domingo, 26 de marzo de 2017

USHUAIA

Sala: Teatro Español Autor: Alberto Conejero Director: Julián Fuentes Reta Intérpretes: José Coronado, Ángela Villar, Daniel Jumillas y Olivia Delcán  Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)




Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

A UN PASO DEL LÍMITE

¿A quién no le asalta a veces la tentación de dejarlo todo y huir para no ser encontrado nunca más? El protagonista de Ushuaia se ha escondido en el límite del mundo, a un paso de los territorios inhabitables, a un paso –dicho de otro modo- de la muerte. Un centímetro más aquí, el sufrimiento inherente a cualquier forma de amor; uno más allí, la nada. Amor y muerte: hermanos, ya lo decía Leopardi.


    Fuentes Reta nos tiene acostumbrados a facturas más redondas que ésta, en la que me parece que se escapa algún fleco. Aparte del espanto microfónico de mi función, que supongo que estará solventado, no termino de ver la utilidad de las proyecciones abstractas en un artefacto móvil que los propios intérpretes arrastran entre los árboles. Y me parece que, más que al abatimiento, Coronado está dirigido casi hacia la somnolencia. 

Pero la potencia del texto –aún con una revelación central que no está a la altura del desarrollo precedente- puede con esas trabas y se impone al espectador. Los saltos y las superposiciones de presente y pasado están escritos con habilidad, la trama mantiene el interés. El director acierta con una atmósfera cargada de connotaciones que roza en algún momento el simbolismo. La pareja joven funciona de perlas: Olivia Delcán, la maravillosa revelación de Hard Candy, protagoniza alguno de los mejores momentos.


Y alguna cosilla que no cabia allí:

En la crítica en papel quedaba un poco críptico lo de la "revelación central". Son pocas líneas, y no dan para avisar al lector de que está uno a punto de contarle la madre del cordero del relato. Aquí sí puedo, quedan formalmente avisados de que el siguiente párrafo DESTRIPA la trama a conciencia. Así que ya lo saben, quien no quiera

SPOILER

que se salte el párrafo que viene ahora.

Y alguno se dirá, "¿y por qué esto de destriparnos la historia?". Pues porque no puedo escribir "la revelación central no está a la altura del resto" y después no decir ni Pamplona sobre el motivo de esa afirmación. Verán, durante toda la función uno es llevado a creer que el protagonista es un nazi que se ha ido a esconder al fin del mundo. La antagonista viaja hasta allí y se ofrece como empleada de hogar para desenmascararlo. Pero, en el último momento, nos enteramos de que no es el malvado nazi que enviaba los trenes de la muerte de Grecia hasta las cámaras de gas, sino su amigo del alma. El malo estaba enamorado de una griega judía, cantante, prostituta y resistente (el personaje más atractivo) y resulta -y aquí viene lo menos verosímil- que su amigo terminó también enamorándose de ella a base de oír cantar sus alabanzas. Cuando se encontró al carnicero encañonando a la chica y a punto de matarla, eligió matarlo a él y facilitar la huida de ella. Lleva una vida añorándola a ella y purgando el dolor de haberlo matado a él.

Repito, poco verosímil. Usted se enamora de alguien porque su superamigo le cuenta constantemente sus maravillas. Y cuando tiene que optar, mata a su amigo y no a la fantasmal amada con quien nunca ha cruzado media palabra. Existían opciones. Hasta una confusión (oscuridad, peligro extremo, nervios) colaría mejor. Pero había otra al alcance de la mano, que me rozó las neuronas cuando Coronado miraba con amor al fantasma de su amigo muerto y me provocó un timbrazo mental pensando en la Gata de la Ochandiano y el trío de Brick, Maggie y Skipper. Coronado podía estar enamorado del malvado nazi y matarlo, en medio de un caos mental de piedad por la muchacha inocente y despecho acumulado contra el amado, a lo que se sumaría la constatación, en ese mismo instante, de que el tipo era el sospechado asesino repulsivo y no el amigo idealizado. Esta opción aún añade más culpa que arrastrar durante el resto de una vida, más motivos para purgar el alma en el confín austral: peor matar al hombre que amas que al amigo al que quieres.

En fin. Dirán, con razón, que esto lo ha escrito Conejero, y que si tan buenas ideas tengo por qué no me pongo yo a escribir. Es muy simple, yo digo todo esto sólo para ilustrar que había alternativas. Él tiene el talento de desplegar una historia con interés dramático (que lo hay, y mucho, en Ushuaia), y yo no. Ya lo saben, el crítico ve los toros desde la barrera.
* * *
Sí, como decía en la Guía, muy buena Olivia Delcán. Proclamé en la crítica de Hard Candy que no había que perderla de vista y, después, en un alarde de coherencia, la perdí de vista. Hizo Amor de Don Perlimplín con Melisa en su jardín y El sueño de una noche de verano, ambas con Darío Facal. No tengo duda de que estaría estupenda. Muy bien tambien Daniel Jumillas (en la foto), al que no conocía. Un tipo con aplomo. Otro motivo para lamentar haberme perdido Yogur / Piano. Jesús, cuánta lamentación en un solo párrafo, ni Jeremías. Coronado, mortecino, ya estaba en la crítica en papel. Villar, monocorde.


* * *
¿Se han fijado en que la frecuencia con la que los nazis transitan por nuestros escenarios haría pensar que somos un país que nunca ha tenido fascismo propio? Se nos da de perlas purgar el pasado ajeno, es el nuestro el que se nos atraganta. Por supuesto, esto no va por Conejero, que viene de analizar las consecuencias del fascismo patrio en La piedra oscura, ni por ningún otro autor concreto, que pueden escribir sobre lo que les venga en gana, estaría bueno. Es el fenómeno sociológico / cultural (huy, se me ha pegado este estilo horroroso de Aramburu en Patria) el que sorprende en su conjunto.
P.J.L. Domínguez
          

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