jueves, 13 de febrero de 2014

HÉCUBA

Sala: Teatro Español Autor: Eurípides (versión de Juan Mayorga) Director: José Carlos Plaza Intérpretes: Concha Velasco, José Pedro Carrión, Juan Gea, Pilar Bayona, María Isasi, Alberto Iglesias, Luis Rallo, Alberto Berzal, Denise Perdikidis, Marta de la Aldea y Zaira Montes Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


¿Puede una persona salvar una función? Puede. Se llama Concha Velasco y salva Hécuba. ¿Sería, sin ella, un desastre de función? Pues no, pero ni fu ni fa.

María Isasi
Intentaré no criticar nunca a alguien por eso de que su montaje "no aporta nada nuevo". Pero tenemos tan metido en la mollera el paradigma del progreso aplicado a las artes, que lo mismo en cualquier momento me despisto y me sale. Me parece perfecto el tipo de creador que llega a su estilo y se instala. Díganme si no qué hacemos con Vivaldi, que escribió cientos de veces el mismo concierto. Aunque, sin embargo, hay en esto un matiz importante a considerar. Lo digo para que no me recuerden este párrafo el día que tire por ahí. Una cosa es investigar el propio estilo (y he dicho Vivaldi como podía haber dicho Mies van der Rohe o Vermeer) y otra hacer galletas rancias. Ejemplo de lo primero: La danza de la muerte de Cortizo. Ejemplo de lo segundo: Doña Perfecta de Caballero. ¿Que dónde está la diferencia? Ya me gustaría a mí poderla poner por escrito. Si no nos gustaran las cosas inefables nos dedicaríamos a la tornillería, y no al teatro.


Hécuba no es una galleta rancia, pero ahora que ustedes y yo nos entendemos puedo decirles que no aporta nada nuevo. Vamos, que un poco antigüita y sin especial brillo de conjunto, aunque algunas cosas salgan bien paradas: María Isasi, una Políxena terrenal y felizmente alejada de los excesos de candor, el Ulises de José Pedro Carrión, la cautiva de Pilar Bayona. También destaca en un papel menor, y prácticamente mudo, Denise Perdikidis (la de la foto); acompañar la acción con gestos de dolor no esteotipados no es precisamente fácil, y tiene además un físico que parece hecho para Eurípides (bueno claro, con ese apellido, igual son primos). El vestuario de Pedro Moreno tiene su interés, y la iluminación de Toño Camacho y la música de Mariano García (con la excepción que mencionaremos más abajo) salvan algunos momentos. 

En el otro extremo de la balanza, Agamenón, Taltibio y, sobre todo, Poliméstor parecen estar a las órdenes de otro director: mucho más impostados, menos realistas que el resto. Hacen un extraño efecto. En fin, como les decía más arriba, es el conjunto lo que no da ni frío ni calor.


Peeero... pero en medio está la Velasco, y no hace falta más. Cada vez que abre la boca, todo parece articularse debidamente a su alrededor. No crean que le hace falta gesticular gran cosa para hacernos tragar que ha pasado por todo lo más horroroso que imaginarse pueda. No crean tampoco que está en modo "gran dama del teatro", un modo tan legítimo como otros y que a algunas actrices les rinde bien. No, está como siempre. Está como un bulldozer de la interpretación, que lo mismo puede con el dolor y la vejez de Hécuba que con unas medias transparentes y una escalera de revista. En pocas palabras: que si tenían tantas ganas como yo de ver a doña Concha en Eurípides, no se la pierdan, que no les va a defraudar.

Nota final: en este balance resumido en Velasco de miedo, la función en general peché peché, falta una cosa. Por Dios, que no canten. Les cuento. La protagonista está casi todo el tiempo rodeada por tres mujeres. Sí, ya sabemos que el coro cantaba en las tragedias (por cierto, y por si no lo saben: es estupefaciente, pero conservamos la notación musical de al menos un coro de Eurípides; o sea, que sabemos más o menos cómo sonaba, con bastante probabilidad). Aquí también cantan. Horrible. Bochornoso. Es lo peor con diferencia, le va a la función como a un Cristo dos pistolas. Y la Velasco, aguantando a pie firme con cara de póquer que los fragmentos cantados terminen.
P.J.L. Domínguez
           

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