sábado, 9 de febrero de 2013

ANTÍGONA

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Jean Anouilh (versión de R. Ochandiano y C. Dorrego) Directores: Rubén Ochandiano y Carlos Dorrego Intérpretes: Toni Acosta, David Kammenos, Sergio Mur, Najwa Nimri, Rubén Ochandiano, Berta Ojea, Nico Romero, Ramón Grau (pianista) Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la obra ya no está en cartel)

En la crítica de Los Cenci introduje el concepto del logaritmo neperiano aplicado al teatro. Pero son ustedes bastante perezosos, y no les da por seguir el enlace (sólo lo han visto el 4'86% de los lectores de la página, ay qué díscolos). Deberían hacerlo ahora, porque estamos en las mismas: en este montaje sólo falta el neperiano. Lo de enumerar todas las arbitrariedades es bastante aburrido para el crítico, pero parece que entretiene a los lectores, así que haré un esfuerzo y mencionaré algunas: 

¿Por qué...

    ...lleva barbas la nodriza? (véase foto superior) ¿Es posible que nadie se haya dado cuenta de que iba a recordar inevitablemente al Hepatitos de Juan Luis Galiardo en Lisístrata? (compárese con la foto inferior)

    ...va caracterizado de payaso el guardia? (los zapatones no salen en la foto, una pena)

    ...hay extensos fragmentos en francés?

    ...la escena entre Antígona y Hemón, en la que el propio texto exige a gritos proximidad, se resuelve por teléfono?

    ...la escena entre Creonte y Hemón, idem para la proximidad, se resuelve sin que se miren?

    ...Creonte se llama Creón?

    ...Ismena, proverbialmente hermosa y coqueta, viste una horrenda blusa-falda y se coloca un no menos horrendo postizo en el pelo?

    ...Creonte está representado por un actor que está tan lejos del aspecto que el papel exige, que hay que introducir hasta una morcilla en el texto para que cuele?


Juan Luis Galiardo como Hepatitos en Lisístrata.
Veamos esto de las arbitrariedades. El año pasado, Ochandiano destrozó La gaviota en el Galileo (me parece que estrenando previamente en el vestíbulo del Lara). Aquí va un fragmento del texto original (en traducción de E. Podgursky): 


TREPLEV.- (Entrando sin sombrero, y llevando en la mano una escopeta y una gaviota muerta.) ¿Está usted sola? NINA.- Sola, sí. (TREPLEV deposita la gaviota a los pies de ella.) NINA.- ¿Qué significa esto? TREPLEV.- ¡Cometí hoy la infamia de matar a esta gaviota, y la pongo a sus pies! NINA.- ¿Qué le pasa? (Coge la gaviota y la contempla.) TREPLEV.- (Después de una pausa.) ¡Pronto, del mismo modo, me mataré yo! 

Creo recordar que el texto estaba modificado, pero es lo de menos. El caso es que la gaviota era un zapato. Sí, un zapato. (Vea en los comentarios de más abajo la controversia del zapato). Claro que un artista puede hacer lo que le salga de donde le salga. Pero que sus decisiones sean inefables no quiere decir que sean arbitrarias. Deben estar justificadas, no desde su propio discurso (que, las más de las veces, es incomprensible para quien no sea él, incluso para sí mismo) sino a partir de la percepción de la obra. Y esto de la gaviota / zapato nos sirve muy bien de ejemplo. En el mismo montaje, el lago estaba representado por un barreño lleno de agua, en evidente metonimia. Eso establecía las reglas del juego. El espectador suspende su incredulidad y se dice "vale, el barreño es un lago". Y hala, de pronto, el zapato es una gaviota. Pero... ¿no estábamos con que la regla era que mantendríamos algún tipo de parentesco metonímico? ¿Hubiera sido posible que colara el zapato? Sí. Por ejemplo (la imaginación del lector le sugerirá más), si todos los objetos en escena hubieran sido sustituidos por otros arbitrariamente. El espectador se hubiera dicho "todo representa otra cosa". En fin, esto da tanto de sí, que en cuento empiece a redactar mis proyectadas reglas de oro del teatro, la primera va a ser "los zapatos no son gaviotas". Ya les avisaré. Tengan un poco de paciencia y, antes de apedrearme, esperen a leerla completa.

Jean Anouilh. Sí, se
parecía a Groucho.
Todo lo que he enumerado en Antígona, y más cosas que no menciono, está metido con calzador, como el famoso zapato. Insisto: se puede hacer de todo. Vi ayer mismo una comedieta comercial que integra nada menos que un fragmento de teatro-danza, y cuela. El problema es que las boutades de Antígona no cuelan. Y lo que es peor: parece que toda la energía se ha derrochado en esos alardes de fantasía creativa, olvidando lo fundamental: o sea, que había que resolver de manera solvente la interpretación del texto. Saben, ¿no? Esas partes en las que dos o más actores hablan unos con otros. Y eso es un verdadero desastre. No sé si Najwa Nimri habrá estado peor dirigida alguna vez: no cambia de registro en los noventa y cinco minutos de función, una cosa agotadora. (No está de más decir aquí que el texto de Anouilh está plagado de acotaciones respecto a la cambiante actitud de la protagonista, por si alguien no se daba cuenta con la simple lectura de sus líneas) Ya hemos dicho más arriba que un par de escenas se despachan sin que los interlocutores se miren a la cara, con eso está todo dicho. Y Creonte (o Creón, como se han empeñado en llamarlo) está, simplemente, sin armar. El de Anouihl es un personaje complejo y creíble. Éste, un espantajo inconsistente y frívolo. Especialmente bochornosos los alardes de supuesto carisma interpretativo (como repetir "me desprecia" unas quince veces, o pasearse frente al público señalándolo con un dedo amenazante).

