Sala: Teatro del arte Autores: Miguel Ángel Orts y Alexander Herold Director: Alexander Herold Intérpretes: María Luisa Merlo y Emilia Onrubia Duración: 1.10'
Información práctica (el enlace a un callejón sin salida puede significar que la función ya no está en cartel)
Un mundo poblado por seres excesivos, un microcosmos que exhibe la belleza más
estrepitosa sustentada por el más falso de los oropeles. No es extraño que la
ópera se preste a las mil maravillas a sustentar todo tipo de ficciones, tanto
en el cine como en el teatro. En el último ejemplo visto en Madrid, Master Class, Norma Aleandro encarnaba a
Maria Callas. En Villa Puccini, María Luisa Merlo es una soprano imaginaria que,
en vísperas de su concierto de despedida, rememora su vida y su
carrera.
Casi nada está bien. El texto es
poco más que un rosario de estereotipos, algo de así-somos-las -divas por aquí, algo de le-debo-todo-a-Puccini por
allá. Recuerda, en el peor sentido, a la vida de la mencionada Callas que rodó Zeffirelli. El drama, y la revelación final, encajados con calzador. La dirección
parece más bien ausente la mayor parte del tiempo. La cantante que se encarga de
interpretar a Puccini ha sido vestida por su peor enemigo.
Pero la escena no es un espacio
lógico en el que dos más dos son siempre cuatro y la gravedad tira siempre hacia abajo. Como en
una fantástica geometría no euclídea, las cosas pueden ir en una dirección, y el resultado
aparecer por el extremo opuesto. Entre el encanto de la Merlo -que es mucho encanto-, lo bien que canta (¿han pillado la aliteración?) Emilia Onrubia y las arias de Tosca o Manon Lescaut -que para qué les voy a contar-, el invento se va cargando de emotividad, y
termina uno por creérselo y pasarlo estupendamente. Hasta me emocioné un ratito, ¿se lo pueden creer? Un viejo lagarto correoso como yo. Por supuesto, no se la pierdan si son fanáticos de la ópera. Van a encontrar esa reverencia religiosa que tanto les pone.
P.J.L. Domínguez
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