sábado, 27 de junio de 2015

DAISY / ARROJAD MIS CENIZAS SOBRE MICKEY

Salas: Teatros del Canal / Teatro Valle-Inclán Autor y director: Rodrigo García Intérpretes: Gonzalo Cunill y Juan Loriente (en ambas piezas) y Núria Lloransi (en Arrojad mis cenizasDuración: 1.45' / 1.15'
(las funciones ya no están en cartel)


Intento siempre ponerles fotos que den idea de la escenografía en su globalidad, pero esta vez no las encuentro. Esto es Daisy. La imagen no proviene de las funciones en el Canal, pero el aspecto era idéntico.


Desde que empecé a pensar en esta crítica (y hace dos semanas de eso, llevo un retraso enorme) tuve claro el arranque: He envejecido yo, ha envejecido Rodrigo García o hemos envejecido los dos. Pero algo había en el patio trasero de mi cerebro que no me dejaba proceder. Habrán deducido que, tras esa frase inicial, el comentario iba a discurrir por los derroteros de la melancolía y del esto-ya-no-es-lo-que-era. Con una duda, no retórica, sino bien sincera: la pérdida de impacto de García sobre mi sensibilidad, ¿se debe a los objetos percibidos o a mi forma de percibirlos? ¿El problema eres tú o soy yo?

De pronto, el ruido neuronal adquirió perfiles nítidos y parió un recuerdo claro: estaba yo sacando conclusiones como si las dos piezas, programada una en el Canal y la otra en el ciclo El lugar sin límites, fueran recientes, pero Arrojad mis cenizas sobre Mickey es bastante anterior. De 2006, titulada entonces Esparcid (o arrojad, parece que la cosa oscilaba) mis cenizas sobre Eurodisney. Por eso está tan pegada al mundo de los conceptos y de los recursos formales/narrativos de los clásicos Ikea (excelente resumen en el enlace) y Ronald: crítica feroz de los comportamientos sociales (con especial hincapié sobre el consumismo, aunque volveremos sobre ello); uso y abuso de los alimentos; procesos de embadurnamiento exhaustivo de cuerpos desnudos con distintas sustancias, algunas alimenticias y otras no; monólogos acompañados de acciones que revelan en segunda instancia que son glosas del texto; etcétera. 


Es Arrojad mis cenizas sobre Mickey. Es miel.

Por tanto, la posibilidad Rodrigo García ha envejecido sería aplicable a Daisy, pero no a Mickey. Con Mickey montada hace casi diez años (y teniendo en cuenta que hablo de mis impresiones, habrá quien haya salido encantado) se abren dos hipótesis. Una: que sean las obras de García, y no su capacidad creativa, las que han envejecido mal. Dos: que Mickey sea una pieza menor, al lado de las dos mencionadas. Uno nunca puede fiarse en exceso de su memoria (yo, desde luego, no), pero por suerte tengo un registro escrito justo después de ver La historia de Ronald en 2003. Se lo copio:
Estamos sin duda ante una labor de creación teatral que será juzgada fundamental en la dramaturgia española de nuestra época. Después de Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba Rodrigo García se consolida como un destacadísimo autor y director, maestro en la construcción de textos plenos de contenido y en el manejo del tempo teatral. Con los elementos habituales en su obra -derroche de comida en el escenario, estética agresiva, textos que se desarrollan desde una aparente inocencia inicial hasta revelar su potencial crítico- ha construido un espectáculo de dos horas que se aguanta sin pestañear. La interpretación es simplemente perfecta. 
No cabe duda de que la intensidad de mi recuerdo se corresponde con la intensidad con la que me maravilló aquello. Supongo que esto que voy a decir le parecería al autor una memez digna de quien organiza la exposición de productos en el Media Market, pero sería estupendo que los dos clásicos (Ikea y Ronald) se remontaran y se reprogramaran. ¿Por qué no? ¿Es que no va a haber repertorio en el XXI? Esperaré a esa ocasión para afirmar con rotundidad que no han envejecido, pero entretanto les diré que creo que no habrán perdido nada de su potencia explosiva. Una potencia explosiva que no encontré en Mickey. ¿Por qué?

Desde luego -busquen más abajo la mención a Monedero- no por cuestiones relacionadas con su crítica más o menos certera de nuestra sociedad, que (junto con la historia de los animales) es lo que más eco mediático suscita. El teatro no es explosivo por esas cosas. Lo es también por ellas, pero uno puede escribir la crítica más certera y que luego el resultado sobre el escenario (esto es, el resultado teatral) sea un desastre. El teatro es un arte del tiempo, y lo fundamental en Mickey es que no se da ese mágico fluir, punteado por chispazos de subidón (recuerden la explosión del pollo, el hijoputa dirigido a Lorca o Gandhi, la irrupción de la banda de música popular) que caracteriza sus mejores obras/montajes. Digo obras/montajes, porque la calidad del texto y de la puesta en escena era pareja. ¿Quiero decir con esto que Mickey es mal teatro? No. Se aguantan perfectamente los setenta y cinco minutos. Pero García ha hecho cosas mejores en el mismo estilo. Mi conclusión -provisional y me parece que cogida con alfileres- es que se trata de una obra menor.