Berta Ojea, las
acierta siempre.
Atentos a Nico
Romero
Toni Acosta no me gustó nada en La gaviota, pero aquí su voz y su aspecto frágil dan el personaje. Nico Romero está muy bien, metaboliza incluso los zapatos de payaso y, lo que es más, hasta el registro tendente a la farsa o el clown. Tiene gestos secundarios de gran actor (como cuando describe "la palita" moviendo los dedos). Berta Ojea, verdaderamente estupenda, protagoniza la única escena decente de la función: la primera (Nimri no nos ha anestesiado todavía con su piñón fijo). La pobre se pasa después unos veinte minutos desparramada por el suelo (¿será una venganza freudiana del director contra la mejor intérprete del elenco?). A mí me parece que esta mujer está esperando que alguien le dé de una vez un gran papel protagonista, lo mismo nos deja boquiabiertos. Kammenos cumple, un poco pasadito a ratos en la pose de chulillo. Hemón, francamente mejorable. Por intentar decir todo lo que merece la pena, la versión no está mal, se han sustituido el coro y alguna otra cosa con pericia. Objetables las fáciles alteraciones para ajustar la descripción de la corrupta Tebas a nuestra lastimosa situación actual. No hay que subestimar al espectador, se entendía igual en el original. Bien la iluminación de Gómez-Cornejo.


Tras el desastre de La gaviota, alguien ha puesto a disposición de Ochandiano la gran nave del Matadero y los recursos de producción del Teatro Español. Bien está. Como dicen las pelis americanas, todo hombre tiene derecho a una segunda oportunidad. Mediático y polifacético como es, no le faltarán corifeos que le alaben la Antígona (con el tsunami de estrenos que vive Madrid, el suyo ya se llevó los honores del Telediario de la pública). Pero si prefiere la admiración sincera de sus pares a a las pompas del mundo, hará bien en prestar alguna atención a la crítica independiente. El patinazo de La gaviota no se puede arreglar por elevación (más medios, más espacio, más elementos arbitrarios, más alardes de modernidad, más actores mediáticos), sino en la dirección contraria. Es muy posible que Ochandiano tenga un talento que pueda desarrollarse, pero eso sólo va a ocurrir si separa sus facetas de intérprete y director, y reduce las dimensiones de sus objetivos. Humildad y paciencia, en dos palabras. Por supuesto, puedo estar completamente equivocado. Pásese el lector por el Matadero y juzgue por sí mismo.

Nota final: para los especialmente interesados en esta familia tebana que lleva más de dos mil años obsesionándonos, no puedo dejar de recomendar un libro fabuloso: Oedipe sur la route de Henry Bauchau. `[Hay traducción castellana: Edipo en el camino, Editorial del Estante]
P.J.L. Domínguez


Ya que he citado La Gaviota, (aprovechemos el  Pisuerga) quiero señalar que hay en internet una crítica de la versión de Veronese (Los hijos se han dormido) que se me atribuye, pero que no es mía. A mí me pareció admirable.
           




4 comentarios:

Anónimo dijo...

NO ERA UN ZAPATO: ERA UN GUANTE BLANCO ENSANGRENTADO. Y sí era una preciosa metáfora de una gaviota. Tengo dudas sobre Antígona y el comienzo de esta crítica casi me daba la certeza de que no debería ir, pero visto que critica esta Gaviota tan maravillosa en base a un error de observación tan grave, creo que me fío aún menos de su crítica que de mis temores.
Por cierto, la Gaviota de Veronese fallaba por todas partes. Y sobre todo en el enfoque del personaje de Irina, absolutamente glacial y perdiendo el subtexto.

P.J.L. dijo...

Es muy posible que fuera un guante. Pero, por lo que vi desde mi asiento, salí convencido de que era no exactamente un zapato, sino una alpargata. No fui solo, y mi acompañante vio lo mismo. Además, y sobre todo, este "error de observación tan grave" poco afecta a todo lo dicho. Otra cosa es que no esté de acuerdo. Si va a ver Antígona me interesará su opinión.

Anónimo dijo...

Es cierto que La Gaviota en el Lara ganaba con la proximidad, que Nausicaa Bonin como Nina y Silma López como Simona daban otro registro distinto (no diría que mejor) Es cierto que el ambiente decadente del Lara creaba la magia que el teatro pide.Que esa Arkadina, diva seductora y detestable al tiempo, estaba en su salsa.
Y también que no desde todos los asientos del Galileo se veía bien: es un espacio muy frío y desangelado: parece más un polideportivo que un teatro... Aún así, sigo creyendo que esta crítica es extrañamente incisiva, que ya iba prejuzgada. Detecto un rechazo más personal en ella que no veo en las demás...
Estoy deseando ver Antígona para corroborar mi percepción o darle toda la razón (o, como será más probable, estar a medio camino entre ambos extremos).

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con la critica, es mas todavia criticaria la mala dirección tanto con el personaje del hijo al que hace trabajar en su contra todo el rato, como muestra el monologo final -aparte de estar boicoteado por el poli-payaso- no se ni lo que dijo porque le quito toda la fuerza que primero nos enseño en sus abdominales, ¿a que coño viene darle un osito? un hombre queva a arrancar los ojos a Creonte, como la forma en que tiene el director de tratar la tension del espectaculo. Las escenas entre Creonte y antigona son viscerales o todo lo contrario pero en este montaje no veo cambios van a piñon fijo, En definitiva los personajes no se estan debatiendo, parte esencial para que un personaje o historia nos interese como publico

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Ánimo, comente. Soy buen encajador.