jueves, 2 de junio de 2016

LA LISTA

Sala: Cuarta Pared Autora: Jennifer Tremblay Director: Javier G. Yagüe Intérprete: Frantxa Arraiza Duración: 1.00'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)

Prefiero siempre las fotos de la puesta en escena, pero no encuentro ni media.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

    Un acercamiento descuidado a La lista puede hacer pensar que se trata de un buen melodrama, pero sería una definición muy corta. El espectador suele ser un mirón en ese género, un mirón conmovido por dolores ajenos. La lista no permite mirar desde lejos, nos cae muy cerca. Esta mujer, agobiada por sus responsabilidades, perdió la medida, no fue capaz de discernir lo accesorio de lo realmente importante, y la culpa que arrastra es la de todos los que confundimos en la misma ansiedad las obligaciones primeras y las tareas más ordinarias.


    Veo por ahí que las puestas en escena anteriores tendían, en general, a la abstracción, pero me parece que García Yagüe ha acertado con este aspecto familiar, con este espacio de aspiradora y juguetes. Ahí está también Frantxa Arraiza, instalada en lo trivial, sin apenas necesitar que la desesperación quiebre en algún momento la rutina para dejar entender que está rota para siempre. Como dijo la autora, el suelo de este escenario es el de la cocina: la tragedia nace del más banal de los sucesos cotidianos. La lista es una gran experiencia teatral y moral.

Y alguna cosilla que no cabía allí:

1.- Tremblay escribe literatura infantil, y me parece un dato relevante. La lista sale de ese mundo de habitaciones pintadas de azul o rosa pastel, de móviles de mariposas o elefantes suspendidos sobre la cuna, de madres a tiempo completo que terminan de enterrar su vida social hablando exclusivamente de problemas domésticos a cualquiera que se les ponga a tiro. Sí, he dicho madres, porque la más abrumadora de las estadísticas hace que ese planeta esté habitado casi exclusivamente por mujeres. Algo añadiré sobre esto más abajo. La lista se ubica en esas mañanas de soledad, en una casa repleta de zapatos que están donde no deben o de manchas que limpiar en el sofá. En esas tardes de esperar a un marido que no hará nada de lo que podría hacer para aliviar la angustia. Por eso creo que la escenografía, que he llamado "de aspiradora y juguetes", en la crítica en papel es un gran acierto de Yagüe. No vayan a creer que es una escenografía realista, que tenemos delante esa casa llena de tareas que sobrepasan a la protagonista. Pero los objetos -globos, dibujos, dulces, escoba- ayudan mucho.

2.- Además de otros muchos, el texto tiene un detalle de virtuosismo que, a base de naturalidad, casi pasa desapercibido: el dibujo de la vecina, el personaje antagonista, tan bien perfilado con unos pocos trazos. Todos conocemos personas así, entregadas a los demás: a sus hijos, a sus padres, a su marido. Digo marido, porque casi siempre son mujeres (si me leen las del último párrafo, me aspan). Entregadas con alegría, sin vida propia. Resultan hasta un poco molestas, de aburridas. Desde luego, nunca encuentran una compensación pareja a lo que dan. Es más, resultan más bien ninguneadas, por obvias y carentes de atractivos glamurosos. Algún día les contaré la historia de Juana Manuela, la más triste del mundo. Tienen la ventaja de esa alegría que les da la vocación, frente a la protagonista, comida por el ansia de su vida frustrante. El nudo dramático de todo esto reside, precisamente, en que la peor parte se la lleva el personaje que menos se la merece.

3.- No, no es melodrama, aunque llora hasta el apuntador. No había visto nunca a Frantxa Arraiza, pero me la apunto. Por lo poco que he podido ver en red de algunas versiones, otras actrices han subrayado más el acento dramático. Pero hacen bien, ella y Yagüe, en hablar desde la derrota. Es una mujer cansada, en el sentido tanto moral como físico.

4.- A la salida, dos mujeres me preceden por la acera. Oigo todo lo que dicen, porque están escandalizadas y gritan bastante. Se indignan. ¡Cómo es posible que en pleno siglo XXI esta función presente a una mujer que es esclava del hogar! Y me asusto. No me asusto retóricamente, me asusto realmente. ¿Es posible que dos personas cultivadas no entiendan la diferencia entre la realidad y su representación? Si un individuo asesina a otro y un tercero saca un fotografía, ¿el fotógrafo es responsable del asesinato? ¿Acaso no saben que en el mundo hay millones de mujeres que viven en esa situación? Tengo que suponer que prefieren que esas mujeres no aparezcan en escena y las dejemos bien escondidas en su miseria. Estoy a un milímetro de meterme donde no me llaman y decírselo. ¿Y saben por qué no les digo nada? Porque me da miedo su reacción. Y me da miedo, porque estamos viendo esta misma pauta de comportamiento todos los días, cada vez con mayor frecuencia, y métase usted con el energúmeno. Da igual que los indignados sean de derechas o de izquierdas, furibundamente conservadores o rabiosamente progresistas. Otra vez, igual que en el tiempo de los procesos a los novelistas, la confusión entre lo que ocurre en la ficción y la moralidad del autor. ¿No vamos a poder representar personajes machistas, homófobos, asesinos, terroristas, pederastas, racistas...? Regresa el puritanismo, el arte de esconder lo que no nos gusta. O quizá es que nunca se fue.

5.- Vayan a verla. A lo mejor, reconsideran sus prioridades y salen mejores personas de lo que entraron. Ojo, el teatro no se justifica nunca por sus buenas intenciones (encuentran un buen porrón de ejemplos en mis críticas recientes), pero es estupendo cuando, además de ser buen teatro, resulta que tiene alguna posibilidad de hacernos mejores.
P.J.L. Domínguez
          
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