyectado en la pared y Mamen García cantando Chandelier de Sia (con Carlos Heredia y Nacho Sánchez haciendo de boys desprovistos -adrede- de toda gracia) ustedes pensarán que suena catastrófico. Efectivamente, cualquiera lo pensaría, pero no vean qué final espléndido, qué subidón emotivo después de todas las burradas -aliñadas con fino humor- que uno ha oído durante setenta minutos. 

¿He mencionado a Mamen García, verdad? No sé a qué esperan para ponerle una plaza. Qué dominio, qué control, qué uso milimetrado del gesto y la voz. ¿Se la perdieron en Éramos tres hermanas? ¿Se la perdieron en Yernos que aman? Aprendan de sus errores y no se la pierdan esta vez. Esta mujer no sólo tiene ese talento de ponerlo todo en su sitio, sino también la capacidad -¿congénita? ¿aprendida?- de producir una empatía instantánea. Fíjense en cómo escucha a los demás, exactamente como si oyera por primera vez lo que están diciendo. Hay un momento antológico en la función, en el que está sentada a la derecha del espectador junto a Nacho Sánchez. No hacen más que escuchar, pero dan un recital de interpretación, con los pequeños movimientos de cabeza y microcambios de expresión facial. Alguien debería ponerlos a trabajar juntos en algo gordo. Sánchez me dejó atónito en La piedra oscura (no sólo se me reveló a mí, se llevó el premio de la Unión de Actores al actor revelación) y confirmo ahora aquella sensación. Creo que tiene veinticinco años y tiempo para hacer lo que le dé la gana a nada que la suerte lo acompañe.

A Boceta lo vimos crecer desde muy joven con la Compañía Nacional de Teatro Clásico y -hecho, derecho y cuajado- en El público de Rigola, uno de los mejores espectáculos de la temporada pasada. Aquí borda a este tipo insufrible y despreciable, cuidándose mucho de dibujar el villano villanísimo que todo lo haría inverosímil, y deja tanto peligro bien escondido bajo la pulcra apariencia del carismático estafador intelectual. Conozco unos cuantos. Lorena López estaba estupenda como Nerissa en El mercader de Venecia de Vasco y aquí camina muy segura por la cuerda floja de los cambios de humor extremos de un personaje comido por la ansiedad. Vis cómica y capacidad de conmover.  Carlos Heredia también perfectamente en su sitio en el papel que podría parecer, a priori, más ingrato: es el que defiende el viejo orden sindical-laboral. Sí, ése que ya hemos empezado a echar de menos. Los cinco brillan. Es lo que suele llamarse, en expresión manida, un elenco en estado de gracia. Algo tendrá que ver Víctor Sánchez.
* * *
Aún no les he dicho de qué va. Son los trabajadores de una ETT, sometidos a una sesión de coaching (se me revuelven las tripas con estos términos de importación mema). Ahí tienen, en hora y diez y en un tono de exquisita ligereza, la catástrofe de la pérdida de derechos laborales de los últimos años. No hace falta ningún panfleto, no hace falta que nadie nos largue un ensayo (cosa, ay, excesivamente frecuente en los escenarios). Basta poner a hablar a estos entrañables personajes para que todo quede meridianamente claro. Los temporales es una pieza tristísima en el fondo, pero está tan bien escrita y montada que uno casi ni se da cuenta mientras lo pasa en grande en su butaca. ¡Gracias Almería!
P.J.L. Domínguez
          
Seguir actualizaciones  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ánimo, comente. Soy buen encajador.