lunes, 13 de octubre de 2014

LLUVIA CONSTANTE

Sala: Teatros del Canal Autor: Keith Huff (versión de David Serrano) Director: David Serrano Intérpretes: Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta. Duración: 1.35' 
Información práctica (el enlace a un callejón sin salida puede significar que la función ya no está en cartel)




Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:


Tras la exquisita Venus de las pieles David Serrano importa ahora, otra vez del teatro americano, esta cruda historia de polis y fango. Keith Huff es guionista y productor de House of cards, y no hace falta más presentación.

    La obra es buena, pero yo diría que la puesta en escena es mejor. Serrano ha  trabajado con la escenógrafa Elisa Sanz (Emilia, Como gustéis) y el iluminador Gómez Cornejo (El cojo de Inishmaan, Los justos), y es difícil imaginar un lugar más adaptado al texto que éste que han parido.

    Si hiciera falta reivindicar, ahora que también dirige, al Peris-Mencheta actor, bastaría comparar su Antonio en el Julio César de Azorín con este papel. El contraste certifica su talla como intérprete. Y Roberto Álamo tendrá que comprar estanterías para los premios que van a caerle por esto. Empiezan ambos a ras de tierra y, minuto a minuto, van saliendo de este mundo para llevarnos a otro, horrible pero hipnótico.

Y lo que no cabía allí:

[Las frases en negrita conectan ambos textos, para enterarse bien, mejor leer primero aquel y luego éste]


1.- Keith Huff es guionista y productor de House of cards. Ha tenido poca repercusión mediática en España, así que no está de más que les recomiende que la busquen (está en Yomvi y en Wuaki, al menos). Se van a enterar de cómo son las mentes que nos gobiernan.

2.- La obra es buena. Buena la trama, pero no excepcional. Una historia más de policías y alcantarillas. Lo que da al texto su altura es, sobre todo, la habilidad con la que se pasea -yendo y viniendo una otra y vez- entre dos registros: lo que los polis cuentan dirigiéndose al público y los flash-backs dramatizados. Pero yo diría que la puesta en escena es mejor. Era muy difícil hacer fluir esos saltos sin que rechinara el artificio, pero Serrano lo ha conseguido con brillantez. El lugar (escenografía / iluminación) al que hago referencia en la crítica en papel es un pasillo en el proscenio (desde el que hablan los actores en el primero de los registros: cuando narran) y un espacio desolado atrás, que sirve de cualquier cosa: comisaría, vestuario, calle, vivienda... Voy a mencionar sólo una minúscula pega. Hay un momento en que la ducha funciona, cae agua. El efecto se prolonga un poco demasiado, porque obliga a Peris-Mencheta a forzar el volumen de voz en un monólogo.

Éste era el riesgo.
3.- Peris-Mencheta actor. Dijo Ordóñez que Peris-Mencheta es más conocido como director, pero que su perfil actoral crece a cada nuevo trabajo. Esto último es tan cierto que no creo que su faceta de director haya hecho sombra a la de -excelente- actor, yo diría que la conoce todo el mundo. A Roberto Álamo le ha caído tal diluvio de elogios durante estas semanas que me da hasta vergüenza seguir acumulando sinónimos. Diré sólo que me apunto al coro. Y también diré algo sobre ese Urtáin que todos recuerdan ahora y que han pasado en la tele hace unos días. Urtáin era Álamo. Pongan a otro actor ahí, y ya me dirán lo que queda. Lo que hacen ambos -con Serrano detrás- en Lluvia constante es más que notable. Estamos tan acostumbrados a ver en el cine esas parejas de policías americanos de personalidad contrastante (ésa es la gracia del subgénero, que uno sea un tipo familiar y el otro un golfo, por ejemplo) que si nos hubieran largado una dirección-interpretación estereotipada con arreglo a esos clichés nos hubiéramos quedado tan contentos. Pero lo que nos han dado es una lectura profunda de las razones de cada uno, mucho más allá del texto. Habla Ordóñez, con razón, de que Peris-Mencheta tiene que contener su "poderío corporal" para levantar el personaje. Yo añadiría que lo dice casi todo con los hombros y la nuca, que es una maravilla ver cómo este hombre fornido se achica instintivamente cuando el otro le levanta la mano. El de Álamo sería sólo un tipo despreciable si leyéramos en el periódico la crónica de sus andanzas, pero ahí en el escenario está a la vista el mecanismo que lo impulsa: desbarata todo lo que roza y, sin embargo, lo que él quiere es ver a todo el mundo en su lugar, al mundo en orden, a todos felices.


Ahí entienden algo de la escenografía, con el pasillo de proscenio y el espacio de atrás. Veo la borrosa imagen de Peris-Mencheta al fondo y comprendo otra vez al
personaje en su integridad.
4.- Para terminar, un cierto paralelismo que no he visto señalado en ningún sitio. ¿No les parece que Serrano ha dirigido, una tras otra, dos historias de dominación y sumisión? Con una diferencia notable en el desenlace, resultado de la diversa reacción del sometido. ¿Serán figuraciones mías?

Creo que, desde el inicio de este blog, nunca había tenido tal cantidad de funciones vistas y sin reseñar. Y esta noche veré Las neurosis sexuales de nuestros padres. No les prometo nada, haré lo que pueda.
 P.J.L. Domínguez

           

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