jueves, 19 de febrero de 2015

BUENA GENTE

Sala: Teatro Rialto Autor: David Lindsay-Abare (traducción: Cristina de la Peña; versión: David Serrano Director: David Serrano Intérpretes: Verónica Forqué, Juan Fernández, Pilar Castro, Susi Sánchez y Diego Paris Duración: 1.40' 
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que ya no está en cartel)

Diego Paris, Pilar Castro, Verónica Forqué y Susi Sánchez, en el bingo.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

    Acostumbramos a distinguir entre el teatro comercial y el que tiene otras pretensiones, digamos intelectuales. Pocos textos se dejan ver de las dos maneras. David Serrano, convertido tras La Venus de las pieles y Lluvia constante en destacado importador de piezas norteamericanas, muestra otra vez excelente olfato al seleccionar ésta, de la que podemos decir que es tanto evasión como reflexión.

    El chiste llega justo antes de que uno se eche a llorar; los americanos llaman dramedia al género. La excelente adaptación del propio Serrano salva la excelente escritura original. Margarita (pariente lejana de La buena persona de Sezuán), que sale como puede de las trampas que la vida le ha puesto, nos coloca ante uno de los dilemas más políticos y más de moda que quepa plantear: ¿debe primar la recompensa al mérito o la vida digna para todos?


    Ese gran personaje sólo podía salir adelante con una actriz superlativa, y la ha encontrado en la Forqué. Espectacular, hay que verla. El resto del elenco no falla una, los cuatro están exactamente en su sitio (Castro, en los dos sitios de su doblete). Todo fluye, todo encaja, nos llevan hasta el final en volandas de la emoción. 

Y lo que no cabía allí:


1.- Además del propio del director de escena, David Serrano (el de la foto) tiene, al menos, otros tres talentos. Uno, el de ojeador: se trajo La Venus de las pieles, ahí es nada, y Lluvia constante, un exitazo, antes de ésta. Dos, el de adaptador. Me parece siempre que el sentido común aconseja trasponer las piezas ambientadas en la actualidad a nuestra cultura, y que la protagonista se llame Margarita en vez de Margie. Me parece que eso acerca la pieza al espectador y que, por tanto, aumenta la probabilidad de que la empatía se produzca. Me parece también que permite introducir en la adaptación un aluvión de connotaciones, sobreentendidos y referencias explícitas o subtextuales análogo en volumen al que el original contenga. Cualquier texto (repito, cualquier texto) contiene un enorme masa de información implícita que el receptor percibe en mayor o menor medida según su cercanía cultural al creador. En el límite, si el creador es mi hermano termino pillando hasta el mas oscuro eco de aquella vecina que vivía en el piso de arriba de la abuela. Las adaptaciones que respetan la ubicación original (con los personajes que se llaman Fred y Jenny y viven en Austin) no pueden sumar connotaciones asimilables por el público, pongamos, de Madrid, en volumen comparable a las que se pierden. Ejemplo pedestre: no pueden sustituir el chiste local comprensible para el público norteamericano por un chiste local español (recuerden que los protagonistas no son españoles, no van a hacer chistes sobre Belén Esteban); tienen que echar mano de recursos universalmente comprensibles, con lo que la cosa queda parecida a lo que llaman "cocina internacional" en los hoteles de Moscú y de Manila. O sea, nada mucho más evocador que un filete con patatas fritas.

Decía al principio que eso es lo que me parece que dicta el sentido común, y decía "me parece" porque no sé si se usará más el uno o el otro procedimiento, pero desde luego son legión las funciones que vemos traducidas y no trasladadas. Por aquello de que algo tendrá el agua cuando la bendicen, supongo que habrá ventajas también en esto. ¿El aura glamurosa de lo exótico? Sus razones tendrán quienes lo hacen.

