Sala: Teatro Maravillas Autor: Willy Russell (versión de Nacho Artime) Director: Manuel Iborra Intérprete: Verónica Forqué Duración: 1.55' (entreacto de 15 minutos)
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Todo a favor. El texto original es tan inteligente, tan medido, tan equilibrado, que produce esa sensación de extrema simplicidad que, prácticamente siempre, es fruto de mucho trabajo. Demuestra una vez más, y por si hiciera alguna falta, que el realismo siempre está de moda: es de 1986 y se conserva fresco como una lechuga. A la versión de Nacho Artime sólo le veo virtudes: un castellano natural y fluido, sin un anglicismo (parece una tontería, pero es algo excepcional), con el punto justo entre un lenguaje teatral culto y el registro popular del personaje, y que salta con desparpajo sobre las dificultades de traducción repartidas aquí y allá. Afortunadamente, a nadie se le ha ocurrido inventarse la menor modernidad en la puesta en escena: se nos sirve la función con lo que precisa, y punto
Verónica Forqué |
Y, dicho todo esto, ahora llegan el director y la actriz. La Forqué ha cultivado durante años un personaje que el público conoce y adora. Ojo, esto no es un reproche: hay grandísimos actores que se pasan toda una vida puliendo el mismo registro. Pero al espectador le queda siempre la duda de si está viendo al personaje, o a la persona, as herself. Shirley Valentine viene a dejar claro que no es el caso: la Forqué es una apisonadora de la interpretación con un oficio y una capacidad de interiorización del papel realmente formidables, y durante cerca de dos horas lleva al teatro de la carcajada a las lágrimas como le da la gana. Es evidente que el mérito debe de estar compartido con Iborra, pero la dirección es tan buena que no se nota. Algo que es el mayor elogio que cabe hacer a un director de escena. Estuve fijándome en las caras de disfrute a mi alrededor: auguran mucha vida por delante al espectáculo. Para no perdérselo.
P.J.L. Domínguez