Sala: Teatro María Guerrero Autor: Benito Pérez Galdós (versión de E. Caballero) Director: Ernesto Caballero Intérpretes: José Luis Alcobendas, Diana Bernedo, Lola Casamayor, Israel Elejalde, Karina Garantivá, Miranda Gas, Alberto Jiménez, Jorge Machín, Toni Márquez, Paco Ochoa, Belén Ponce de León, Vanessa Vega Duración: 1.40'
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Galdós, por Sorolla. |
No desvelamos nada a estas alturas al decir que Doña Perfecta es un pedazo de novela, en la que quizá lo más atractivo reside en la habilidad con que se le dosifica al lector una desazón que va creciendo a medida que se acerca el inevitable final. Vamos, que lo pasa uno de pena. Con un trasfondo ideológico de crítica al caciquismo y el clericalismo de una España hundida en un lodazal. Hablamos de 1876, pero es sorprendente lo viva que sigue la actualidad de la primera, en estos tiempos de la segunda Restauración. Por ejemplo: en ese año se funda la Institución Libre de Enseñanza, y en 2012 seguimos discutiendo el modo en el que la religión católica debe ser impartida en las escuelas. Qué cansina sensación de vivir en un país en el que los problemas de fondo no se superan nunca. Así que a la pregunta “¿tiene sentido representar Doña Perfecta?” hay que responder que sí.
Galdós dejó una versión escénica que no conozco, pero que se tiene por demasiado lastrada por convenciones teatrales que el público no soportaría ahora. Caballero ha hecho su propia versión, y no sé yo si para este viaje se justificaban las alforjas. El conjunto queda irremediablamente lastrado por la machacona reiteración de escenas destinadas a mostrar que el joven Pepe Rey es progresista y atolondrado, y que, desde su llegada, crecen sus enemigos cada vez que abre la boca en la polvorienta Orbajosa. Bueno, ya: a los veinte minutos del comienzo todo el mundo lo ha entendido perfectamente, no hacía falta seguir machacando. La función no levanta el vuelo después de ese rodillo adormecedor, y pierde pie del todo en el confuso momento de la invasión de la localidad por tropas gubernamentales.
Israel Elejalde y Lola Casamayor |
P.J.L. Domínguez