Volviendo a Buena gente y al talento de adaptador de Serrano, a la pieza le ha sentado de miedo el traslado a España. Ya sé que aquí todo va estupendamente y que la alegría se siente en las calles, ya he interiorizado que vamos viento en popa a pesar de los tristes, pero después de esta Margarita cuesta imaginar al personaje en Boston, que es donde Lindasy-Abaire lo colocó. Es como si fuera de aquí de toda la vida. Olvidemos estas tonterías de las alegrías y las tristezas, miremos por la ventana, y veremos docenas de Margaritas que sobreviven como pueden al vendaval.


La producción original en Broadway (2011), con Frances McDormand en el centro. Se llevó un Tony, entre otros premios.

2.- Tres (recuerde que estábamos con los talentos de Serrano), el del director de casting. Clara Lago y Diego Martín (La Venus), Álamo y Peris-Mencheta (Lluvia). Acierta otra vez, y de pleno, ahora. De la Forqué no hace falta decir mucho. Quizá la vieron en Shirley Valentine, es de rigor repetir lo de entonces: "lleva al teatro de la carcajada a las lágrimas como le da la gana". Aquí vuelve a armar un personaje completamente desprovisto de retórica, una mujer cuyo heroísmo se nos debe revelar poco a poco, no tanto por lo que hace en escena, sino por lo que sabemos que hace fuera de ella, por lo que calla, por lo que vemos reflejado en el rostro de los demás (de su amiga Gloria, de su exjefe Luis, de la mujer del noviete que huyó del barrio para triunfar en la vida). Sin prácticamente levantar la menor esquina del velo de la amargura, con sólo algún atisbo de protesta rebelde (y castiza). Me daba la sensación de que Frances McDormand habría sido más explícita en esto de la amargura, y eso me parece entrever en algún vídeo. Funciona mejor lo de la Forqué. Ya saben, en el teatro casi siempre funciona mejor dejar que la procesión vaya por dentro.

4.- Hemos saltado de los talentos de Serrano al de Forqué, y no puedo terminar esto sin hablar de los demás. La edad amplía el catálogo de mis debilidades, entre las que se cuenta Susi Sánchez. Me basta recordar Mujeres soñaron caballos o Los hijos se han dormido para renovar mi entrega. ¿A quién se le ha ocurrido ponerle ese pelazo que corona tan certeramente al personaje? Supongo que a Antonio Panizza, que firma la peluquería. Gloria es amiga de la protagonista, y me recordó algo que mi amigo JC me dijo hace tantos años que no creo que se acuerde: "Las buenas amigas te dicen las cosas, pero las buenas-buenas no te las dicen". Para qué. Para qué le va a decir Gloria a Margarita que su vida merecería que dieran su nombre a una estación de metro, si ella sabe que Margarita sabe que lo piensa. Hay que ser mucha Susi y mucha Verónica para hacernos entender todo eso que Lindsay-Abaire puso en el texto sin ponerlo.

Pilar Castro hace uno de esos dobletes que tanto gustan al público. Nada de ponerse unas gafas y un sombrero para un segundo papelito marginal: se casca dos personajes consistentes y antipódicos (perdón). La amiga-casera de Margarita, todo el tiempo a la gresca con Susi Sánchez, y la finísima esposa del tipo de éxito. Qué bien los dos. 

A Diego Paris no lo conocía, y me advirtió JM: "ya verás que vis cómica tiene este tipo". La tiene, es uno de esos actores que dominan su expresividad física en niveles micro: basta que encoja un poco los hombros para que se le oiga pensar. Juan Fernández carga con el personaje más ingrato, pero ya lo conocerán de la tele: puede con lo que le toque cargar.

Me pasé años citando un autor italiano del XVII que imponía a los oradores algo así como ser amenos para los ignorantes y profundos para los sabios (todo a la vez, ahí estaba la gracia). Pero la vida es tan larga y da tanto tiempo para olvidarse de todo que no recuerdo ni quién era. Denlo por citado a propósito de Buena gente: va a divertir a quien vaya a pasar un buen rato, pero no defraudará a quien busque buen teatro.
P.J.L. Domínguez
          

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