Nota sobre la crítica al consumismo. Encontrarán con dificultad comentarios sobre la obra de García que no hagan hincapié en este punto. Creo que se sobredimensiona su relevencia y que se menciona a menudo perdiendo de vista que el consumismo es sólo uno de los aspectos (quizá el más vistoso, de ahí el espejismo) de una crítica feroz, despiadada y generalizada a la época, a la estructura social, y -lo que es más- a la condición humana tout court (toma locución en francés, recuérdenme que me corte un poco). No hay más remedio que hablar de nihilismo (como Pérez Rasilla) ante muchas de las cosas que este tipo escribe: no por ninguna parte una sola puerta entreabierta que pudiera sugerir una salida -personal o colectiva- mínimamente airosa. Ya que estamos, preguntémonos:  al nihilismo, ¿se le puede pedir rentabilidad político-social? La pregunta se me ocurre tras ver un comentario de 25 minutos (!) de Monedero (sí, Monedero) sobre Mickey que hay colgado por ahí, en el que tanto él como su entrevistador buscan los famosos tres pies del gato sin que haya la menor posibilidad de que den con ellos, claro está. Pedir a García una crítica constructiva o aprovechable (uso la caricatura por resumir los veinticinco minutos) desde un punto de vista militante es como pretender comprar una broca del quince en la pescadería. Por más vueltas que le demos al enfoque con que el pescadero ha montado a su negocio, ni va a aparecer la broca ni vamos a poder echarle la culpa.

* * *

¿Y Daisy? Daisy es otra cosa. En un espectro imaginario que se extendiera desde el puro texto (un recital poético) a la pura representación (el gesto sin palabra), está mucho más cerca que Mickey del primero. O sea, que ocurren muchas menos cosas y el peso del texto es mayor. Me gustaría conocer la opinión de Marcos Ordóñez, que hace poco aseguraba que García cada vez escribe mejor.


Seguramente, uno de mis defectos más evidentes como crítico (tengo más, echen un vistazo a los que enumera la amable comentadora de mi crítica del Don Juan de la Portillo) es que suelo ser de opinión demasiado tajante. Esta vez no va a ser así. Repetiré primero que todo lo que este hombre produce es de gran altura, pero mi primera impresión fue la de haberle oído o leído textos mejores. Con la capacidad de arrastre de Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta, una narración lineal que hizo "dar saltos" a Ordóñez (no se me ocurre mejor imagen para describir mi propio entusiasmo) y que si no ha leído debería leer ahora mismo en este enlace. Con la sorprendente coherencia que otras de sus piezas en forma de suite -sucesiones de textos sin conexión aparente- alcanzan. Con momentos estelares de revelación (estoy pensando en el final de Muerte y reencarnación en un cowboy). Aparecen aquí y allá las flechas envenenadas, observaciones de mortal acidez, especialmente especiadas (toma aliteración) cuando pintan la fosilización de las relaciones de pareja. Pero me pareció significativo que el momento de mayor lirismo, el que más emoción parece despertar en el público (o, al menos, despertó en mí) recurra a un esquema convencional que recuerda a Prévert: Cunill suelta un largo monólogo que repite la fórmula "tal cosa es para tal otra", usando la obviedad, la inversión lógica y el encadenamiento puramente poético de objetos o conceptos. El resultado, obtenido por acumulación, es desde luego impactante (Cunill es la bomba, dicho sea de paso).


Foto de Christian Berthelot

Ésa fue mi primera impresión. Ahora que ya ha pasado casi un mes, y tras ese proceso que va buscando a lo que hemos visto una ubicación definitiva en el almacén cerebral, no estoy tan seguro. Tanto el texto como la puesta en escena han ganado en mi recuerdo. Tengo ahora la sensación de que Daisy avanza en el proceso de depuración del primer estilo de García, que es un paso más después de Gólgota picnic, con Beethoven integrado en vez de Haydn como epílogo. Quizá soy yo el que va teniendo los sentidos embotados (demasiado consumo exige aumentar la dosis), o es que la ordinariez de mis gustos me inclina al estruendo y la exageración, más que a un artefacto de aspecto más sosegado, como es Daisy. Quizá. Desde ese punto de vista -el de un proceso de refinamiento del estilo en el que texto aumenta su peso relativo mientras desciende el dramatismo, o el estruendo, de lo gestual- lo que más desentonaría, lo menos justificado, sería la escena final, en la que Cunill dirige los gases de escape de una moto hasta la butaca pop en la que ha encerrado a Loriente: ¿se ahogará? Es un eco del conejo en el microondas, el gatazo a centímetros de los pollitos, el fuego que baja por los cables y se acerca a los actores. Desde luego, puedo decirles que la capacidad primordial de García, la de construir objetos que se tienen milagrosamente en pie a pesar de su aparente dispersión, se mantiene intacta. El espectáculo dura una hora y cuarenta y cinco minutos sin que la corriente dramatúrgica pierda fuerza ni cuando debe pasar a través del cuarteto de Beethoven o del vídeo de los fantasmas perdidos en horrendas urbanizaciones. Esta última, una imagen que se agarra como una lapa a la memoria.
P.J.L. Domínguez
          

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