Sala: Teatro Fernán-Gómez Autores: Stephen Dolginoff (música) / Pedro Villora y Alejandro de los Santos (dramaturgia) Director de escena: José Luis Sixto Director musical: Aday Rodríguez Intérpretes: Alejandro de los Santos y David Tortosa Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace a un callejón sin salida puede significar que la función ya no está en cartel)
Tiene poca definición, pero es lo más ilustrativo que encuentro. Tortosa y de los Santos (no muy santos, en este caso).
Es probable que los nombres de Nathan Leopold y Richard Loeb no digan nada a la
mayoría. Si añadimos que fueron la fuente de inspiración de La soga de Hitchcock, serán más los que
aten cabos –nunca mejor dicho- y recuerden a dos tipos que cometieron un
asesinato por el simple capricho de comprobar que eran capaces. Los superhombres
estaban por encima de las normas sociales. El caso conmovió a la sociedad
norteamericana de 1924 de tal manera que aún está vivo en el imaginario
colectivo.
Les cuento primero lo que yo he entendido sobre la autoría. La obra original (Thrill me) fue escrita íntegramente -libreto, música y letras- por Stephen Dolginoff (el de la foto). Los créditos de la versión del Fernán-Gómez le atribuyen la música. Lógicamente, no las letras. Pero, además, mencionan a Pedro Villora y Alejandro de los Santos como autores de la dramaturgia. ¿Hay que deducir que hay diferencias significativas entre la original y ésta? Es posible. Hay un indicio que apoyaría esta tesis: la dramaturgia es mucho mejor que la música. El material promocional cita al Hollywood Reporter: "Su música te transporta a Broadway, Schubert y Kurt Weill". Me pareció tan increíble que alguien dijera esto, que lo he buscado. Efectivamente, lo dijo en 2008 un señor que se llama Laurence Vittes y que ha tenido una larga y fructífera carrera en la industria musical y la crítica.
Sólo encuentro una explicación. Debía de referirse a Jerry Schubert, carnicero en Cincinnati, y a Kurt Weill, un ingeniero agrónomo que da clases en Wichita, ambos músicos aficionados. Porque si estaba hablando de FRANZ Schubert y del Kurt Weill que usted y yo conocemos.... bueno, no sé, vayan al Fernán-Gómez y ya me dirán qué les parece la opinión del señor Vittens. Más fácil: busquen Thrill me en Youtube y podrán oír extractos (no se pierdan la versión coreana, que parece por momentos ciencia ficción de serie B de los cincuenta). No voy a perderme en largas descripciones, la música es reiterativa y ramplona. Apenas parece despertar en "Y si matáramos a John", y contribuye al desarrollo dramatúrgico en la escena del secuestro. Fin de la aportación musical.
Leopold y Loeb. ¿La banalidad del mal avant la lettre o pura sicopatía?
Perogrullada: la música es la parte más importante de un musical. Que se lo digan a Bellini, con esos libretos infames y esas óperas sublimes (huy, he dicho "sublime", perdón). Así que por muy bien que estuviera el resto, Excítame estaba condenada de entrada. En descargo de Dolginoff, y de los responsables de esta versión, hay que decir que el reto se las traía. "A ver, hazmeee... un musical de hora y media cooon... mira, con dos personajes, eso es, sólo dos. Y que acompañe un piano solo. Además, me vas a poner dos tipos desequilibrados, empachados de Nietzsche y con una relación sadomasoquista, queee... Que hacen una burrada, a ver... ¡Que matan a un chaval! Eso. Ea. A ver qué te sale."
Metan "thrill me dolginoff" en Google y comprobarán que, sorprendemente, la española no es la única versiónen la que los asesinos despiadados parecen dos angelotes recién llegados de dar una vuelta por Chueca.Así que no toda la responsabilidad es local, parece un vicio de origen.
¿Qué me va a salir? Una de dos. Una obra maestra de sutileza y perversidad como La soga o un pestiño como éste. No hay término medio. Claro que ya se cuidó Hitchcock de que en La soga ni cantaran ni fueran sólo dos. Hubiera sido divertido preguntarle qué le parecían esas condiciones de partida para una historia de este tipo. A lo mejor era de uno de ésos que considerarían la idea equivocada, como dice... ¡bingo! Nuestro amigo, el señor Vittes: "For many, this story of senseless violence and tragic hubris among the offspring of Chicago's business elite would seem to be a poor candidate for a musical." Yo creo que se equivoca otra vez, de medio a medio. La historia es una fantástica base para un musical... en el que, a poder ser, hubiera más personajes, y que, sobre todo, retratara en serio la violencia y la hybris.
La relación sexual implícita en La soga (nunca se menciona) es mucho más
turbadora que los apasionados besos (¡sin lengua!¿no era una la pasión
sexual la que lo sustentaba todo?) de Excítame.
La dirección vuela tan bajo como el material
original: plana, monótona, dejando que la cosa se arrastre hacia su final. (Llevo tres cosas seguida con direcciones de este tipo: El largo viaje hacia la noche, Jugadores y esto. ¿Será una epidemia?). Los trastos de la escenografía son feos, pero bien feos. La interpretación... ¿Se hacen ustedes una idea de lo que debía de ser la vida de estos amantes de la foto en blanco y negro? Una relación de dominación en la que uno accedía a delinquir a cambio de que el otro no le cortara el grifo del sexo. Una sicopatía compartida hasta el extremo de tramar y ejecutar el asesinato de un adolescente. Una bomba de tensión sexual y siquiátrica, vamos. Un torbellino de pasiones turbias, torcidas y perversas. ¿Creen que hay rastro de esto en la interpretación? Si viéramos un vídeo sin sonido, creeríamos estar asistiendo a los pequeños problemas cotidianos de dos chicos bien. Por salvar algo, Alejandro de los Santos consigue a rato lo que parece que le han dicho que represente: pobre muchacho, víctima del manipulador desalmado. Pero es que no era esto: tenían que dar miedo los dos, todo el tiempo. Como Farley Granger y John Dall.
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P.J.L. Domínguez
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