domingo, 18 de mayo de 2014

LAS DOS BANDOLERAS

Sala: Teatro Pavón Autor: Lope de Vega (versión de Marc Rosich y Carme Portaceli) Directora: Carme Portaceli Intérpretes: Helio Pedregal, David Fernández "Fabu", Macarena Gómez, Carmen Ruiz, Llorenç González, Gabriela Flores, David Luque, Álex Larumbe y Albert Pérez Duración: 2.00'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Si no entienden lo que esta ocurriendo con el vestuario no se preocupen, le ha
pasado a todo el mundo.
Ciertamente, se puede hacer teatro sin escenografía, iluminación, caracterización, música ni vestuario. Pero es igualmente cierto que cualquiera de esos elementos secundarios pueden ayudar mucho a una función, incluso salvarla. Lo que no es tan corriente es que se la carguen. Pues bien, aquí la confusión que introduce el vestuario es tal, que pone en serio peligro la comprensión de la dramaturgia. Mis highlights son Fernando III de Castilla, el Santo, que parece llegado del teatro de al lado, donde se estuviera representando La duquesa de Gerolstein o La viuda alegre, y los dos trajes de serrana tipo cuadros de Sorolla para la Hispanic Society, pero recién saliditos del cuarto de planchar del Museo Etnográfico (o del Museo de Cera, la verdad). Aunque, como imaginarán, lo mejor es la coexistencia de todas estas patas de banco.

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Tres clásicos de género fluctuante en cartelera: Como gustéis, Los Macbez y Las dos bandoleras. Carniti sale airoso de las trampas que Shakespeare le dejó escritas. Lima, escaldado con las que Cavestany y él mismo se han impuesto. Portaceli… no sabría decirlo. Contra casi todas las opiniones, sospecho que los esquejes de La serrana de la Vera que Rosich y ella han plantado por doquier podían dar frutos. Pero el vestuario (sí, el vestuario) es tan absurdo que alcanza el infrecuente logro de desbaratar solito el intento. Sus ramas no dejan ver el bosque de la dramaturgia, los espectadores salen confundidos. Pero que la dramaturgia no es ningún disparate (exceptuados los estrambotes finales) lo atestigua que la escena más lograda es mixta: bandoleras y serrana, en un encuentro que Lope no imaginó nunca.


    Tampoco he oído muchas loas, pero defiendo la interpretación. Valdría la pena la función sólo por escuchar el arranque de Helio Pedregal. Qué voz la de Gabriela Flóres. Las bandoleras, Macarena Gómez y Carmen Ruiz, se distancian de los estándares habitualmente usados para nuestros clásicos, pero ¿a quién le importa? Tienen retranca y doblez, dominan el mohín, el gesto y la mirada de través, algo que vivifica el texto. Me gustan las dos, pero atisbo en Macarena Gómez un fondo turbio que podría hipnotizar. Me la imagino en 4.48’ Psicosis, y se me eriza el cogote.

Las frases en negrita hace de puente entre uno y otro texto. Para enterarse bien, mejor leerlos en orden.

Sospecho que los esquejes de La serrana de la Vera que Rosich y ella han plantado por doquier podían dar frutos. Esos esquejes hacen considerablemente más dramático el texto original de Las dos bandoleras. Tienen, por tanto, sobrada justificación dramatúrgica, al margen de que -razón suprema- están bien cosidos y funcionan. Producen un texto intrigante en patchwork, un Lope vanguardista que, claro está, nunca existió, pero que atrae. Lo que sobra es lo de El asalto de Mastrique, que viene a alargar un poco sin añadir nada, y los parlamentos del final. Bien está el truco de La cortesía de España (donde una afirmación se sustituía por una pregunta), utilizado también aquí: Helio Pedregal suelta con cara de pasmo las palabras con las que debería expresar su alborozo por el feliz final. Pero ponerlas a ellas a hablar es caer en ese error de principiante de alargar los finales. Lo único que uno puede hacer cuando el espectador percibe "ya se acaba" es acabar. Cuanto antes.



