Sala: Teatro Fernán-Gómez Autor: Ramón Paso, sobre la tragedia de William Shakespeare Director: Ramón Paso Intérpretes: Francisco Rojas, Ana Azorín, Jorge Machín, Inés Kerzan, Ángela Peirat, Felipe Andrés y Jordi Millán Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Tomamos algunas escenas del Otelo original -que se desarrollan allí y entonces- y las entreveramos con otras -éstas aquí y ahora- en las que el moro acude al despacho de una abogada inmediatamente después de haber estrangulado a Desdémona (porque era suya, claro). La motivación por la que acude no es su propia defensa, sino la voluntad de arrastrar a Yago en su caída.
Efectivamente, la altura del reto era descomunal, y ése es el único atenuante para el rotundo fracaso con el que salda. He dedicado un rato a pensar si hay algo que esté bien, para redactar al menos un párrafo amable, pero no se me ocurre por dónde tirar. Voy a intentar no alargarme, vamos de mayor a menor.
La mayor es que la trama nueva (la del moro en el despacho de la abogada, con dos subtramas: la del pasado de ésta con el tiburón del derecho que le está enviando al cliente incómodo y la de la becaria rebotada) no le llega a la suela a la principal. Y ustedes se dirán "ya está el crítico haciéndose el listo y comparando a Paso con Shakespeare". Pues no. Con el debido respeto, es Paso quien se ha comparado sirviéndonos en el mismo plato una cosa y la otra. La tramilla del despacho se queda en nada insertada en esa monumental vivisección de... de mil cosas: de los celos, sí, pero también de la inseguridad, los mecanismos del poder, la opresión de género, etceterísima. Por cierto, vivisección de ese monstruo de ojos verdes, que es como William llamó a los celos. ¿Por qué se ha convertido aquí en un monstruo de ojos azules? Me temo que nunca lo sabré, a ver si resulta que hay un oscuro motivo histórico-filológico.
Saltando al escalón siguiente, nos damos de bruces con los diálogos del despacho. Con los insufribles diálogos, para ser exactos. Todo se repite, se calca, se repregunta, hasta la extenuación. Rollo "No lo soy / ¿No lo es? / Soy abogada / ¿es abogada? / Soy abogada y quiero hacerlo / ¿Así que quiere hacerlo? / Quiero hacerlo". Esto me lo acabo de inventar, pero ése es el tono, que acaba empalagando hasta la náusea. Además va picadito y el efecto final es de Las chicas Gilmore, dan ganas de decir "por Dios, relájense un momento, respiren, no repitan lo que acaban de oír". Digamos de paso que estas réplicas con verbo incluido (¿No lo soy?) son típicas de las malas traducciones del inglés, en castellano su frecuencia es mucho menor que las fórmulas tipo ¿Ah, no? ¿Seguro? ¿Ah, sí? y su repetición constante provoca una sensación de extrañamiento. Paso es un profesional, esto no es un error por inadvertencia. Lo ha hecho a sabiendas, y no funciona.
En tercer lugar, podría entenderse que la abogada esté profundamente enfadada con la becaria desde la primera frase (a saber lo que les ha ocurrido antes de que se abra el telón). Podría, aunque casi siempre funciona mejor ser más sutil y dejar que la cosa se vaya entendiendo con la colaboración de la inteligencia, tan minusvalorada, del espectador. Pero... ¿y con el cliente? ¿Por qué están enfadadísimos antes de haber cruzado dos palabras? Aurorita hija, que no ha pasado nada. La dirección ha colocado a Azorín en un registro que -supongo- quería ser el de abogada agresiva y sin escrúpulos -pongamos por caso, Glenn Close en Damages- pero que se ha quedado en cotorra tensa y agresiva sin discriminación -un cruce entre las hermanas de Cenicienta y la madrastra de Blancanieves- que resulta agotadora (recuerden que además habla como hemos intentado explicar en el párrafo anterior).¿Definir un personaje femenino como cotorra podrá considerarse sexismo? Por si acaso, pongo la venda antes que la herida y proclamo a los cuatro vientos que he visto infinidad de personajes cotorra masculinos. ¿Cotorro?
