martes, 11 de febrero de 2014

EL CABALLERO DE OLMEDO (PASQUAL)

Sala: Teatro Pavón Autor: Lope de Vega (versión de L. Pasqual a partir de F. Rico) Director: Lluís Pasqual Intérpretes: Laura Aubert, Javier Beltrán, Paula Blanco, Jordi Collet, Carlos Cuevas, Pol López, Francisco Ortiz, Mima Riera, Carmen Machi, David Verdaguer y Samuel Viyuela González Músicos: Pepe Motos y Antonio Sánchez Duración: 1.15'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Francisco Ortiz (el malo), Pol López (el gracioso), Javier Beltrán (el chico) y Carlos Cuevas (el amigo del malo).

Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Echando un vistazo a la cartelera de los últimos meses, estaría tentado de decir aquello de que los clásicos viven un gran momento: tradicionales, caribeños, infantiles, vanguardistas... Echando un vistazo a este montaje de Pasqual, que junta sobre las tablas a la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico y a la Kompanya del Teatre Lliure, diría lo mismo.


    Como en el flamenco, las sillas rodean el escenario desnudo, salvo por una pantalla al fondo. Como en el flamenco, toda la compañía observa desde su asiento las actuaciones de los demás. Falta sólo que jaleen. También hay flamenco-flamenco, con dos músicos de excelente rendimiento dramatúrgico. Pero las dosis no exceden de lo que podríamos llamar acompañamiento de la narración (tango incluido). 

La puesta en escena, salvo por estas licencias musicales y un par de discretas proyecciones, es puro texto e interpretación. Parece un taller de actores, pero sin el aroma final a taller que arruina tantas funciones. Los jóvenes actores muy en su sitio, sin excepción. Muy bien los protagonistas, Riera y Beltrán, y el gracioso, Pol Lopez. Espectacular Francisco Ortiz, al que ayuda el agradecísimo papel de supervillano. La Machi ya se sabe que no es de este mundo. Sustituye a la Sardá, y merecería la pena pagar dos entradas por verlas a las dos.

Y lo que no cabía allí: 

1.- La vi el domingo 9, y ya colgaban en taquilla carteles de "no hay entradas" para la semana siguiente. Carteles plenamente justificados, porque es una deliciosa función de Pasqual con un elenco joven en estado de gracia. Estaría tentado de decir aquello de que los clásicos viven un gran momento, decía en la crítica impresa respecto a los últimos meses. Pero es que en el momento en que escribo están en cartel, además del Caballero de Olmedo, La vida es sueño: el bululú, El lazarillo de Tormes, El pretendiente al revés, El buscón, La cena del rey Baltasar, El examen de los ingenios, Desnudando a los clásicos, Yo Quevedo, El perro del hortelano, Ensayando Don Juan y La vida es sueño. Todo más o menos literal o inspirado en el Siglo de Oro. Algo pasa.

2.- Sí, hay bastante flamenco, pero no es un espectáculo flamenco. Olviden cualquier recuerdo que tengan por ahí de óperas flamencas o similares. Tal y como se podía ambientar con Blonde Redhead, como hizo Vasco con otro clásico, o con lo que fuera, Pasqual ha optado por el flamenco, integrando a los músicos en la dramaturgia: interactúan ligeramente con quienes les rodean, detienen la acción con sus intervenciones... Se podía haber dado un batacazo de cuidao, porque el flamenco tiene una expresividad tan intensa que tiende a comerse todo lo que le rodea, pero le ha salido bien. Cuelan también los momentos en los que actores cesan de interpretar (es una convención, por supuesto, siguen interpretando como si no interpretaran) y la Machi (luego le tocará a la Sardá) se dirige al público. En el colmo de la licencia, se anuncia un tango, y David Verdaguer lo canta con texto con Lope. Y esto que, contado así, parece horroroso (Lope, flamenco... ¡un tango!) pues va, y también cuela, demostrando otra vez que en un escenario se puede hacer cualquier cosa que a uno se le ocurra, si se sabe encajar. A Verdaguer le bastan unas pocas líneas de texto y el tango para demostrar que es un actor con carácter. Tiene un físico y una mirada a los que les sentarían bien papeles de hombre atormentado. Creo yo, que estas cosas... Luego hace un musical cómico y resulta que está estupendo. También Viyuela se hace notar con poquísimo texto.



3.- La escenografía de Azorín es de ésas que parece que no están, pero está. Se da uno cuenta cuando las lámparas suben (lo siento, no hay foto). La pantalla de vídeo da menos juego que la que tiene puesta en Julio César. Si recuerdo bien, apenas se usa para indicar el sol refulgente de la corrida y la luna llena de la tragedia nocturna. Pero está bonita en esos momentos, aquí encima tienen una foto. Al vestuario de Alejandro Andújar le pasa lo mismo que al aire general de la función: está a un paso de parecer un taller de actores, pero afortunadamente se detiene unos centímetros antes y funciona.

4.- Como les digo a menudo, es difícil que los elencos numerosos estén equilibrados. Casi siempre hay alguien que cojea o que, simplemente, no pilla el registro general. Aquí no hay tacha, todo el mundo está bien. Además de los tres protagonistas, también los siguientes en relevancia: Doña Leonor (Paula Blanco) y Don Fernando (Carlos Cuevas). Aunque mis descubrimiento de la función son Pol López (ahí es nada, haciendo de gracioso con acento andaluz y no cansa) y Francisco Ortiz, un tipo con mucha fuerza. Por cierto: no hacía falta quitarle la camiseta, queda un poco forzado. Miren la multa que le ha caído a Jona.

5.- La Machi, ay la Machi. Tenía unas ganas locas de ver a la Sardá, a la que no he visto desde la gloriosa Bernarda Alba del mismo Pasqual. Luego sale la Machi, y es como si se le apareciera a uno la Virgen (mutatis mutandis). Se queda uno como cuando le preguntaban si quería más a papá o a mamá. No sé si veré a la catalana cuando retome el papel, pero puedo decirles que a la madrileña da gloria verla pasearse por el escenario, y por el papel, como Pedro por su casa. Que no se me ofenda ninguna de las dos, que todos somos muy raros para estas cosas, pero la veo yo de la raza de la Velasco: exactamente igual de eficaces con Shakespeare que con Guillermo Sautier Casaseca.

Nota final: me extraña tener que decir esto de vez en cuando. No puedo entender, por su propio interés, que haya actores / actrices jóvenes imposibles de encontrar en la red. Sobre todo si tienen actores homónimos (!).


P.J.L. Domínguez
           

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