Pero el vestuario (sí, el vestuario) es tan absurdo que alcanza el infrecuente logro de desbaratar solito el intento. No, no exagero. Les aseguro que es mucha la gente que me ha dicho que no entendía la sucesión de escenas (con la dificultad agraviada por los añadidos ya mencionados) por la confusión de atuendos. Ya les he puesto arriba un par de ejemplos, pero hay algo que es forzoso mencionar. Los personajes injertados procedentes de La serrana de la Vera son la propia serrana y Don Carlos, su solícito y sumiso amante. Dice Rosich"La figura romántica de don Carlos (que acaba desnudo y azotado por la tormenta como el asilvestrado Edgar del tercer acto del Rey Lear) nos ha ofrecido además lo oportunidad de dar un contraste lleno de matices al perfil canallesco de los soldados que enamoran y burlan a Teresa e Inés." Cierto. Pero por muy sumiso que sea y por muy desnudo y azotado que deambule, hay que odiarlo mucho para hacerle recorrer el escenario una y otra vez en medias hasta medio muslo y tanga. Lo que oyen. Lástima que no haya fotos. Lo más sangrante del asunto es que uno se da cuenta, desde que Don Carlos aparece, de que lo que lleva bajo los gregüescos no parecen calzas, sino medias de señora negras y semitransparentes. Lo tienen ahí en la foto, al lado de ese pretendiente carlista o personaje de opereta, que podría ser las dos cosas, con uniforme blanco. Además, hay falange, infantería, aviación... Les dejo el enlace de alguien encantado con el vestuario, para que no pongan en duda mi tolerancia con las opiniones ajenas.

Las piezas tridimensionales de la escenografía. Don Carlos, todavía
afortunadamente vestido.
No dije nada de la escenografía de Azorín, porque no tenía sitio, pero también porque no había tenido tiempo de pensarlo bien. Me he dado cuenta después de que está muy bien en planta, con el desarrollo de un suelo que desborda el escenario y se abisma, supuestamente, por el foro. Un suelo emparentado con el de El lindo don Diego. [Por cierto, ya que el Pisuerga pasa por aquí: tiene narices que el Max a la mejor escenografía se lo haya llevado Un trozo invisible de este mundo compitiendo con el Don Diego. Es, simplemente, un escándalo. Pero quizá sea más escandaloso aún que llevo dos días intentando averiguar quién compone los jurados de los Max (no los comités de la primera selección, sino los jurados de finalistas y ganadores) y todavía no lo he conseguido. ¿Soy el único que cree que el valor de un premio estriba sobre todo en el prestigio del jurado que lo otorga? Debo de estar loco, pero hubo un tiempo en que las entregas de premios comenzaban por proclamar los nombres de los que habían decidido. Volvamos a las bandoleras.] Las piezas tridimensionales (ver foto) están un poco entre Eurovisión en país del este y Supermán, dicho sea con afán descriptivo y no peyorativo. Son, creo yo, discutibles, pero a mí me gustan.

De los intérpretes, y aparte de lo publicado, Luque y Larumbre oscilan, a ratos más y a ratos menos convincentes. Perdonen que me repita, pero el vestuario les ayuda muy poco, y me parecieron menos dirigidos que las bandoleras y su padre. El rey, más flojito. David Fernández "Fabu", solvente, eficaz, de esos actores que tiran para adelante todo el tiempo.

Una palabra más sobre Macarena Gómez. Sí, muy mona, muy divertida en la tele, muy cómica y todo eso. Pero miren esta foto de aquí abajo. No sólo 4.48' psicosis. También, por decir cosas en cartelera, una Venus de las pieles o una Lady Macbeth. Yo creo que está a punto de caramelo para un gigantesco papel lo más retorcido posible.



Me quedan Tinieblas, Yo amé a Edgar Allan Poe, El nombre, Constelaciones De noche justo antes de los bosques. Buf.
P.J.L. Domínguez
           

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