Y llegamos al eslabón (bastante perdido) entre el allí-entonces y el aquí-ahora. Francisco Rojas, que es Otelo. Un buen actor, le vi otro Shakespeare dirigido por Vasco. Pero de aquí no era posible salir vivo. Salta constantemente de este despacho de todos-rebotados-hablando-rápido-y-repreguntándonoslo-todo a las escenas con texto original, vestuario (mejorable) de época y estilo interpretativo estándar (los estándares de representación del teatro clásico por estos pagos, que empiezan ya a aburrir a las vacas). O sea: un (deficiente) realismo de vida contemporánea versus un registro declamatorio de pieza de repertorio. O sea bis: imposible.
Mejor que seguir desparramando juicios de valor, voy a referir un hecho objetivo. En mi función, el público soltó la risa (y algunos llevaban un buen rato sujetándola por pura buena educación) en los siguientes momentos: 1) Cuando Otelo, comido por la rabia, exclama "¿Cómo lo mato?". Risas. 2) Cuando Yago le sugiere estrangularla en la cama. Risas. 3) Cuando la abogada le pregunta "¿Por qué ha hecho eso?". Risas. Confieso que no estoy completamente seguro de qué había hecho en ese momento (¿matar a Yago?), pero este despiste es otro hecho objetivo que califica la pieza. La vi hace veinte horas y ya no me acuerdo. En fin. El caso es que este ¿Por qué ha hecho eso? viene a ser el equivalente de ¿Qué hace aquí este burro? de la simpática Sueño de una noche de verano del Príncipe Gran Vía (ya les contaré) y del ¿Hace mucho que está así? del Hamlet de Miguel del Arco. La primera está para hacer reír. La segunda era como ésta: un síntoma del desastre, público desternillado en el colmo del drama. ¡Ah, olvidaba otra! Momentos antes del estrangulamiento los muertos se levantan como en los peores Tenorios. Risas.
Ya les he puesto el enlace a la crítica completa de Tierra baja. Con un poco de suerte, les cuelgo hoy la de Un enemigo del pueblo y -esto ya si me pongo en plan Speedy González- redacto la de Monta al toro blanco. Veo dentro de un rato Perfectos desconocidos, ya les contaré.
Efectivamente, la altura del reto era descomunal, y ése es el único atenuante para el rotundo fracaso con el que salda. He dedicado un rato a pensar si hay algo que esté bien, para redactar al menos un párrafo amable, pero no se me ocurre por dónde tirar. Voy a intentar no alargarme, vamos de mayor a menor.
La mayor es que la trama nueva (la del moro en el despacho de la abogada, con dos subtramas: la del pasado de ésta con el tiburón del derecho que le está enviando al cliente incómodo y la de la becaria rebotada) no le llega a la suela a la principal. Y ustedes se dirán "ya está el crítico haciéndose el listo y comparando a Paso con Shakespeare". Pues no. Con el debido respeto, es Paso quien se ha comparado sirviéndonos en el mismo plato una cosa y la otra. La tramilla del despacho se queda en nada insertada en esa monumental vivisección de... de mil cosas: de los celos, sí, pero también de la inseguridad, los mecanismos del poder, la opresión de género, etceterísima. Por cierto, vivisección de ese monstruo de ojos verdes, que es como William llamó a los celos. ¿Por qué se ha convertido aquí en un monstruo de ojos azules? Me temo que nunca lo sabré, a ver si resulta que hay un oscuro motivo histórico-filológico.
