Sala: Cuarta Pared Autor y director: Iván Morales Intérpretes: Anna Alarcón y Xavier Sáez Duración: 1.25'
Información práctica (el enlace a un callejón sin salida puede significar que la función ya no está en cartel)
Y lo que no cabía allí:
[Las frases en negrita son el punto de enlace entre la crítica de la Guía y lo que sigue. Mejor leer en ese orden, si quiere enterarse bien]
No es una pieza fácil, emplea más tiempo del habitual en entregarse. Bastante más, yo diría que casi una hora. O estaría yo torpe ese día, que todo puede ser. Pero hay un momento en el que todo (los Pantera Rosa, Triana, Tintín, el vecino hindú, Mujeres y hombres y viceversa) empieza a encajar, y se produce ese efecto que en los rompecabezas se corresponde con el punto en el que ya se aprecia que la mancha blanca es el castillo de Luis II de Baviera. Y perdón por la analogía, pero es un puzzle que ha visto todo el mundo. A partir de ahí, es como si conociéramos a estos dos desde hace media vida, porque ha asimilado sus obsesiones, sus miedos y sus dificultades. A nadie extraña que él se esconda bajo la mesa. La escena de los chupitos -ya dijo Ordóñez que es una de las cumbres- hace el efecto que hace gracias a toda esa preparación anterior. Dicho en otras palabras: en otras funciones, uno puede irse antes del final y haberse quedado con buena parte de la médula del asunto. En ésta, no.
Me sobran, quizá, algunas de las interacciones con el público. Ahora que han pasado unos días, quitaría hasta el "quizá". Me sobra todo eso de "toma este papel y dáselo a fulano" (dicen los actores a los espectadores). No suma nada y parece un recurso barato de "mira qué modernos somos". No es tal cosa, y eso también se entiende al final, cuando Beré tiene una conversación más prolongada con el vecino hindú que, eso sí, es uno de los momentos culminantes de expresividad y ternura. Pero, de todos modos, los anteriores sobran. En mi función, tuvimos además la suerte de que el vecino estuviera encarnado por una señora maravillosa, tan tranquila y tan relajada en su papel.
No conocía a los actores: estupendos. Con un nivel tal de interiorización de los personajes que se produce ese fenómeno por el que es difícil imaginar que esas dos personas tienen un carácter distinto del que muestran en escena. No les queda rastro de artificio. En buena parte, porque están muy bien dirigidos. Todo lo que es movimiento -tanto los desplazamientos por la sala como la gestualidad de cada uno- contribuye decisivamente tanto al desarrollo dramatúrgico como a la construcción de los personajes (hay un crédito de asesoramiento físico a nombre de Joana Rañé).
Estas entradas están resultando de redacción un poco más apresurada que lo habitual, pero es que tengo un comienzo de curso de alivio. Ya iré pillando el tran-tran. A ésta, le pondré los enlaces de información de actores y director cuando toque volcar aquí el texto publicado en la Guía. Ahora mismo, salgo zumbando a True west. Ya les contaré.
P.J.L. Domínguez
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