Saltando al escalón siguiente, nos damos de bruces con los diálogos del despacho. Con los insufribles diálogos, para ser exactos. Todo se repite, se calca, se repregunta, hasta la extenuación. Rollo "No lo soy / ¿No lo es? / Soy abogada / ¿es abogada? / Soy abogada y quiero hacerlo / ¿Así que quiere hacerlo? / Quiero hacerlo". Esto me lo acabo de inventar, pero ése es el tono, que acaba empalagando hasta la náusea. Además va picadito y el efecto final es de Las chicas Gilmore, dan ganas de decir "por Dios, relájense un momento, respiren, no repitan lo que acaban de oír". Digamos de paso que estas réplicas con verbo incluido (¿No lo soy?) son típicas de las malas traducciones del inglés, en castellano su frecuencia es mucho menor que las fórmulas tipo ¿Ah, no? ¿Seguro? ¿Ah, sí? y su repetición constante provoca una sensación de extrañamiento. Paso es un profesional, esto no es un error por inadvertencia. Lo ha hecho a sabiendas, y no funciona.
En tercer lugar, podría entenderse que la abogada esté profundamente enfadada con la becaria desde la primera frase (a saber lo que les ha ocurrido antes de que se abra el telón). Podría, aunque casi siempre funciona mejor ser más sutil y dejar que la cosa se vaya entendiendo con la colaboración de la inteligencia, tan minusvalorada, del espectador. Pero... ¿y con el cliente? ¿Por qué están enfadadísimos antes de haber cruzado dos palabras? Aurorita hija, que no ha pasado nada. La dirección ha colocado a Azorín en un registro que -supongo- quería ser el de abogada agresiva y sin escrúpulos -pongamos por caso, Glenn Close en Damages- pero que se ha quedado en cotorra tensa y agresiva sin discriminación -un cruce entre las hermanas de Cenicienta y la madrastra de Blancanieves- que resulta agotadora (recuerden que además habla como hemos intentado explicar en el párrafo anterior).¿Definir un personaje femenino como cotorra podrá considerarse sexismo? Por si acaso, pongo la venda antes que la herida y proclamo a los cuatro vientos que he visto infinidad de personajes cotorra masculinos. ¿Cotorro?
Y llegamos al eslabón (bastante perdido) entre el allí-entonces y el aquí-ahora. Francisco Rojas, que es Otelo. Un buen actor, le vi otro Shakespeare dirigido por Vasco. Pero de aquí no era posible salir vivo. Salta constantemente de este despacho de todos-rebotados-hablando-rápido-y-repreguntándonoslo-todo a las escenas con texto original, vestuario (mejorable) de época y estilo interpretativo estándar (los estándares de representación del teatro clásico por estos pagos, que empiezan ya a aburrir a las vacas). O sea: un (deficiente) realismo de vida contemporánea versus un registro declamatorio de pieza de repertorio. O sea bis: imposible.
Mejor que seguir desparramando juicios de valor, voy a referir un hecho objetivo. En mi función, el público soltó la risa (y algunos llevaban un buen rato sujetándola por pura buena educación) en los siguientes momentos: 1) Cuando Otelo, comido por la rabia, exclama "¿Cómo lo mato?". Risas. 2) Cuando Yago le sugiere estrangularla en la cama. Risas. 3) Cuando la abogada le pregunta "¿Por qué ha hecho eso?". Risas. Confieso que no estoy completamente seguro de qué había hecho en ese momento (¿matar a Yago?), pero este despiste es otro hecho objetivo que califica la pieza. La vi hace veinte horas y ya no me acuerdo. En fin. El caso es que este ¿Por qué ha hecho eso? viene a ser el equivalente de ¿Qué hace aquí este burro? de la simpática Sueño de una noche de verano del Príncipe Gran Vía (ya les contaré) y del ¿Hace mucho que está así? del Hamlet de Miguel del Arco. La primera está para hacer reír. La segunda era como ésta: un síntoma del desastre, público desternillado en el colmo del drama. ¡Ah, olvidaba otra! Momentos antes del estrangulamiento los muertos se levantan como en los peores Tenorios. Risas.
Ya les he puesto el enlace a la crítica completa de Tierra baja. Con un poco de suerte, les cuelgo hoy la de Un enemigo del pueblo y -esto ya si me pongo en plan Speedy González- redacto la de Monta al toro blanco. Veo dentro de un rato Perfectos desconocidos, ya les contaré.
P.J.L. Domínguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ánimo, comente. Soy buen encajador.